Esos que dicen que dicen
y nunca dijeron nada.
Esos que dicen que dicen,
y nunca dijeron nada,
patrones son del embuste
a través de sus palabras.
Esos que dicen que dicen,
y nunca dijeron nada,
hablan de buenos y malos
usando a las dos Españas.
Utilizan la mentira
como un arma sistemática.
Dicen que no a la derecha,
reniegan de la otra España,
pero al llamarlos Aznar
acudieron a su casa
a recitarle versicos
como putas más que santas.
Esos que dicen que dicen,
y nunca dijeron nada,
viven como marajás
y redimen a las masas.
Poetas de catecismo,
escaladores de cátedras,
jurados de muchos premios
donde colocan sus bazas.
Mamones de la política,
sectarios hasta en la cama,
eligen a sus mujeres
entre las grandes de España.
Esos que dicen que dicen,
y nunca dijeron nada,
comunistas de salón,
sentimentales de grada,
olisquean los billetes
como los de las sotanas.
Yo te traigo, tú me llevas,
es su táctica canalla,
la aprendieron de su jefe
en la nombrada Granada,
cuando les daba doctrina,
cuando doctrina les daba
desde la Puerta de Elvira
hasta la de Bibarrambla.
Esos que dicen que dicen,
y nunca dijeron nada,
amamantados con sables,
adoctrinados en casa,
se subieron pronto al carro
de la España democrática,
colocaron sus peones,
los mismos de su mesnada,
en dirección al poder,
a su mesa y a su cama.
Con tan buenos resultados,
con tan buena martingala,
que hoy olemos sus morcillas
en toda la triste España,
en bares y puticlubs
de la progresía hispana.
Hoy sus chorizos engordan
y viven de sus patrañas,
y viven de sus mentiras
y viven de mil marañas,
cambiando líos y cuentos
en fantásticas hazañas.
Esos que dicen que dicen,
y nunca dijeron nada,
las palabras sustituyen
por la rodilla doblada.
Esos que dicen que dicen,
y nunca dijeron nada.
Manuel Ruiz Amescua.
Una verdad extraña (poesía 1974-2018). Ed. Comares
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