Tras los barrotes y las verjas
y la degradación,
¿qué queda?
Nos encierran adentro, nos encierran afuera,
nos encierran abajo,
y luego, ¿qué queda?
Quiero decir, tras las cadenas que se enredan
en el gris de cada mente,
cuando se atascan los barrotes
en el corazón de mujeres y hombres,
¿qué queda?
Tras las lágrimas y las decepciones,
tras el aislamiento solitario,
tras la muñeca llena de cortes y el peso de la soga,
¿qué queda?
O sea, es decir, tras los besos del comisario
y el blues del córrete-ya,
cuando al buscavidas le han buscado las vueltas,
¿qué queda?
Tras los esbirros y los matones
y el gas lacrimógeno
tras los carceleros y el calabozo,
tras las trolas
¿qué queda?
O sea, es decir cuando sabes que dios
no es de fiar,
cuando sabes que el loquero
es un camello,
que la palabra es un látigo
y la placa una bala,
¿qué queda?
Cuando sabes que los muertos
siguen caminando,
cuando sientes que el silencio
habla,
que dentro y fuera
son sólo una ilusión,
¿qué queda?
O sea, es decir, ¿dónde está el sol?
¿Dónde están sus brazos y
dónde sus besos?
Hay huellas de labios en mi almohada
sigo buscando.
¿Qué queda?
O sea, es decir, nada está quieto
y nada es abstracto.
El ala de una mariposa
no puede alzar el vuelo.
El pie sobre mi cuello
pertenece a un cuerpo.
La canción que canto
pertenece a un eco.
¿Qué queda?
Quiero decir, el amor es concreto.
¿Es mi mente una metralleta?
¿Es mi corazón una sierra?
¿Puede hacer real la libertad? ¡Claro!
¿Qué queda?
Estoy en la cima y al pie
de una bajar-quía.
Soy una amante de la tierra
desde siempre.
Amo
a los fracasados y la risa.
Amo
la libertad y a los niños.
El amor es mi espada
y la verdad mi brújula.
¿Qué queda?
Assata Shakur. Una autobiografía. Ed. Capitán Swing. Madrid, 2013
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