Querido amigo, hoy tan cercano[1]
Siempre he creído que un poema no es
largo ni corto,
que la obra entera de un poeta, como
su vida, es un poema.
Todo es cuestión de abrir o cerrar.
Juan Ramón Jiménez [2]
por Dante
Medina
I
“Tuércele
el cuelo al cisne de engañoso plumaje”, dijo el último gran exponente del
movimiento modernista,[3]
Enrique González Martínez, un poeta amigo de Juan Ramón Jiménez, quien pasó su
vida, precisamente, eludiendo en la lengua el “engañoso plumaje” sin dañar al
cisne que llevaba dentro. “Para mí”, dijo Juan Ramón, “no hay otras razones en
la vida —ni en la muerte— que las razones estéticas”.
II
Queridos
amigos, estamos aquí hoy por razones estéticas. Y una de ellas, quizás la
mayor, es el recuerdo. De él nace la nostalgia. Y la fraternidad. Y un montón
de otras musas que nos habitan desde la infancia. Hace apenas un anteayer, 525
años, que desde Huelva, Palos de Moguer, España, zarparon hacia nosotros las
tres naos de Cristóbal Colón[4]
que propiciarían el encuentro de dos mundos; hace apenas un ayer, 100 años, que
Juan Ramón Jiménez publicara su libro Diario
de un poeta recién casado, el testimonio poético de su viaje a América,
donde dice: “La que viaja, siempre que viajo, es mi alma”; hace apenas un hoy
que el gran Alejo Carpentier, Premio Cervantes de Literatura, dijo de El Viejo
Mundo y el Nuevo Mundo esta frase consanguínea: “Los españoles son los
parientes que se quedaron en casa”. En aquella casa, agrego yo, casa paterna de
nuestros ancestros viejos... Bienvenidos, parientes nuestros, a esta casa
paterna de nuestros ancestros jóvenes; bienvenidos, como le dimos la bienvenida
a Juan Ramón Jiménez, como les dimos la bienvenida a los parientes republicanos
que vinieron a su nueva casa a refugiarse del odio fratricida, bienvenidos onubenses
paisanos de Juan Ramón, como decimos en México: “Están ustedes en su casa”.
III
Nos
reúne esta noche el acontecimiento del encuentro de dos mundos y la poesía de
Juan Ramón Jiménez. Dos hallazgos y una sensación de búsqueda que el propio
Juan Ramón resintió en vida, en carne propia. Una extranjeridad, un exilio
interior, que de uno y otro lado del Océano Atlántico nos desgarra. Dice este
ser de aquí y ese ser de allá, Juan Ramón, así, que primero resume en esta
frase y luego glosa: “¿Un español ultramarino? ¿Como de las tiendas de
ultramarinos de mi España de niño?”.[5]
La idea le da vueltas en la cabeza y sigue tras ella: “Cuando yo estaba en
España, creía que todos los poetas que conocía allí hablaban español, hablaban
en español. No lo dudaba, ni necesitaba diferenciarlos. Hoy, desterrado y
deslenguado, creo que ningún español de los que conozco fuera de España, habla
español, español, el español que yo voy perdiendo. ¡Qué extraño!”. Y luego
sigue, echándole sal a la herida: “Y ¡qué extraño oír hablar un español mejor a
un colombiano, un mejicano, un boliviano! Un español mejor que el mío, ¡qué
estraño!, más educado que el mío”. Y de esa observación, le nace un deseo: “Un
español no es el español ahora para mí; el español que yo quiero es todos los españoles.
Y todos los hispanoamericanos”. Se sentía bien, Juan Ramón, en Hispanoamérica:
fueron sus nuevas patrias Cuba, Puerto Rico, Argentina, Uruguay, México, todos
los territorios de sus parientes que, como él, no se quedaron en casa, y por
eso exclama y aclama en nombre de lo que él llamaba Matria antes que Patria:
“Lengua madre, lengua una y única, lengua humana y divina, lengua española,
¡todo, todo para mí!”.[6]
IV
Juan
Ramón Jiménez fue, como él mismo se califica “un animal de fondo”, un “andaluz
universal”, que dijo de sí mismo: “Las pasiones ciegas están equilibradas en mí
por las de buena vista: un ojo me forma el mundo y otro me lo deforma y me lo
reforma. Con esta visión hago el bien y me arrepiento; entonces hago el mal y
me arrepiento también”. Porque, dijo Juan Ramón Jiménez igualmente: “Con mi
vida y con mi pluma hago lo que me da la gana”, siendo él, él mismo, porque él
mismo ha dicho: “Nunca he sentido, sin embargo, deseos de ser otro que yo”.[7]
Porque lo suyo suyo es la sencillez
sofisticada, como buen andaluz, un señorito con la dignidad intacta, aunque
trashumante y trotamundeando, identificado con sus raíces, deseoso de volar. O
sea que Raíces y Alas, ¡de eso es de lo que se trata!, y por eso el poema de
Juan Ramón Jiménez de su Diario de un
poeta recién casado, canta con esta voz: “Raíces y alas. Pero que las alas
arraiguen y las raíces vuelen”,[8]
¡vaya metáfora grande del inmigrante que jamás abandonó su origen!
