documentos de pensamiento radical

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martes, 12 de diciembre de 2017

PALABRAS NACIDAS DE LA ESPUMA de RAFAEL SANTANA -fragmentos-




El pozo

Veo los campos rubios, secos, de final de verano, de trigo futuro.
Veo esta luz celeste de la tarde, de principios de otoño.
Veo el atardecer de mi vida antes de ingresar a la noche oscura del alma.
Siento crepitar en mi interior una algarabía semejante al acostarse de los pájaros al atardecer.
Siento como una lejana letanía que pugna por hacerse oír.
Quiero asomarme al pozo y ver lo que hay, ya que de pequeño nunca me dejaron hacerlo.
Ahora ya soy mayor. Y veo luz, hay luz, mucha luz.
Siento dentro del pecho cómo éste se ensancha con cada respiración. Siento que si paro en la cabeza el continuo discurrir del lenguaje y sus pensamientos, puedo volar hasta aquella colina y ver qué hay más allá. Parece que el horizonte se cerró hace ya tiempo y sin embargo ahora estoy dispuesto a reconocerlo e ir más allá.
Redundo palabras jalonadas de viento,
vomito zarzas de espinas adentro.
Siento cuánto me alejo de mi corazón enfermo,
más lo oigo y vuelvo a escucharlo como un susurro del viento.





 Desaprenderse de uno mismo

Actualiza tu relato vital,
deja de contarte penas.
deja de mirarte en el espejo de los demás.
No estés tan pendiente de la aprobación o reprobación de los demás.
Es momento de potenciar relaciones con personas con las que sintonices de veras y que sean fluidas.
La clave está en salir de la esclavitud de ser todas las cosas para todas las personas.
Aceptar cuándo se ha cumplido un ciclo más allá de intereses maquillados, conveniencias y connivencias.
No centrarse tanto en los demás, ni tratar de controlar cómo actúan o de comprender por qué lo hacen, es absolutamente inútil.
Aprende a que no te afecten las palabras o las acciones de otros.
Pregúntate lo que realmente es importante para ti y después ten el valor para construir tu vida alrededor de tu respuesta.



 Desaprendiendo

Me siento en el jardín,
levanto la cabeza y la echo hacia atrás,
de tal manera que pueda aspirar por la nariz, finamente, despacio,
para poder percibir todos los olores, todos los aromas,
para poder sentir la humedad que trae el aire.

Escucho el canto de la oropéndola,
y la visualizo amarilla, como una flauta,
por entre el follaje del lago.

A mi lado tengo un viejo olivo y lo contemplo,
veo como, a estas alturas del estío,
las aceitunas van engordando,
qué bonita es la aceituna verde,
que oronda y tranquila pende.

Mientras, a veces,
una leve brisa mañanera, fresca y sutil,
me acaricia la cara, recordándome que es domingo.

Los gatos, gatas y gatitos evolucionan por el césped,
aunque casi dormitando.
La jornada nocturna ha sido larga.

Y yo mientras, aquí estoy, sentado.
Contemplando,
viendo cómo el atardecer de mis días,
prosigue cargado de sueños, de esperanzas, de frustraciones.
Viendo como el discurrir del tiempo,
solo ha cargado más y más mi mochila, con una pesada carga,
que ahora quiero soltar.



Porque sigo desaprendiendo…

Desaprendiendo lo que me han enseñado desde pequeño.
Desaprendiendo el sistema de creencias en el que me muevo cada día
y por el que discurre mi vida,
como si de una autovía se tratara,
llena de señales que indican constantemente, hacia donde debes dirigirte.
De la que solo se puede salir cada tantos kilómetros
y una voz en off muy cortés te anuncia:
“A cien metros tome la próxima salida.
En la rotonda salga a la derecha.
Después gire a la izquierda otros cien metros”

Desprendiéndome de mis “quehaceres”.
De mis “deberías hacer esto y aquello o lo de más allá”.
Desaprendiendo al amor,
soltando lazos,
ensanchando límites.

Y, sin embargo, leo con Pessoa:
“Mi alma es una orquesta oscura,
una brisa de atención recorre mis alas,
Soy un señor de los bosques, al borde del acantilado”

. . .
Esperando el tren que ha de pasar.
No sé ni cuando,
ni dónde,
¿Ni para qué?



 Un punto de locura

Abro la ventana del patio trasero y me asomo a la mañana. De repente un par de gorriones anda zigzagueando el uno detrás del otro. Ahora veo a un palomo con su inconfundible marca en el cuello. Quizás azuza a una paloma pero esta se va con el viento fresco de la mañana. El palomo se queda dando saltos sobre el tejado y ahora es un mirlo negro el que aparece en escena. Este solo está preocupado en picotear aquí y allá. Observo como el palomo con su buche hinchado sigue picoteando por entre las rendijas del tejado, un gusanito aquí, una semillita allá.
Quiero hacerme a esta sociedad. Integrarme, ser como los demás. Regido por sus mismas leyes, tener sus mismas perspectivas, hablar su mismo lenguaje. Ahora que siento que me estoy haciendo mayor, ahora que sé que no soy alguien especial, ahora que doy gracias diariamente por lo que tengo, por lo que he conseguido y por todo lo que me ha traído hasta aquí y ahora.
Ahora, precisamente ahora, echo de menos un punto de locura en mi vida, locura para amar sin fronteras sin prejuicios sin filtro ni máscaras que obstaculicen mi entrega.
Locura para salir corriendo aunque sea para ir en pos de ninguna parte, locura para volver a hacer sonar la música de mi corazón apagada por los entresijos del tiempo.
Locura para actuar sin pensar, solo siguiendo el impulso de mis instintos, moviéndome por los dictados de mi corazón.
Locura para volar libre como un gorrión de aquí para allá persiguiendo una quimera.
 Un punto de locura, en definitiva, que me devuelva a la vida de una manera plena, con una intensidad renovada, sin esconder quién soy en realidad. Lleno de fuerza, de vitalidad, de alegría, aportando mi semilla para hacer de este mundo un lugar un poquito mejor para tod@s.



Rafael Santana. Palabras nacidas de la espuma. 

@palabrasnacidas  #palabrasquecuran  #palabrasdeespuma 

3 comentarios:

  1. Antonio Orihuela, muchas gracias por "lanzar esta flecha de paja". Que las espumas del mar que nos vio nacer nos rieguen con sus bendiciones.

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  2. Qué placer leerte y reconocer tu arte, tu libertad, tu mirada en el infinito.
    Abrazo

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