documentos de pensamiento radical

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lunes, 22 de agosto de 2011

LA FIESTA GRIEGA





Los males griegos encontrarán solución cuando dejen de ser precisamente eso, griegos.

Para evitar mimetismos incongruentes, hemos de acercarnos a la realidad griega actual y hacernos una idea del país. Lo primero que llama la atención es que de los 11’2 millones de habitantes, cinco pertenecen a la conurbación de Atenas y algo más de uno a la de Salónica. Patras, la tercera conurbación griega, apenas tiene 250.000 habitantes, con lo cual la situación queda bastante simplificada por el enorme desequilibrio territorial: lo que sucede en Grecia, sucede ante todo en Atenas y Salónica. El resto es campo y turismo. En efecto, las dos metrópolis concentran toda la industria y la mayoría de los negocios, así como la mayor parte de la administración y el empleo. También en ellas discurren las maniobras políticas y se dirimen las luchas sociales.
... la segunda característica especial de Grecia, el enorme peso del sector público. La tercera parte de la masa asalariada son funcionarios y el Estado controla buena parte de la industria y las finanzas. De ahí que los partidos que se alternan en el gobierno, la socialdemocracia y los conservadores, el PASOK y la ND, no sean simples partidos, sino verdaderas maquinarias de gestión, extremadamente jerarquizadas, con un concepto patrimonial de la política y de la propiedad pública propio de otros continentes. Las mismas jefaturas partidistas han pasado de padres a hijos. Las exigencias de la Comunidad Económica Europea, a la que Grecia pertenecía desde 1981, obligaron a desmontar una parte del aparato, por lo que a partir de 1990 se realizaron privatizaciones y en 1998 se liberalizó la Banca. Precisamente los primeros conflictos de envergadura sucedieron en torno a la privatización de la enseñanza. Las fondos europeos de ayuda no bastaron para modernizar el país, ni mucho menos para disminuir la plutocracia, lo que se tradujo en una descapitalización de los servicios públicos y unos menguados salarios. Un sentimiento de frustración se apoderó de la población trabajadora. A partir de 1996 debutó la época de las vacas gordas y la clase dirigente griega pudo beneficiarse de la bonanza económica de la globalización. Se produjo un boom turístico y financiero, florecieron los negocios inmobiliarios y la marina mercante, cayó la natalidad en picado, se multiplicaron las hipotecas y la oferta de trabajo atrajo a miles de inmigrantes. Grecia entraba en la modernidad, acentuando las divisiones sociales. La clase dirigente usaba al Estado para reforzarse y enriquecerse, mientras que los pactos con los potentes sindicatos GSEE y ADEDY, la Confederación General de Trabajadores y la Unión de Empleados Civiles, lograban la paz social a costa de un proletariado no sindicado, precario y marginado, en buena parte inmigrante, que sobrevivía en el comercio, la construcción y el turismo. La sanidad, la enseñanza, la asistencia social y la justicia, seguían deteriorándose inexorablemente, en un intento estatal por forzar su privatización, mientras el contrapunto de todo ello, la seguridad, experimentaba un auge importante. De siempre es sabido que las desigualdades inaceptables se sostienen mediante la fuerza y las prisiones. En Grecia hay en la actualidad 13.000 presos; es la tasa de encierro más alta de Europa. También tiene Grecia el privilegio ciudadano de disfrutar de una brutalidad policial sin parangón europeo y de contemplar un apreciable número de crímenes de Estado. En ningún otro país pues, la lucha contra el capitalismo, contra la clase dirigente, es de forma tan evidente una lucha contra la policía, tanto la oficial como la paramilitar. Porque en ningún otro país, cualquier conflicto, por nimio que sea, es tan fundamentalmente, una cuestión de orden, y, por lo tanto, un conflicto contra el Estado. Estas condiciones tan especiales hacen de Grecia un hervidero de anarquistas. En Grecia hay anarquistas de todos los colores --reformistas, reaccionarios y revolucionarios-- como en todas partes, con la salvedad de que allí no forman un gueto autocomplaciente y acomodado, sino que gozan de una cierta influencia, bien que minoritaria, y de un cierto prestigio social, que han sabido ganarse a pulso en los últimos años. No nos detendremos en el movimiento anarquista, pues lo que interesa no son sus distintas formaciones o sus alambicadas diferencias, sino el peso creciente de las ideas libertarias en las luchas contra el capital internacional y el Estado griego. La agitación anarquista ha sido el detonante de la crisis social presente. De algún modo, en el marco de un consumismo fallido, las denuncias de injusticia y desigualdad social, el odio a la policía y a las vedettes de los medios de comunicación, la burla del lujo y de la autoridad, el rechazo de la corrupción, calaron en la juventud rebelde y abrieron una brecha en el conformismo de la población, justo cuando se avecinaba la época de las vacas flacas. La revuelta de diciembre hizo visible lo ya era evidente, y todas las mentiras de la prensa y la televisión no fueron capaces de ocultar el inicio de una crisis social que desbordaba todas las barreras habituales: sindicatos, partidos, militantes... 2009 fue el año de los debates ideológicos y de las tentativas por conectar con los trabajadores. Como de costumbre, la realidad adelantaba a la reflexión y la novedad era explicada las más de las veces con fórmulas pretéritas, obrerismo ramplón y consignas abstractas vanguardistas. La revuelta tenía que crear su propio lenguaje con el que ilustrar políticamente sus propias acciones y los libertarios eran los únicos que podrían hacerlo.
La mejor forma de ayudar a la revuelta griega en la península ibérica sería imitar su ejemplo, pero aquí el desclasamiento es tan grande que el endeudamiento general, la debilidad financiera del Estado y los cuatro millones y medio de parados no son suficientes para impulsar una crisis social. La solidaridad con Grecia, en consecuencia, no ha podido ser más que simbólica y no ha salido de los guetos, padeciendo todas las incongruencias de aquellos.

...La verdad es que la clase dirigente española ya sabe que los tiempos por venir serán convulsos y se prepara. Olvida la “economía sostenible” y recluta efectivos para el mantenimiento del orden. Ha de escoger entre el sacrificio de las masas o la quiebra, y sabemos que no escogerá la quiebra. Un arsenal represivo imponente está ya a disposición de los gobiernos para cuando fallen las maniobras políticas, sindicales y ciudadanas, pero nadie se da por enterado. La inconsciencia de la población que va a sufrir las medidas de rescate económico del Estado al tiempo que sigue pagando su hipoteca, es signo preocupante de los malos tiempos que se avecinan. La conciencia de lo que es y de lo que debe ser, de lo que se está haciendo y de lo que hay que hacer, es por lo tanto el problema y el objetivo. Pues las masas han de dejar de dormir y empezar a soñar.

Miquel Amorós. Perspectivas Antidesarrollistas. Barcelona, 2011.

1 comentario:

  1. "Pues las masas han de dejar de dormir y empezar a soñar." Qué pena que las masas tengan un sueño tan profundo y una incapacidad para soñar tan perseverante.

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