DON QUIJOTE. -La tierra es solo una indicación de lo que es bello. El niño... la mujer... las flores... los besos. ¡Cuántas posibilidades! ¿Qué necesidad hay de que todo esto esté cubierto por el rocío pegajoso del vicio, del sudor, de las lágrimas y de la sangre? ¿Por qué se enemistan los hermanos? ¿Por qué existe la violencia y la esclavitud? ¿Por qué la ignorancia, la miseria y la indiferencia humanas?... La felicidad sonríe. El cielo habla de fraternidad. El ideal está muy claro.
MAURICIO. - ¿No os habéis parado a pensar en que además de ese paraiso de igualdad existe la satifacción de la rapiña, el placer de oprimir? Comprendo la idea de la oveja pastando apaciblemente coon el león. Pero... ¿y el león? Vuesa merced no conoce la intensidad de las emociones de la fiera... Y el hombre es una fiera refinada. Obliga a humillarse ante él por adulación o por temor. La feliciad consiste en ver las energías de millares de seres dirigidas hacia uno, entregándose al opresor como siervos a un dios... ¡El poder! ¡El poder!... He aquí la palabra mágica y embriagadora que lo contiene todo. La vida se mide por el grado de poder que tiene cada uno. ¡Quien no tiene poder no es nadie!
A. V. Lunatcharsky. Don Quijote liberado.
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