documentos de pensamiento radical

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lunes, 2 de diciembre de 2024

OBSERVANDO LA LAVADORA GIRAR


 

 

 Y bajo los
adoquines,

los
adoquines.
Antonio Orihuela


Observando la lavadora girar,
a mí en el reflejo
de la lavadora girar,
me pregunto si seré yo
                              o
                     no

un hombre detrás de un hombre
detrás,

persiana
en la persiana de la
Historia, calma
subacuática,
atasco de
impresora,
a la izquierda, a la derecha
de un libro imaginario,
otro.

Terriblemente en el
pasado, ociosamente en el
futuro
la ola en la ola
se reconoce.

 

 

Luis Alemañ. El número que ha marcado no existe. Ed. La isla de Siltolá, 2024.

domingo, 1 de diciembre de 2024

Canto III: El vuelo de la flecha verde



Interrumpir la noria

y bajar de nuevo a los ríos

silbando por arroyuelos

que se llenan de más gentes



Y entonces sí preguntarnos colectivamente



¿Y si saliéramos de las cloacas

con los intestinos puestos del revés

y los calcetines empapados

de corazones boquiabiertos?



¿Y si de golpe cerráramos

todos nuestros féretros

de manera que no fuéramos

una competición de zombies?



¿Y si dejáramos de ser herida

tras cada mantel

avizorar peldaños de humedad

por encima de tanta escalera mecánica?



¿Y si todos acogiéramos

como mantel de cada día

tan sólo ansias de briznas

tan sólo migas de pan

tan sólo y tan llenos

de suspiros de sexo

y de racimos de tristeza

de ésa que sobreviene en el mar

y nos incita a abrazarnos?



¿Y si los hombres

nos tornásemos almendros

con su boca blanca

y su lengua primaveral

inesperadamente en medio

de este suelo cada vez

más seco e invernal?



¿Y si dejáramos al viento

hacer su misión de viento

que nos diera besos y más besos

y no supiéramos cuál fuese

la última boca

que nos habría de besar?



Te invitaría a bajar a los ríos

como primera declaración rebelde

cantar la alegría junto a pequeñas

y redondeadas piedras

es allí donde reside la canción

de todas las aguas



A los ríos se baja también

por nuestros andamios metálicos

a poco que hagamos de cada descenso

una hendidura en el aire

donde acoger otras flechas verdes



No hay que rezar

pero también aproximar las manos

a la persona que encuentra sagrado

el mundo compartido



Se precisan dedos ciegos

que aprendan a tocar de nuevo

canciones epidérmicas

para las que el dinero aún

no haya inventado una cáscara de PVC



Hay humedad por todas partes

pero el agua siempre

está en ese secreto fondo de nuestras cosas



Porque los ríos y el musgo por venir

siguen gritándonos como

naturaleza fiel y extensa de nosotros y nosotras



Gira, danza, nos enreda y salta:

la Naturaleza

malabarista de millones de especies

no sabe huir

ni bajar sus brazos

ni dejar de acurrucarnos



Ella es la gran flecha verde



A poco que nos alejamos

de las fiebres de cemento

nos persiguen los bosques

y con ello se empapan las cordilleras

los pájaros remasterizan sus trinos

y recrean nuevos comederos

hambre de hierba muestra la tierra



Todo esto cuando la humanidad enferma

y se amordaza

cuando una ciudad se convierte

en una colección de pasillos abandonados

en un huérfano hospital



Lo hemos visto y escrito

en el mapa de un confinamiento

lo hemos escuchado

bajo la lluvia ausentada y bajo la lluvia desbocada

bajo la fiebre causada por un petróleo escaso

bajo el giro espacial de una chatarra alérgica a la comunidad humana

y a pesar de todo

no hemos desamueblado la casa

e invidentes seguimos plantando

más flores de plástico



La naturaleza

liberada de su especie opresora

gritó su tregua:

coliflores y repollos ampliaron sus diálogos

con hierbas recién llegadas

y con su vecindario habitual

de artesanos microorganismos

se recuperaron los mejores milenios

comentan los más viejos insectos

desde la última glaciación que dio paso

a la colonización de la tierra por la azada



No, definitivamente, no somos

una especie maltratada y sin antecedentes



Sucede tan sólo que la naturaleza

contempla su vientre como un

estado de revolución permanente

animando a las especies a ensamblar

sus precarias vidas



Y nosotros hemos dicho que “no”

hemos pensado que podríamos decir “no”

a la gramática que pronuncia frágilmente

nuestra propia existencia



La naturaleza no abandona:

somos nosotros los abandonados

por nosotros mismos



Destensarnos:

para que su arco vuelva a tensarse sobre nosotras y nosotros



Recuperar el común pájaro

que fuimos

y que silbaba sobre su cuerda



Ser de nuevo una nube de bacterias inquietas



Todas a una como flecha verde que cuestiona

su elementalidad más mineral:



¿Dónde hallar el brío del vivir

el que no somete a quien viaja al lado?

