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viernes, 1 de julio de 2016

2 poemas de LA MEMORIA ENCENDIDA de ELADIO MÉNDEZ




No todo fueron ejecuciones     


He tomado la firme decisión
de no volver a mencionar la palabra desahucio
en presencia de mi madre.

Cada vez que lo hago
percibo en su rostro una profunda tristeza.

Fueron días tristes, -me dice sollozando-,
amargos días en los que apenas recordaba
el cálido sabor de un sorbo de café
o el suave tacto sobre la piel de una toalla seca.

Aun recuerda el trémulo cuerpo de su padre
como una implosión de rabia contenida.

Cuánto hubiera dado en aquellos momentos
por ser hacha en vez de niña, me dice
apretando los puños y mordiéndose los labios
mientras una lágrima recorre su mejilla.

Hacha sí, hacha para asestar un golpe certero
sobre la mano que firmó tan injusta sentencia.

Era marzo de mil novecientos cuarenta y dos,
en lugar de fulgor de aguamarinas y fragancias de narcisos,
los idus ofrecieron dolor y desamparo.

Llovía cuantiosamente, como dios manda,
porque en aquella época dios mandaba de cojones.

Veintiún días con sus noches,
sus relámpagos, truenos y su agua persistente.

Ese agua, que siete criaturas desahuciadas
maldecían como sólo los sintechos saben maldecir,
soportando la intemperie bajo una raída lona,
obtenida no precisamente por caridad cristiana.

No, no todo en la posguerra fueron ejecuciones,
de hecho, mi madre,

vivió para narrarme aquel siniestro crimen.





Jornalero           


Rasga el sol la oscuridad
el sueño, corta el reloj,

el hambre rompe el ayuno,
la dignidad el patrón. 



Eladio Méndez. La memoria encendida. Ed. Amargord, 2016

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