documentos de pensamiento radical

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domingo, 7 de agosto de 2011

UN AMOR VIEJO COMO UN RECIÉN NACIDO





Tuve un amor. Hace tantos siglos de eso.

Venía cuando ya era noche cerrada y marchaba antes del alba.
El viento rosado del amanecer, decía, de seguro le quemaría las
lágrimas.

Cuando pienso en ella echo de menos la capacidad de segregar
un esqueleto externo en las circunstancias en que el interno se
derrumba. Una reserva de quitina para suplir las carencias del
calcio.

Ella venía lastrada por milenios de dominio, de vejación, de tormento,
y al mismo tiempo sus pasos eran indeciblemente ligeros.
El poder ascensional de su risa me asombra aún hoy.

Me regalaba tarros de miel furtiva, caramelos color de ámbar
con un insecto dentro, ineficaces sortilegios para detener
los relojes, serenidad destilada en la contemplación de árboles
de diversos colores, me regalaba promesas, promesas a regañadientes,
muchas laboriosas y fugaces promesas.

Con ella era imposible establecer las reglas de respetuoso trato
que los seres humanos pactan para evitar despedazarse. Nos
amábamos y nos heríamos con pasión pareja.

La tentación de la vida vegetal. La purificación de las pasiones,
hasta que la sangre se transforma en savia. La inocencia de la
fotosíntesis frente al trabajo del carnicero.

Ella añoraba la época en que cabalgaba una yegua blanca por
entre bosques inmediatos, las teas asombrosas del otoño. Yo no
podía ofrecerle nada equivalente.

Me enjabonaba el cuerpo de arriba abajo, demorándose en el
sexo, y yo hacía lo mismo con ella. Nos lavábamos los dientes a
la vez, mirándonos a los ojos en el espejo. Hasta que un día ella
apartó la mirada.

Tuve un amor, un amor viejo como un recién nacido, un amor
intacto después de tantos siglos.

Jorge Riechmann. Futuralgia. poesía reunida (1979-2000). Ed. Calambur. Madrid, 2011.

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