¿Dónde las mesas para almorzar mañana

las que se expanden con sus comensales?

¿Dónde las tenazas que cercenan

el susurro y la tiranía de las cadenas?

¿Dónde las raíces

de todas y todos para vivir sociedades en paz

cuidadoras

fraternas?



Aún podemos observar

algunos murciélagos mordiendo tejados

la fruta aún verde

y las hormigas caminando atónitas

tras el eco escaso de una gota de aguacero



Walt Disney comienza a callar su voz

ante las cuerdas vocales de tanto peatón

que comienza a odiar los conejos nucleares



Flechas verdes vienen

desde cualquier rama próxima

se olvidaron de la diana aprendida

y nacen volviendo hacia nuestro corazón

ajeno a los números extinguibles



Su ingravidez proviene del amor

por los sueños con manteles por debajo

se impulsan desde los rincones que escapan

a sus lenguas de diamantes



Sus certezas son claras

como sus reflejos verdiazulados:

el tomate que llega a ser viejo

la ganadera enraizada en su monte

el carpintero enfrentando la franquicia de turno

las flechas que abandonan los cables de alta tensión



Porque toda herida congrega su cicatriz

todo glóbulo ansía su sangre

todo amanecer convoca a un día de dicha



Hay manos en cada hueco

que deja un anónimo ahogado





La gran herida se expande

y con ella

el temblor humano que la desafía





No basta tener una sed incómoda

ni aprehender la belleza del agua que pasa:

hay que recuperar la libertad del enjambre



Mi piel es mineral liviano

mi alma medio quemada

es piedra que procede

de la amabilidad

de los fuegos inmemoriales



Trato de ser casa para cualquier nuevo musgo

y dientes de pan cuando descanso

frente a nuestros asaltados trigales



Y te digo con paciencia y humildad

no quieras encontrar una autopista

pues el petróleo carece ya de notas musicales

mejor escuchar la burbuja disidente

el agua empujando a un aire que huye

el mamífero que huye del matadero



Busca nacer entre tus propios gestos



Rompamos filas y hagamos barro

desabotonemos nuestra camisa de entierros

digamos no

desmenucemos la luz para no ocultar

nuestros cálidos días

seamos sí

escondamos nuestros cajones

bajo el incendio necesario de sus armarios

procedamos a resucitarnos

junto a los vivos:

no es momento de decir

que no sabes hacer un pan

o amasar un abrazo

no te pregunto por tu profesión

ni por tu condición de víctima

si no por tu voluntad para

emprender el aleteo primero

de unas alas recién asomadas a su paisaje



Tan sólo recoge unos granos

ve a por la presentida agua

porque faltan gestos para nacer

tan sólo ven y construye

una mesa con otras manos



No es poco ni es un mundo

este agitar de mis aguas:

es una revolución personal y escueta

porque no soy el enfermero del mundo

y de cualquier enfermo o enferma

apenas comparto la cama

en la gran herida que arde



Yo salgo al huerto

y sé que lloverán caquis y cerezas

a lo largo del año

habrá al menos algún hostal

y algún solsticio

que me incline un vello solar

hacia mis entrañas



Visitaré decenas de veces

y me saludará el señor cajero

y me despedirá con amables

contables

y capitalistas adioses



Yo no estoy bajo los escombros

no soy la axila de la ahogada

ni el hambre insaciable de un tanque sobre Gaza

ni un lago consumido en el Chad

ni Berta Cáceres imperturbable

ni el inmolado Mohamed Bouazizi



No estoy ahí

pero afortunadamente me confirma

mi atardecer

que yo no soy dios

ni el chico-cohete lanzado al espacio

ni tampoco el chico-olivo

que podía retorcerse

y esconderse

entre sus propias sombras



Abro mi boca

para reclamar nuestro oxígeno

y salen mis manos

a buscar nuevos surcos



Desencorvo mi pelvis

en pequeños hospitales

hechos de ecopoesía



No pude nunca acudir

a un hipódromo a ver correr

mis versos

No concurso

no escribo sobre premios



Soy apenas

el intento de revolución

serena y apresurada

de mí mismo

la brizna herida

de un posible mamífero



Pero aún sí pervive en mí

el deseo de un color encendido

imagino un torrente enrojecido

en mi sangre universal

y a tientas percibo

un camino posible



Los ojos son la pupila del tacto

cuando el aire está vivo y es limpio



Los tulipanes y las cerezas

inflaman con sus pistilos

y sus labios de azúcar

aleteos confusos

y amígdalas lejanas



El campo siempre

es lo primero que vemos

no sus hierbas menudas y concretas



Los colores mudan

los acentos quedan



Aleteo en los territorios

en los que puedo posarme

para que las alas y las flechas

vuelvan a revolotear en mí 

 

 

Ángel Calle. Revoluciones naturales. Ed. La Imprenta, 2024