He abierto libros de los que no entendí nada.
Libros que, aun siendo perfectamente legibles,
mejor hubiera sido que nunca se escribieran.
Libros que, qué lástima,
la gente nunca leerá
porque sencillamente creen que no existen,
ni esas ideas,
ni libros que hablen sobre ellas...
Los libros me hicieron entender a los hombres que leen libros
y sentir una compasión infinita por todos los demás.
Me quedé con el sufrimiento de los primeros
y se me hizo extraño, ridículo, sin sentido
el que hacen cargar a todos los demás.
Los libros me hicieron un completo inútil para el mundo
y todo lo que constituye al ser que se alza sobre el mundo.
El robo y la violencia solo me parecieron aceptables
en manos de los que en la misma medida
se hunden en el mundo a causa de ella.
Los libros me hicieron creer en la Utopía,
en la posibilidad de que se extinga esta forma de vivir,
aunque nosotros nos hayamos ido,
la imposibilidad quedará en ellos como posible.
Los libros,
recuérdalo,
la única patria
de unos pocos hombres
sin ella.
Antonio Orihuela. Esperar sentado. Ed. La Baragaña, 2014
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