Un
hombre se lanza al vacío.
Su
pasado ha dejado de existir.
Su
presente es esta larga caída,
este
sereno descenso hacia la muerte.
Todo
ha quedado suspendido
como
el soplo de una canción sin palabras.
Su
teléfono móvil cae sonando con él:
una
sórdida llamada de la vida.
Él
ya no puede responder,
va
bajando tiernamente hacia la muerte.
Un
hombre va cayendo
hacia
una llanura de cemento
donde
miles de seres humanos
huyen
como estrellas fugaces que quisieran
abandonar
un universo en llamas,
un
oscuro universo en el que Dios
se
ha escondido avergonzado
de
su propia creación.
Él
alza los ojos hacia el cielo;
no
hay respuesta posible.
Todo
es de una serenidad sorprendente
y
él sólo oye el silbido del aire que le roza la piel
mientras
va descendiendo hacia su muerte.
“¿Qué
hora será? ¿Dónde estarán mis hijos?”
Él
no sospecha que sus preguntas
ya
las hace desde otro lugar del tiempo,
otro
lugar donde abrirá los ojos y verá un vacío
como
vacío está ahora su propio corazón.
Dionisio Cañas, De Corazón de perro,
2002
Fotografía de Juan Sánchez Amorós.
Fotografía de Juan Sánchez Amorós.
El cuerpo siguió a eso que lo habitaba, el vacío.
ResponderEliminarSaludos!
Saludos Patricia, un gusto tenerte entre las lectoras del blog.
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