documentos de pensamiento radical

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jueves, 13 de febrero de 2014

POESÍA, POP Y CONTRACULTURA EN ESPAÑA

 

  

 

Antonio Orihuela: “Poesía, pop y contracultura en España”.

Berenice, 2013. 144 páginas
La efervescente explosión cultural contracultural de los años sesenta y setenta tuvo en España un eco un tanto apagado y tardío, pero también aportó sus otras formas de realizar y de reclamar la vida, coincidentes con el final de la dictadura franquista y con la reformulación del capitalismo. A este conjunto de autores y colectivos, sus sueños, sus desilusiones y sus contradicciones, dedica estas páginas Antonio Orihuela.
Orihuela realiza un análisis de este período histórico, de los procesos sociales que generan unas formas y unos movimientos sociales ligados a la sociedad del espectáculo. Señala pautas generales del comportamiento social y cultural, la creación y consolidación del Arte de Masas, todo ello condicionando por la producción industrial. La simultaneidad y la inmediatez son los principales valores del arte contemporáneo, consecuencia de la ideología de la posmodernidad, y que, no por casualidad, tienen en el spot publicitario su máximo exponente. Así, la exigencia de perpetua novedad determinará las manifestaciones culturales y artísticas de las últimas décadas del siglo XX. La cultura se reconduce al ocio consumible, y se liga irremediablemente la producción cultural a intereses económicos y estrategias de mercadotecnia.
Pero colectivos e individualidades artísticas han tratado de construir antagonismo, han buscado cómo abandonar esas dinámicas y operar al margen (no siempre con una intención de transformación revolucionaria, sino también de pura autorrealización hedonista) que, según Antonio Orihuela, “no cambiaron el mundo pero que sirvieron para que otros imaginarios se inscribieran en el mundo y para que cambiara, eso sí, la misma idea de Arte (…) y pensar nuestras vidas de otra forma, al margen de la versión oficial de los hechos”.
De toda esa multiplicidad de formas, Orihuela concluye: “Al final, fue la cultura del espectáculo quien parasitando el imaginario contracultural lo impulsó, aunque desactivado de sus valores y transformado en mercancía (…). Es lo que sucede cuando una revolución cultural  no se apoya en una revolución social”.
El autor traza una panorámica a nivel internacional antes de elaborar una perspectiva global de España y, finalmente, adentrarse pormenorizadamente en distintas disciplinas artísticas y colectivos y creadores concretos. Así, en esta obra, se acumulan las referencias, que permiten conocer numerosas propuestas poco conocidas, que conviven con otras más difundidas. Abundantes imágenes de poemas visuales, acciones poéticas, portadas de discos, revistas, fotografías de conciertos, jornadas culturales, etc., acompañan el texto, y permiten acercarse también al componente estético de estas expresiones. Orihuela se centra en la poesía experimental y en la música popular, aunque se detiene también en los vínculos del mundo del “rollo” con la reconstrucción del movimiento libertario y termina adentrándose en el terreno del análisis de los vínculos entre las drogas (especialmente la heroína) y el control social. Al respecto de la poesía (no olvidemos el imprescindible Archivo de poesía experimental. Cronología 1946-2006 que Orihuela publicó hace un pocos años), este autor resuelve que “no puede ser inscrita dentro de un movimiento de vanguardia” debido a la desconexión con los movimientos rupturistas internaciones y a que aquí se desarrollan sus prácticas afines “como una confusa moda basada en la alteración de los códigos (lingüísticos, sintácticos) y el campo semántico”. Al respecto, Orihuela destaca su contenido político inocuo desde el punto de vista contestatario, que fue lo que permitió que se apoyara y se promocionara desde el Poder. Con todo, el autor no construye un mero repertorio, sino que sabe desarrollar la relación sociopolítica de estas propuestas con su caracterización y su exposición historiográfica. Así, también incluye reflexiones generales y teóricas sobre la contracultura, a la que califica de “otra ilusión más con la que subvertir el problema de la insatisfacción identitaria que nos acompaña en tanto seres sociales”. Sin embargo, “esa ilusión es la que ha dado existencia real a las subculturas en tanto imaginarios, artefactos y conductas donde se han expresado las contradicciones que permanecen ocultas o sin resolver en nuestra sociedad”. Y es que Orihuela es plenamente consciente, y de ahí su continua alerta sobre ello, de la facilidad con la que el sistema fagocita la contracultura y la reconfigura de acuerdo con su modelo de consumo.
En definitiva, retrato y análisis se combinan en este interesante y sugerente volumen, que abre puertas para la reflexión sobre las prácticas culturales actuales, y también para su subversión.



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