Y,
para que no se olvide, Juan Ramón recalca: “Nací en Moguer —Andalucía— la noche
de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; mi madre
es andaluza y tienes los ojos negros. —La blanca maravilla de mi pueblo guardó
mi infancia en una casa vieja, de grandes salones y verdes patios.”[9]
Aún
así, con esa infancia de paraíso, Juan Ramón reconoce: “Ser poeta es difícil;
querer serlo, más difícil todavía; saber serlo, dificilísimo”, y más cuando uno
padece de la vida, en cuerpo propio, desde su nacimiento: “Yo nací enfermo, con
un bloqueo cardíaco, y toda mi vida ha sido un altibajo de dinamismo y
caimiento, de ilusión y desilusión, de ansia y quémásda”, pero a pesar de eso,
con un tesón y una fuerza telúrica por la poesía, Juan Ramón Jiménez declara:
“Escribo en cualquier rincón, con un cartón duro o una madera para tener el
papel, y con un lápiz cualquiera.” Y entra, según su testimonio, en un estado
de transe afortunado: “Cuando escribo, desaparezco por completo; no me siento
siquiera, soy todo idea o todo sentimiento, todo palabra, nombre”.[10]
V
Y
me vienen a la mente, ahora mismo, las palabras del intelectual español José
María de la Quintana, editor de Juan Ramón Jiménez,[11]
que hoy está entre nosotros: “Los únicos seres humanos que fracasan hacia
arriba son los poetas”. Es así, así es
como es, le respondería otro Juan, Juan Rulfo, al Juan Ramón que escribió:
“No se trata de decir cosas chocantes [...] sino de decir la verdad
sencillamente”,[12] y en
una honrada escritura, según palabras
suyas dirigidas al mexicano José Revueltas donde le dice: “Gracias, pues, por su
honrada escritura”.[13]
VI
Con
esa honrada escritura, Juan Ramón Jiménez publicó en México uno de los grandes
poemas del siglo XX, titulado “Espacio”, de cuya palabra y canto doy lectura a
un fragmento:
“‘Los dioses no tuvieron más sustancia de
la que tengo yo.’ Yo tengo, como ellos, la sustancia de todo lo vivido y de
todo lo por vivir. No soy presente sólo, sino fuga raudal de cabo a fin. Y lo
que veo, a un lado y otro, en esta fuga (rosas, restos de alas, sombra y luz)
es sólo mío, recuerdo y ansia míos, presentimiento, olvido. ¿Quien sabe más que
yo, quién, qué hombre o dios puede, ha podido, podrá decirme a mí qué es mi
vida y mi muerte, qué no es? Si hay quién lo sabe, yo lo sé más que ése, y si
alguien lo ignora, más que ése lo ignoro. Lucha entre ese ignorar y este saber
es mi vida, su vida, y es la vida”.[14]
VII
Estoy
adentrándome, así que, pongámonos serios, es decir, pongámonos alegres. Yo vivo
feliz en Guadalajara bajo el influjo de Andalucía. Soy nativo de aquí de
corazón, y de corazón adoptivo de allá también soy. Nací en Jilotlán de los
Dolores, Jalisco, México, mi pueblo, y escribo en Moguer, Huelva, Andalucía,
España, el pueblo de Juan Ramón Jiménez. Ahí se acaban los paralelismos, porque
yo no ganaré el premio nobel, como Juan Ramón, pero me basta con que un amigo
mío como él lo haya ganado; sí aspiro, eso sí, a imitarlo teniendo una Zenobia
Camprubí, parecida a la que él tuvo, y creo que en eso sí puedo hacer el
intento. Por ahora, tengo en mi casa una fuente andaluza azulejada, y eso me
basta para ser feliz, para sentirme en casa, para ser mi propio pariente mío
que no pudo quedarse quieto, que sí viajó, como Juan Ramón Jiménez.
