Salga al balcón y mueva los brazos arriba y abajo repetidamente. Vuele en vertical hasta que la distancia convierta el planeta Tierra en una apetitosa naranja azul o empiece a sentirse insignificante. Si ha seguido las instrucciones al pie de la letra, ahora podrá distinguir diez mil millones de mamíferos hiperactivos del tamaño de hormigas. Esos voraces parásitos que exprimen compulsivamente la naranja azul somos la especie humana: una plaga para La Tierra, una explotación intensiva de ganado humano pisoteando un planeta con claros signos de agotamiento.
Y aunque los humanos nos creamos el ombligo del universo, para la naturaleza solo somos otra especie invasora más y nos aplica las mismas reglas que al resto. Tenemos rascacielos, medicina y La Gioconda, pero solo somos mamíferos superpredadores que seguimos, aunque a veces se nos olvide, sometidos a las leyes naturales. Y como cualquier población concentrada de una única especie nos hemos convertido en un ecosistema muy frágil y vulnerable y, si no cambiamos nuestra forma de vida, seremos diezmados por otros parásitos.
Antes de que descienda a su balcón y vuelva a ser una persona importante con grandes problemas, eche un último vistazo al partido de hormigas pensadoras que se juega sobre la naranja azul, si se fija con más atención podrá ver a la naturaleza arbitrando el partido. Esta pandemia es tarjeta amarilla. Estamos en los instantes decisivos. Comienza la prórroga. ¿Terminaremos el partido o seguiremos dando patadas en las espinillas?
Ramón Santana.
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