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viernes, 11 de marzo de 2011

FERNANDO DE ROJAS ANTES QUE LA BOTIE: CONTRA LA SERVIDUMBRE




...éstas que sirven a señoras ni gozan deleite, ni conoscen los dulces premios de amor. Nunca tratan con parientas, con iguales a quien puedan hablar tú por tú, con quien digan ¿qué cenaste? ¿estás preñada? ¿cuántas gallinas crías? lIévame a merendar a tu casa; muéstrame a tu enamorado; ¿cuánto ha que no te vida? ¿cómo te va con él? ¿quiénes son tus vecinas? y otras cosas de igualdad semejantes. ¡Oh, tía! ¡Y qué duro nombre, y qué grave y soberbio es señora continuo en la boca! Por esto me vivo sobre mí, desde que me sé conoscer; que jamás me precié de llamarme de otra, sino mía. Mayormente destas señoras que agora se usan: gástase con ellas lo mejor del tiempo, y con una saya rota de las que ellas desechan pagan el servicio de diez años. Denostadas, maltratadas las traen, cantina sojuzgadas, que hablar delante dellas no osan; y cuando ven cerca el tiempo de la obligación de casallas, levántanles un caramillo, que se echan con el mozo o con el hijo, o pídenles celos del marido, o que meten hombres en casa, o que hurtó la taza, o perdió el anillo; dánles un ciento de azotes, y échanles la puerta afuera, las haldas en la cabeza, diciendo: ¡Allá irás, ladrona, puta! No destruirás mi casa y honra. Así que, esperan galardón, sacan baldón; esperan salir casadas, salen amenguadas; esperan vestidos y joyas de boda, salen desnudas y denostadas. Estos son sus premios, éstos son sus beneficios y pagos; obüganse a darles marido, quítanles el vestido; la mejor honra que en sus casas tienen, es andar hechas callejeras, de dueña en dueña, con sus mensajes a cuestas. Nunca oyen sus nombres propios de la boca dellas, sino puta acá, puta acullá. ¿A dó vas, tiñosa? ¿qué heciste, bellaca? ¿por qué comiste esto, golosa? ¿cómo fregaste la sartén, puerca? ¿por qué no limpiaste el manto, sucia? ¿cómo dijiste esto, necia? ¿quién perdió el plato, desaliñada? ¿cómo faltó el paño de manos, ladrona? A tu rufián le habrás dado, malvada. Ven acá, mala mujer, la gallina habada no paresce; pues búscala presto, si no, en la primera blanca de tu soldada la contaré. Y tras esto mil chapinazos, pellizcas, palos y azotes. No hay quien las sepa contentar; no quien pueda sufrirlas. Su placer es dar voces, su gloria reñir; de lo mejor hecho, menos contentamiento muestran. Por esto, madre, he querido más vivir en mi pequeña casa, exenta y señora, que no en sus ricos palacios sojuzgada y captiva.

Fernando de Rojas. la Celestina

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