La
escasez artificial que genera el capitalismo…
Ahora
bien, aunque reconozcamos la existencia de límites biofísicos externos a las
sociedades humanas, tiene razón Yayo Herrero cuando señala que “la idea de
escasez construida políticamente tiene más que ver con el despilfarro y la
injusticia que con el problema de los límites”.[1] El
problema de los límites biofísicos es real, pero en muchos casos vamos a
experimentar más bien formas de escasez artificial generadas por el
capitalismo, el cual, desde su “pecado original” inicial (el cercamiento
privatizador de los terrenos comunales en la Gran Bretaña protocapitalista), no
ha dejado de practicar toda clase de formas de apropiación privada y exclusión
social.[2] En el
capitalismo, explica César Rendueles,
los mecanismos
de la competencia producen una escasez artificial que convierte en gigantescos
problemas sociales lo que intuitivamente deberían ser soluciones: el incremento
de la productividad causa desempleo; la prosperidad da lugar a crisis de
sobreproducción… (…) Pero esta carestía artificial y socialmente inducida se
combina con una escasez material aplazada pero irreversible relacionada con la
depredación de los ecosistemas necesarios para la vida humana.[3]
Hay
que añadir: no sólo depredación de los ecosistemas, sino expolio de la corteza
terrestre y degradación de los “sumideros” planetarios (como la atmósfera o los
océanos). Por otra parte, el capitalismo no genera sólo escasez artificial,[4] sino
muchas formas de vida dañada. Como señala Luis González Reyes:
Decrecer
implica vivir con menos bienes materiales y viajar menos de lo que lo hace la
mayoría de la población española, pero eso no guarda relación con vivir peor.
Vivimos en el momento histórico en el que el consumo está más exacerbado y, a
la vez, probablemente en las sociedades más infelices que nunca hayan existido.
También en el único orden social que ha puesto en entredicho la posibilidad de
pervivencia de la especie humana. Eso desde luego no es vivir bien.[5]
Las
sociedades más infelices que nunca hayan existido, o al menos sociedades muy infelices… Fijémonos en estos datos: desde
comienzos del siglo XXI, en España se ha triplicado el consumo de
antidepresivos por habitante y se ha duplicado el de ansiolíticos, hipnóticos y
sedantes (según datos de la OCDE).[6]
En Gran Bretaña, casi la cuarta parte de la población adulta toma al menos un
medicamento psiquiátrico al año, lo que supone un aumento de más del 500% desde
1980.[7]
Algo
más sobre las escaseces artificiales que genera el capitalismo
La
idea de escasez artificial, sobre la que insisten autores como Jason Hickel y
Yorgos Kallis cuando caracterizan el capitalismo,[8] es
acertada e importante, pero al mismo tiempo puede fácilmente inducir a error (y
hacernos minusvalorar las dificultades de las transiciones ecosociales). Además
de la escasez artificial efectivamente creada por el capitalismo, hay que
contar también con la escasez “natural” que se sigue de la tensión entre las
poblaciones humanas (a veces muy grandes) y la base de recursos
naturales que éstas necesitan. Sobre estas cuestiones cruciales, Ernest
Garcia en Ecología e igualdad ha proporcionado un análisis extenso y
consistente.[9]
Se
me ocurre este modelo sencillo para pensar la cuestión. Yo diría que abundancia
y escasez, para los grupos humanos, dependen básicamente de estos cinco
factores: P (de población), R (de recursos naturales y espacio ecológico,
incluyendo los sumideros), E (de estructura social, incluyendo las formas de
propiedad), T (de técnicas para aprovechar los recursos y organizar la
convivencia) e I (de ideal de vida buena, incluyendo valores y aspiraciones).
Llamémoslo modelo PRETI.
Pues
bien, la cuestión es que fijarnos solamente en E (las estructuras de propiedad
que impiden el acceso a recursos de subsistencia, la tierra en primer lugar) no
resulta adecuado… También P, R, T o I cuentan. Asociar la reflexión sobre
límites con estrechez ecologista y puritanismo personal (como hace Hickel en
ocasiones) resulta muy inadecuado.[10]
[1] Yayo Herrero (en diálogo
con Verónica Gago), Ecofeminismos. La sostenibilidad de la vida, Icaria,
Barcelona 2023, p. 43.