VIII
Queda,
queridos amigos, preguntarse por la conmemoración de hoy, el 525 aniversario de
que partieran unas naves del pueblo de Juan Ramón Jiménez a América, y el año
100 de que se publicara el libro Diario
de un poeta recién casado, ¿por qué aquí? ¿Por qué aquí?, se preguntarán
ustedes, mexicanos de Jalisco; ¿y por qué ahí?, os habréis preguntao vosotros
antes, españoles de Andalucía. ¿Por qué aquí rememorar los 525 años del
encuentro de dos mundos y los 100 años del Diario
de un poeta recién casado? Cuba, Estados Unidos, Argentina, Uruguay, Puerto
Rico, se disputarían por derecho y razón este privilegio.
Innecesariamente,
me es necesario justificarlo. Diría, quizás, que la JR de Juan Ramón es la
misma y de la misma estirpe y sangre de la JR de Juan Rulfo, y diría, quizás,
que el JR que es Juan Ramón Jiménez declaró para su Autorretrato: “Me dicen
algunos: ‘¿Por que no escribe usted cosas menos tristes?’ ‘¡Pero si yo no soy
escritor!’”.[15] Juan
Rulfo, el escritor al que, según Juan Carlos Onetti (otro Juan) debieron
haberle otorgado el Premio Cervantes y darle las gracias por aceptarlo, en la
misma hipérbole falsificatoria de Juan Ramón, dijo Rulfo esta frase: “pero soy
muy flojo para escribir y lo hago muy mal”.[16]
IX
Ahora,
pongámonos risueños, porque les voy a contar a los tapatíos una historia de
Juan Ramón que los onubenses conocen muy bien. Hay en Huelva, capital, una
glorieta con un Monumento a Juan Ramón Jiménez; lo representa la escultura
sentado en un sillón, con la mano derecha entre la oreja y la mejilla, la
cabeza ligeramente inclinada, y concentrado: el escultor eternizó en bronce al
poeta pensando, y en ensoñación. Sin embargo, la realidad es cabrona y los
muchachos y chavales de hoy superan a la realidad en invención y malicia: Ninguno
de los jóvenes onubense dice “La glorieta de Juan Ramón” o “El monumento a Juan
Ramón”, todos dicen: “La Glorieta del Tío del Móvil”, “Hemos quedao donde está
el tío del móvil”, que en tapatío se dice: “La Glorieta del Cuate del Celular”,
“Nos vamos a ver donde está el cuate del celular”, ¡porque parece que Juan
Ramón no está pensativo sino que está hablando por móvil, por celular!
Desfiguros a los que se expone la memoria de los poetas.
Para
estar parejos, voy a contar una historia de mexicanos, que también es de
Glorieta: El presidente Lázaro Cárdenas, quien cobijara tan generosamente a los
españoles republicanos en el exilio, tiene una glorieta en Uruapan, Michoacán, a
la que nadie le dice La Glorieta de Lázaro Cárdenas, sino La Glorieta del
Pozole, porque como Tata Lázaro era orejón y trompudo, los chavales y muchachos
han inventado que aquello es como el pozole: pura trompa y pura oreja.
Trompa
y Oreja, y Tío del Móvil, el sentido del humor en la falta de respeto nos hace
similares, a españoles y mexicanos.
X
Pero
no hacen falta justificaciones para que estemos reunidos aquí hoy, que las hay,
y múltiples; basta con que digamos que es aquí, y ahora, en esta ciudad y en
este recinto, engalanado por la obra del gran pintor José Clemente Orozco, con
la amistad, el antojo, y el capricho de Huelva y sus autoridades, donde
quisimos, por cariño, rememorarlo, ¿falta más?, ¿es necesaria otra
justificación?, ¿la hay superior al cariño?
Bastaría,
sin duda, que yo recordara, a los parientes que se quedaron en casa, a los
españoles que hoy nos visitan, en esta reunión de familia, que el título de
esta charla familiar lo he tomado de una carta de pariente que el gran Juan
Ramón Jiménez, vuestro y nuestro, le escribió en 1937 desde La Habana al gran
Enrique González Martínez, tapatío, nuestro y vuestro, en donde lo vocativa de:
“Querido amigo, hoy tan cercano”.
