documentos de pensamiento radical

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domingo, 24 de agosto de 2014

A PROPÓSITO DE LA LIBERTAD del prólogo de ALBERTO GIL-ALBERT al libro NOTAS A PIE DE E.T.A. de DAVID BOBIS






A propósito de la libertad. Hay algunas cosas que no pueden ser dichas por cualquiera, palabras que no podemos pronunciar todos.   Ya se sabe que el infierno es contagioso y que el Mal alcanza al Bien y lo aniquila. Sobre eso habla Bobis.  De lo impronunciable que resulta el horror cuando se encuentra a la altura de la boca.  De lo tortuoso que supone hablar de la iniquidad cuando se hace desde la memoria del hombre de bien.  Todos queremos ajustar las cuentas a nuestros recuerdos, al miedo, a la vergüenza. Todos queremos evitar que el crimen nos alcance, que nos haga responsables de la alevosía con la que otros actuaron.   No hubo buenos, aunque los malos fueron apareciendo ante nuestro rostro no solo con capuchas y anagramas de serpientes, sino también con trajes de probos funcionarios y tricornios de guardia civil. No hubo buenos pero si víctimas.  No hubo buenos, pero si crónicas de sangre. Luego aparecen las banderas, los vivas a España y el victimario del brazo en alto.  Todo se confunde, nada esta claro y es a partir de ese momento en el que la libertad empieza a morir.   ¿Ellos han sido derrotados? ¿Nosotros somos los vencedores? ¿La democracia prevalece frente al terror? ¿Sí?
Bueno, sobre estas dudas habla Bobis.
Hemos vencido, sí, al horror. El precio que hubo que pagar fue, esta siendo, muy alto.    Hoy en España se condena por delitos de opinión,  se imponen multas por asistir a manifestaciones, se maltrata en centros de internamiento para extranjeros, la policía  mata a golpes en la calle,  se disparan balas de goma contra jóvenes que nadan para entrar en España, se indulta a torturadores, se suprimen por ley derechos de las mujeres... Pero a cambio ¿Qué?  También sobre ello habla Bobis.
David es un poeta maduro y decir eso de un autor que no alcanza la treintena puede resultar chocante.  Su poesía está experimentada, responde al principio del ensayo y el error, (“pregunta desde el cementerio/¿cómo ausentarme/de mí mismo?”).    David Bobis escribe haciendo fotografías de lo que dice.  Su exposición es afilada o puntiaguda, hiere los ojos cuando se lee porque no cede terreno, ni un centímetro,  a la descripción. Todo lo que se dice esta sugerido y todo lo sugerido queda dicho.  Ata cabos y todos sus poemas tienen nudos.   Los nudos se enroscan en la cornamusa de los recuerdos y se confeccionan arboladuras para impulsar con  el viento de lo vivido nuestra reflexión por el proceloso océano de la conciencia.
Lo que dice Bobis no lo puede decir cualquiera, él sí.  Porque su mundo está cercano a lo sucedido, él sí puede ser forense, diseccionador, destripador del crimen. Él puede hacer justicia a sus recuerdos a través de notas a pie de página y de paso facilitarnos el tránsito por la memoria a los que por edad  vivimos desde el comienzo esa locura que fue (hoy si creo que podemos decir que fue) la historia de ETA y la inmoralidad con la que en muchas ocasiones fue combatida. Su valor, el valor de Bobis, está precisamente en ello; en la ética de la poesía y no tanto en su estética, en el metal noble de sus versos obtenido en crisol de la palabra.
Eta en Euskara es una conjunción copulativa, es el vínculo entre frases y palabras, es la unión de los adjetivos.    Parece que sintéticamente puede ser el puente entre nuestro pasado y aquello que venga.  Es lo que conjuga lo peor de nosotros mismos con nuestra conciencia, el nacionalismo con el socialismo en una explosiva mezcla, la épica con la más cruel de las cobardías.  La memoria permite reparar a las víctimas, la misma memoria, por cierto, que se niega a las víctimas de otros crímenes fraternalmente unidos en su génesis a los de ETA.  Pero queda otra labor por hacer, esa que intenta Bobis con sus poemas, la de La elegía en Portbou de Crespo Masieu. Imponernos la obligación de la dignidad, de la alteridad reflexiva, el reconocimiento propio de las víctimas, la conciencia de que cuando a nuestro lado torturan golpean o asesinan a un semejante, también nosotros somos torturados, golpeados o asesinados, por el contrario cuando volvemos la cara y cerramos los ojos también nosotros somos verdugos.  Siempre recordaré las palabras de mi padre, quien por cierto se enfrento también a aquel horror desde su condición de fiscal, cuando tras el asesinato del ingeniero Ryan y de la muerte por torturas de José Arregui en 1981, yo tenía veintiún años,  me dijo, “Espero que no seamos los mismos monstruos”.
En esa batalla andamos y solo desde la metálica conciencia que nos inyecta la poesía de gente como Bobis,  podremos ver el mundo nuevo.


Alberto Gil-Albert
Fotografía de Cristina García Rodero

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