Interrumpir la noria
y bajar de nuevo a los ríos
silbando por arroyuelos
que se llenan de más gentes
Y entonces sí preguntarnos colectivamente
¿Y si saliéramos de las cloacas
con los intestinos puestos del revés
y los calcetines empapados
de corazones boquiabiertos?
¿Y si de golpe cerráramos
todos nuestros féretros
de manera que no fuéramos
una competición de zombies?
¿Y si dejáramos de ser herida
tras cada mantel
avizorar peldaños de humedad
por encima de tanta escalera mecánica?
¿Y si todos acogiéramos
como mantel de cada día
tan sólo ansias de briznas
tan sólo migas de pan
tan sólo y tan llenos
de suspiros de sexo
y de racimos de tristeza
de ésa que sobreviene en el mar
y nos incita a abrazarnos?
¿Y si los hombres
nos tornásemos almendros
con su boca blanca
y su lengua primaveral
inesperadamente en medio
de este suelo cada vez
más seco e invernal?
¿Y si dejáramos al viento
hacer su misión de viento
que nos diera besos y más besos
y no supiéramos cuál fuese
la última boca
que nos habría de besar?
Te invitaría a bajar a los ríos
como primera declaración rebelde
cantar la alegría junto a pequeñas
y redondeadas piedras
es allí donde reside la canción
de todas las aguas
A los ríos se baja también
por nuestros andamios metálicos
a poco que hagamos de cada descenso
una hendidura en el aire
donde acoger otras flechas verdes
No hay que rezar
pero también aproximar las manos
a la persona que encuentra sagrado
el mundo compartido
Se precisan dedos ciegos
que aprendan a tocar de nuevo
canciones epidérmicas
para las que el dinero aún
no haya inventado una cáscara de PVC
Hay humedad por todas partes
pero el agua siempre
está en ese secreto fondo de nuestras cosas
Porque los ríos y el musgo por venir
siguen gritándonos como
naturaleza fiel y extensa de nosotros y nosotras
Gira, danza, nos enreda y salta:
la Naturaleza
malabarista de millones de especies
no sabe huir
ni bajar sus brazos
ni dejar de acurrucarnos
Ella es la gran flecha verde
A poco que nos alejamos
de las fiebres de cemento
nos persiguen los bosques
y con ello se empapan las cordilleras
los pájaros remasterizan sus trinos
y recrean nuevos comederos
hambre de hierba muestra la tierra
Todo esto cuando la humanidad enferma
y se amordaza
cuando una ciudad se convierte
en una colección de pasillos abandonados
en un huérfano hospital
Lo hemos visto y escrito
en el mapa de un confinamiento
lo hemos escuchado
bajo la lluvia ausentada y bajo la lluvia desbocada
bajo la fiebre causada por un petróleo escaso
bajo el giro espacial de una chatarra alérgica a la comunidad humana
y a pesar de todo
no hemos desamueblado la casa
e invidentes seguimos plantando
más flores de plástico
La naturaleza
liberada de su especie opresora
gritó su tregua:
coliflores y repollos ampliaron sus diálogos
con hierbas recién llegadas
y con su vecindario habitual
de artesanos microorganismos
se recuperaron los mejores milenios
comentan los más viejos insectos
desde la última glaciación que dio paso
a la colonización de la tierra por la azada
No, definitivamente, no somos
una especie maltratada y sin antecedentes
Sucede tan sólo que la naturaleza
contempla su vientre como un
estado de revolución permanente
animando a las especies a ensamblar
sus precarias vidas
Y nosotros hemos dicho que “no”
hemos pensado que podríamos decir “no”
a la gramática que pronuncia frágilmente
nuestra propia existencia
La naturaleza no abandona:
somos nosotros los abandonados
por nosotros mismos
Destensarnos:
para que su arco vuelva a tensarse sobre nosotras y nosotros
Recuperar el común pájaro
que fuimos
y que silbaba sobre su cuerda
Ser de nuevo una nube de bacterias inquietas
Todas a una como flecha verde que cuestiona
su elementalidad más mineral:
¿Dónde hallar el brío del vivir
el que no somete a quien viaja al lado?
¿Dónde las mesas para almorzar mañana
las que se expanden con sus comensales?
¿Dónde las tenazas que cercenan
el susurro y la tiranía de las cadenas?
¿Dónde las raíces
de todas y todos para vivir sociedades en paz
cuidadoras
fraternas?
