Si un alumno suspende en su casa y nadie está cerca para oírlo, ¿hace algún sonido?
Tampoco vayamos ahora a echarnos las manos a la cabeza porque los niños pierdan un par de meses de clase. Estos últimos días se oye a algunos profesores más compungidos que a Arias Navarro y que, con lágrimas en los ojos, oficialmente nos comunican: el curso escolar ha muerto. ¿Qué desagraciado futuro espera a esos alumnos que van a perder los contenidos del tercer trimestre?, ¿qué va a ser de esos pobres alumnos que nunca aprenderán las dimensiones de un campo de bádminton o a qué familia pertenecen los anélidos? Y nos advierten: esta pérdida de conocimientos conducirá a las futuras generaciones a una nueva, pero igual de oscura Edad Media. Porque estos alumnos han perdido esos conocimientos para siempre. Para siempre…
Por quitar hierro al asunto, yo les recordaría a esos profes con tendencias apocalípticas que Frida Khalo, Cortázar y Descartes, entre otros muchos, tuvieron una infancia enfermiza y se pasaron más tiempo en la cama que en la escuela. Y que para saltarse durante tanto tiempo la sacrosanta educación reglada, pues después de todo, hay que reconocer que luego tampoco les fue tan mal. Y eso sin Classroom ni Zoom ni gaitas.
No digo yo que esta pandemia vaya a ser una fábrica de genios. Aunque nunca se sabe, pero sí afirmo que oyendo a esos profesores en blanco y negro tan intranquilos por no poder terminar los contenidos, tan desvelados por cómo evaluarán a sus alumnos, tan preocupados por la injusticia manifiesta que supone un aprobado general, tan agobiados por las terribles secuelas que estas no vacaciones depararán en sus alumnos; oyendo estos discursos no puedo dejar de acordarme de aquellas sesudas arañas de las mazmorras que acaloradas discutían, día y noche, sobre si debían limpiar o no, porque las pobrecillas pensaban que sus endebles telarañas eran los cimientos del castillo.
Ramón Santana
Fotografía de Ambar Past
No hay comentarios:
Publicar un comentario