documentos de pensamiento radical

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martes, 25 de mayo de 2010

EL ROMPEOLAS






mi padre
se levanta temprano cada mañana
para ir a nadar
para ir a nadar
a la piscina municipal en invierno
y a la mar del cantábrico en verano

él se cree que así
me comenta mi madre, escéptica
no se va a morir nunca

desde la ventana del estudio
donde me encierro a escribir
desde por la mañana temprano
y durante las cuatro estaciones
puedo ver la playa de mi padre
la arena que está pisando
y si tuviese a mano unos prismáticos
y forzara un poco la vista
podría, incluso, verle a él

hace tiempo, años, que no le veo
ni hablo con él
ni siquiera por teléfono

pero cuando luego
retiro mi frente del cristal
y acerco la silla
apoyo los codos sobre la mesa
y empiezo a escribir
lo hago con la confianza
y seguridad
del que se sabe
con las espaldas protegidas:

su padre está ahí afuera,
nadando
y no se va a morir nunca



David González Algo que declarar (Bartleby Editores, Madrid, 2007).

1 comentario:

  1. Qué romántica visión. Supongo que los hijos protegemos al final a los padres y su figura, casi tanto como ellos a nosotros.

    Por desgracia no sólo se mueren, sino que, y esto es fundamental, se les necesita a nuestro lado; sobre todo cuando aún somos infantes (pero siempre); para hablar, reir, escucharnos, compartir preocupaciones o juegos, tiempo, ruido, silencio, miedos.... Se les necesita vivos y a nuestro lado. A NUESTRO LADO, en cuerpo y alma.
    Aunque reconozco que, a veces, ciertos padres estarían mejor lejos.

    Si no, la tristeza de su lejanía nos acompañará siempre; y su ausencia nos dejará cojos.
    Seremos, en el mejor de los casos, almas de oro con pies de barro.

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