Aún podemos observar
algunos murciélagos mordiendo tejados
la fruta aún verde
y las hormigas caminando atónitas
tras el eco escaso de una gota de aguacero
Walt Disney comienza a callar su voz
ante las cuerdas vocales de tanto peatón
que comienza a odiar los conejos nucleares
Flechas verdes vienen
desde cualquier rama próxima
se olvidaron de la diana aprendida
y nacen volviendo hacia nuestro corazón
ajeno a los números extinguibles
Su ingravidez proviene del amor
por los sueños con manteles por debajo
se impulsan desde los rincones que escapan
a sus lenguas de diamantes
Sus certezas son claras
como sus reflejos verdiazulados:
el tomate que llega a ser viejo
la ganadera enraizada en su monte
el carpintero enfrentando la franquicia de turno
las flechas que abandonan los cables de alta tensión
Porque toda herida congrega su cicatriz
todo glóbulo ansía su sangre
todo amanecer convoca a un día de dicha
Hay manos en cada hueco
que deja un anónimo ahogado
La gran herida se expande
y con ella
el temblor humano que la desafía
No basta tener una sed incómoda
ni aprehender la belleza del agua que pasa:
hay que recuperar la libertad del enjambre
Mi piel es mineral liviano
mi alma medio quemada
es piedra que procede
de la amabilidad
de los fuegos inmemoriales
Trato de ser casa para cualquier nuevo musgo
y dientes de pan cuando descanso
frente a nuestros asaltados trigales
Y te digo con paciencia y humildad
no quieras encontrar una autopista
pues el petróleo carece ya de notas musicales
mejor escuchar la burbuja disidente
el agua empujando a un aire que huye
el mamífero que huye del matadero
Busca nacer entre tus propios gestos
Rompamos filas y hagamos barro
desabotonemos nuestra camisa de entierros
digamos no
desmenucemos la luz para no ocultar
nuestros cálidos días
seamos sí
escondamos nuestros cajones
bajo el incendio necesario de sus armarios
procedamos a resucitarnos
junto a los vivos:
no es momento de decir
que no sabes hacer un pan
o amasar un abrazo
no te pregunto por tu profesión
ni por tu condición de víctima
si no por tu voluntad para
emprender el aleteo primero
de unas alas recién asomadas a su paisaje
Tan sólo recoge unos granos
ve a por la presentida agua
porque faltan gestos para nacer
tan sólo ven y construye
una mesa con otras manos
No es poco ni es un mundo
este agitar de mis aguas:
es una revolución personal y escueta
porque no soy el enfermero del mundo
y de cualquier enfermo o enferma
apenas comparto la cama
en la gran herida que arde
Yo salgo al huerto
y sé que lloverán caquis y cerezas
a lo largo del año
habrá al menos algún hostal
y algún solsticio
que me incline un vello solar
hacia mis entrañas
Visitaré decenas de veces
y me saludará el señor cajero
y me despedirá con amables
contables
y capitalistas adioses
Yo no estoy bajo los escombros
no soy la axila de la ahogada
ni el hambre insaciable de un tanque sobre Gaza
ni un lago consumido en el Chad
ni Berta Cáceres imperturbable
ni el inmolado Mohamed Bouazizi
No estoy ahí
pero afortunadamente me confirma
mi atardecer
que yo no soy dios
ni el chico-cohete lanzado al espacio
ni tampoco el chico-olivo
que podía retorcerse
y esconderse
entre sus propias sombras
Abro mi boca
para reclamar nuestro oxígeno
y salen mis manos
a buscar nuevos surcos
Desencorvo mi pelvis
en pequeños hospitales
hechos de ecopoesía
No pude nunca acudir
a un hipódromo a ver correr
mis versos
No concurso
no escribo sobre premios
Soy apenas
el intento de revolución
serena y apresurada
de mí mismo
la brizna herida
de un posible mamífero
Pero aún sí pervive en mí
el deseo de un color encendido
imagino un torrente enrojecido
en mi sangre universal
y a tientas percibo
un camino posible
Los ojos son la pupila del tacto
cuando el aire está vivo y es limpio
Los tulipanes y las cerezas
inflaman con sus pistilos
y sus labios de azúcar
aleteos confusos
y amígdalas lejanas
El campo siempre
es lo primero que vemos
no sus hierbas menudas y concretas
Los colores mudan
los acentos quedan
Aleteo en los territorios
en los que puedo posarme
para que las alas y las flechas
vuelvan a revolotear en mí
Ángel Calle. Revoluciones naturales. Ed. La Imprenta, 2024
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