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miércoles, 19 de enero de 2011
UN CONTEMPORÁNEO DEL SIGLO XVI. ÉTIENNE DE LA BOÉTIE. DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA
Pobres gentes miserables, pueblos insensatos, naciones empecinadas en vuestro mal y ciegas a vuestro bien! Os dejáis quitar bajo vuestras miradas lo mejor y la mayor parte de vuestra renta, os dejáis saquear vuestros campos, robar y hurtar vuestras casas de los antiguos muebles de vuestros antepasados!
Vivís de tal modo que ya nada es vuestro. Parece ser que miráis ahora como una gran suerte que tan solo se os deje la mitad de vuestros bienes, de vuestras familias, de vuestras vidas.
Y todos esos desastres, esas desgracias, esta ruina, no proceden de enemigos aunque ciertamente del enemigo, de ese mismo al que habéis convertido en lo que es, por el que vais valientemente a la guerra, y para la grandeza del mismo al cual ni siquiera negáis ofreceros vosotros mismos a la muerte.
Este dueño, sin embargo, tan solo tiene dos ojos, dos manos, un cuerpo y nada más de lo que pueda tener el último de los habitantes de ese infinito número de nuestras ciudades. Lo que tiene de más, son los medios que vosotros le proporcionáis para destruiros.
De dónde saca esos ojos que os espían, si no es de vosotros? Cómo es que tiene tantas manos para golpearos, si no es cogiendo las vuestras? Los pies con los que pisa vuestras ciudades no son acaso los vuestros? Tendrá algún poder sobre vosotros que no proceda de vosotros mismos? Cómo podría someteros sin vuestro acuerdo? Qué mal podría haceros, si no fuerais los cobijadores del ladrón que os roba, los cómplices del asesino que os mata y los traidores de vosotros mismos? Sembráis vuestros campos para que los devaste, amuebláis y llenáis vuestras casas para sus saqueos, educáis a vuestras hijas para que pueda satisfacer su lujuria, alimentáis a vuestros hijos para que los convierta en soldados en el mejor de los casos, para que los lleve a la guerra, a la carnicería, convirtiéndolos en ministros de sus ambiciones y en ejecutores de sus venganzas. Os usáis y agotáis para que pueda revolcarse en sus delicias y en sus sucios placeres. Os debilitáis para que sea más fuerte, y para que sostenga con más rudeza la corta correa. Y tantas dignidades que las bestias mismas no soportarían si las sintieran, podríais liberaros si probaseis, no simplemente haciéndolo, sino con tan solo quererlo.
Resolveros a no servir más, y os encontraréis libres. No os pido que le empujéis, que le derroquéis, tan solo dejar de sostenerle, y veréis igual que un gran coloso al que se ha pulverizado la base, como cae por su propio peso y se rompe.
Etienne de la Boétie. Discurso de la servidumbre voluntaria. Tecnos. Madrid, 2007.
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