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lunes, 5 de noviembre de 2018

EL NIDO DE LA PALABRA (VIII)



Acuchillamos el aire porque nuestros jornales son bajos; apenas nos da para comprar palabras de azúcar y licor de mar. Es frecuente observar que la mayoría de la población duerme con una piedra en el regazo y una libélula en la oreja. La piedra nos hace compañía y la libélula nos cuenta bellas historias de queso al oído. El transporte público está compuesto por varias unidades de plátanos, abejorros y ábacos. Los plátanos son bastante inútiles para desplazarnos, sin embargo son muy aprovechables para soltar humo en encuentros no deseados con familiares. Los abejorros siempre están en movimiento por lo que nadie puede utilizarlos, salvo aquellos ciudadanos que son ligeros de piernas; aunque esta cualidad conlleva, habitualmente, carecer de brazos. En cambio el ábaco siempre está al completo; la gente se agolpa para usar este medio de transporte, que aunque no se mueve y siempre está en el mismo sitio, ofrece muchas ventajas a la hora de hacer cuentas entre deudores y acreedores. En el jardín de Don Polipón tenemos una trufa muy descarada, está totalmente desnuda y no se avergüenza de mostrar sus genitales a la concurrencia. Ha sido amonestada en repetidas ocasiones, pero el Club de Los Miradores Eternos le paga todas las multas que repetidamente le infieren las autoridades de la moral y la parca. Trasquilamos los emblemas por el cuello porque eso nos hace más saltarines y oriundos. Las verduras crecen alocadas en las páginas del manifiesto por la libertad de las babosas. Pero la tranquilidad esquilada no nos llega por mucho que sople el viento en sentido contrario a la mirada. ¡Ay, cuánto sufrimiento por ser como somos!


Manel Costa & Curro Canavese. El nido de la palabra. Ed. Sporting Club Russafa.

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