[2] Aunque sin duda el
capitalismo genera formas específicas de escasez (basta con pensar en
cercamientos de tierras comunales y en propaganda comercial), ¿no lo hacen
todas las sociedades jerárquicas, también las agrarias? Por la doble vía de la
succión de recursos hacia los poderosos (y al mantenimiento del aparato de
dominación) y de las formas de consumo suntuoso, conspicuo. Esto no nació con
la Revolución industrial, sino con el despliegue de la Revolución neolítica, en
su segunda fase (el paso de aldeas igualitarias a Estados e imperios, diríamos
para abreviar). Pero este gran asunto nos desborda ahora…
Por otra parte, a la vez
que genera formas de escasez específicas, el capitalismo crea también una
abundancia inaudita en términos energéticos, por su recurso a los combustibles
fósiles… Hay bastante complejidad en torno a la abundancia y la escasez, como
se ve en cuanto pensamos en términos metabólicos. (Cosa que en general nuestras
sociedades prefieren no hacer, atentas sólo a lo que sucede intramuros.)
[3] César Rendueles, Comuntopía.
Comunes, poscapitalismo y transición ecosocial, Akal, Tres Cantos 2024, p.
146.
[4] Mecanismos de construcción
de la escasez en el cap. 2 de Nueva Cultura de la Tierra (“Construir
equidad en común”), por Charo Morán y el Área de Educacion de Ecologistas en
Acción (Libros en Acción, Madrid 2023).
[5] Luis González Reyes
entrevistado por Salvador López Arnal en Espai Marx, 5 de mayo de 2024; https://espai-marx.net/?p=15475
Sigue diciendo el autor: “Vivir
bien es satisfacer las necesidades humanas, no sólo la de subsistencia, sino
también otras como las de entendimiento, participación, libertad o protección.
La historia de la humanidad demuestra que esto se puede realizar de formas muy
distintas y con un consumo energético y material frugal. No caigamos en el
relato de que el pasado preindustrial fue el de una vida miserable, porque es
falso. Vamos a reducir nuestro consumo material y energético inevitablemente,
pero que esto se plasme en mejores o peores formas de vida no depende de esa
reducción, sino de las luchas sociales que alumbren unas formas u otras de
satisfacer nuestras necesidades.”
[6] Pablo Linde, “Sanidad
quiere poner cerco al exceso en el consumo de tranquilizantes”, El País, 9
de mayo de 2024.
[7] James Davies, Sedados, Capitán
Swing, Madrid 2021. El autor explica que la economía capitalista actual
necesita personas resilientes, optimistas, individualistas y, sobre todo,
económicamente productivas: todo el abordaje de la salud mental se ha
modificado radicalmente con el fin de satisfacer estas nuevas necesidades.
[8] Véase por ejemplo el
siguiente hilo de tuits de Hickel, el 18 de abril de 2022: “En primer lugar, y
lo más importante, el capitalismo se define por los cercamientos y la escasez
artificial. Los orígenes del capitalismo se encuentran en un esfuerzo
sistemático de las élites para restringir el acceso de las personas a los
bienes comunes y la subsistencia independiente, a fin de que dependan del
trabajo asalariado para sobrevivir. Durante los últimos quinientos años, esto
ha tomado la forma de privatización de bienes comunes, despojo forzoso,
destrucción de economías de subsistencia y, particularmente en las colonias,
hacer pagar impuestos a las personas en una moneda de la que no disponen para
inducirlas a buscar salarios en esa moneda… Esto continúa hoy, con los intentos
de garantizar una escasez artificial de acceso a bienes esenciales como
vivienda, atención médica, educación, movilidad, etc., bienes que podrían
proporcionarse muy fácilmente, con alta calidad, sobre una base pública
universal” (https://twitter.com/jasonhickel/status/1515977488110915587
).
Sobre
esto, más por extenso, Jason Hickel, Menos es más, Capitán Swing, Madrid
2023, p. 71 y ss., p. 247 y ss.
[9] Ernest Garcia, Ecología
e igualdad, Tirant Humanidades, Valencia 2021.
[10] Hickel, Menos es más,
op. cit., p. 51.



