JUNIO 2010
Mi vida, la vida, quise haberla vivido como ave dentro del viento.
Óscar Alberdi
Recuerdo aquella noche
de aquel año terrible
que comenzó sin tregua,
aquel año de cambios,
de distancias y viajes,
aquel ir y venir
de un día a otro
(días interminables
que buscaban ahogarse
en madrugadas).
Lo recuerdo y comprendo
la ausente realidad
de puertas invisibles
que quedaron abiertas
para siempre.
Me lo dijiste tú,
ferviente soñador
que ya no estás,
y aún me queda tu gesto
bañado en lo forzado
de la sonrisa blanca de una víspera.
Revivo todavía los momentos,
las luces del regreso
a toda prisa, el refugio
disperso de las cosas
que no conseguí hacer
y, al cabo de los años,
perseguimos. Tocamos, sin saberlo,
las teclas de algún sueño,
y encendimos
hogueras de palabras,
poemas y canciones
en un bar de apellido
entre los nombres
fértiles de sus protagonistas.
Desde entonces, me alientas
y me lleno de un mundo
sin permisos, sin sombras,
sin los planes que hicimos
más tarde que otras veces,
poco antes de llegar
a comprenderlo.
ENCUENTRO
Me gusta ese momento
de verte nuevamente
después de varios días,
mirar cómo apareces
rompiendo con tu ritmo las aceras.
Me encanta
contemplarte
llegando entre la gente,
moviendo paso a paso tus caderas
y, al ver cómo sonríes,
me hace feliz pensar
que a ti también
te gusta ese momento
de verme nuevamente
después de varios días,
e intuyes que te miro
subido a ras de suelo,
creciendo de repente en el encuentro
(aunque me quede ciego entre tus ojos).
Entonces, al mirarte,
comprendo
que la vida es, a menudo,
más esencial y alegre
de lo que suele ser,
mantengo una sonrisa
que no puedo evitar
(soñando con un beso)
y espero a que te acerques
para decir de nuevo
que te quiero.
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