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martes, 12 de enero de 2016

DE LA TERNURA A LA MAGIA [EN VARSOVIA]




Esta bien podría ser la historia de una oculta princesita de no más de 6 años, que, junto a uno de sus vasallos que simula ser su padre, recorre las calles de la ciudad en la que reinará algún día para ver la reacción de sus habitantes ante la música. Así una pareja de “padre e hija” se coloca en una transitada plaza a una hora en la que aparece dicho lugar bastante concurrido. Allí comienzan a tocar el violín, al inicio los dos a la vez y cuando la gente empieza a arremolinarse a su alrededor para admirar tal destreza de ambos, es la niña la que, ya sola, continúa, dejando a todos más que boquiabiertos. El hombre que la acompaña la mira con verdadero encandilamiento, mientras la gente que allí está no deja de exclamar la sorpresa ante la música que sale de un pequeño violín que una niña rubita y vestida de rosa, acaricia sin esfuerzo y con desparpajo.

Podría ser, como he dicho, la historia de una princesa que hace magia con su violín y un niño, pobretón, desarrapado, que con un viejo acordeón al hombro camina a su casa después de haber conseguido unas exiguas monedas tocando para los turistas como cada día de su vida. Un niño que se cuela entre la gente que hace corro alrededor de la princesita y que con cara de admiración no deja de decir “es increíble, es increíble, qué maravilla”. Un niño que, a pesar de no saber qué le deparará el día y si conseguirá ganar alguna moneda más para llevar a su casa y poder comprar comida para él y su familia, rasca en el vaso que cuelga de su, también pequeño, acordeón y le deja caer sus pocas monedas en la funda del violín de la princesita, demostrando con su mirada la admiración que por ella siente en ese momento.

Si fuera un cuento medieval quizás la niña besara al muchacho y, agradeciéndole su generosidad, lo convirtiera en príncipe de ese hermoso reino.

Quizás podría ser ese el final, pero en ese caso, yo no lo habría presenciado, lo podría haber leído como tú estás haciendo en este mismo momento, pero no hubiera llorado el resto del día y no hubiera deseado encontrarme a ese niño en cada esquina para regalarle millones de abrazos y besos por su gesto.
Lo cierto, es que es una historia real: una niña bien vestida, como de seis años, acompañada de su padre toca magistralmente el violín, mientras la gente asombrada le deja caer monedas y billetes en la funda. El niño es real como el del cuento y su actitud es lo más tierno que he vivido, no sólo en esa hermosa ciudad: Varsovia; de ese increíble país: Polonia, si no en mi vida. La magia como ya sólo se puede ver, leer, imaginar en los cuentos de hadas, consiguió que un escalofrío a modo de relámpago recorriera todo mi cuerpo y que mis ojos llovieran lágrimas cargadas de agradecimiento por la generosidad y ternura que habían presenciado.

Ah, y no sucedió en la Varsovia medieval, fue en un inexplicable caluroso abril de 2014. Aunque en Polonia, creo que la magia es posible en cualquier esquina.




Montserrat Villar González. En Un minuto de ternura. Selección y edición de Uberto Stabile. Ed. Baile del Sol. 2015

Fotografía de Juan Sánchez Amorós

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