(Sobre “ARIFALOSCOPIOS” de Rafael Alcalá, Amazon, 2025)
Otro nuevo y substancioso libro de Rafael Alcalá que tengo la suerte de tener ante mis ojos. Como continuación o remate de su anterior libro “Por el quicio del viento” de 2022, que tuvo el detalle amable y la prueba de amistad de dedicarme. Por lo visto, a Rafael no le gusta que estos textos suyos sean llamados greguerías o aforismos, por lo que recurre a llamarlos “arifaloscopios”, aludiendo a una composición musical creada por él y el pianista Francisco González Ariza.
Me llamó la atención el hecho de que aquel libro lo iniciara con el aforismo1 que dice: “Las secuoyas son las primeras criaturas que peinan el alba” y este actual lo remate titulándolo “a modo de epílogo”, con el 255, que dice: “Una verdad como el bombín de una secuoya: La mejor venganza es ser feliz.”
No sé si esta coincidencia la buscó el poeta adrede o ha sido una curiosa casualidad. Lo cierto es que entre aquella y esta secuoya, acogiéndose a sus sombras, el poeta nos ofrece todo un mundo de sugerencias donde aparecen, situaciones, estados de ánimo, hipérboles, ciertos ecos retóricos, juegos con lo absurdo, consejos psicológicos, imágenes, opiniones en torno al amor:
90 “Si deseas alterar el orden de tu cerebro, bebe con lentitud el amor”
a la vida y a la muerte, la belleza, o la vejez:
161”La angustia del anciano no es la edad, sino la incertidumbre: el cuando…”
la ironía:
160 “No des los buenos días si no quieres que te miren como a un verdoso alienígena”
o, en algunos casos, podríamos decir que recurre a la “guasa”, como en el aforismo
17 “No por ser viejo no pinta nada. Las puertas de su casa lo avalan”.
Rafael divide el libro en una primera parte, de sentencias breves (de un solo renglón, como según algunos deben ser) y otra segunda, con párrafos más alargados, como pretendiendo ser más nítidos, que él signa con el abstracto título “Arifaloscopios alunizados tras la gran tormenta”. De todos modos, todo el libro contiene constantes latidos del corazón del poeta, verdades que se nos ponen delante, secuelas que nos persiguen, preocupaciones que nos tienen en vilo; vida, vida, con todos sus avíos.
Está claro, cada vez más claro, que leer a Rafael enriquece el alma, porque es un poeta íntegro, preocupado por sus congéneres e intensa y profundamente humano. No me extraña que haya elegido la secuoya, porque es el más imponente y alto de los seres vivos.
Juan
Sebastián
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