XI
Pensando
en ellos voy a decir algo que a ellos les hubiera gustado escuchar esta noche.
Pero lo voy a decir en nombre mío, sólo mío, únicamente mío, nada más avalado
por mi padre, que tenía los ojos azules, y por mi madre, que tenía los ojos
negros, como los padres del niño Juan Ramón, quien escribiera de su infancia
estos versos: “Cuando yo era el niñodiós, era Moguer, este pueblo, / una blanca
maravilla; la luz con el tiempo dentro”.[17]
Sin
ser yo ninguna autoridad, y sin tener ninguna, en nombre sola-mente del jalisciense nato que soy y del andaluz adoptivo que
me siento, propongo que la Noble y Leal Ciudad de Guadalajara, La Perla de
Occidente y la “Huelva lejana y rosa”, como la bautizó Juan Ramón Jiménez, la
Ciudad de Huelva, se hermanen, que se hagan ciudades hermanas.[18]
Esto le hubiera gustado a Juan Ramón Jiménez y a Enrique González Martínez. Y a
Juan Rulfo también. Estoy seguro.
Dijo
Juan Ramón Jiménez: “Yo, andaluz universal siempre, quiero a la América de
habla española [...] La quise desde niño con nostaljia innata, con inmanencia
poética”.[19] En
nombre de todos, ahora sí, en nombre mío y de todos los aquí presentes, le digo
al gran poeta onubense: ¡Don Juan Ramón, está usted correspondido, nosotros
también lo queremos!
Muchas gracias.
[1] Esta “Breve conferencia magistral”, fue
leída el 1 de diciembre de 2017, a las 20:00 horas, en la Capilla Tolsá del
Instituto Cultural Cabañas, de Guadalajara, Jalisco, con el auspicio de la
Diputación Provincial de Huelva.
[2] Cita tomada del Prólogo al poema
“Espacio”, de la edición facsimilar publicada por la Fundación Juan Ramón
Jiménez y patrocinada por la Junta de Andalucía, Consejería de Cultura,
Delegación Provincial de Huelva, Obras de
Juan Ramón Jiménez. Espacio y tiempo, en 1996.
[3] Según lo calificó Carlos
González Peña en su Historia de la
literatura mexicana: desde sus orígenes hasta nuestros días.
[4] De Cristóbal Colón, dice Juan Ramón
Jiménez en el capítulo 123 de Platero y
yo: “Colón no me da demasiado bienestar, Platero. Que si
paró en mi casa, que si comulgó en Santa Clara, que si es de su tiempo esta
palmera o la otra hospedería... Está cerca y no va lejos, y ya sabes los dos
regalos que nos trajo de América”.
[5] “El español perdido”, en La corriente infinita, Sino de vida y muerte
1896.1954, Huelva, Editorial Point de Lunettes, 2009, p. 295.
[6] “3. Mi español perdido”, en Juan Ramón Jiménez,
Guerra en España, prosa y verso
(1936-1954), ed. cit., pp. 63-72.
[7] Juan Ramón Jiménez, “El andaluz
Universal. Autorretrato (para uso de reptiles de varia categoría)”, 1923.
[8] Diario
de un poeta recién casado, 1917.
[9] Juan Ramón Jiménez, El ojo no visto del mundo, “Antología de prosa y verso”, Madrid,
Amargord ediciones, 2016, p. 363. Antonio Orihuela, compilador.
[10] “La poética de Juan Ramón”, en Juan
Ramón Jiménez, Antología general, Barcelona,
Ediciones Orbis, 1983, pp. 199-202.
[11] El año pasado, en 2016, publicó la magna
“Antolojía de prosa y verso”, El ojo no
visto del mundo, que aquí cito varias veces.
[12] “Alta noche”, Diario de un poeta recién casado.
[13] Carta de Juan Ramón Jiménez a
José Revueltas, Washington, 12 de julio de 1943.
[14] “Espacio”, en Juan Ramón Jiménez, El ojo no visto del mundo, “Antología de prosa y verso”, Madrid,
Amargord ediciones, 2016, pp. 446-447. Antonio Orihuela, compilador.
[15] “El poeta: autorretrato”, en Juan Ramón
Jiménez, El ojo no visto del mundo,
“Antología de prosa y verso”, Madrid, Amargord ediciones, 2016, p. 59. Antonio
Orihuela, compilador.
[16] Juan Rulfo, Aire
de las colinas. Cartas a Clara, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000.
[17] El
ojo no visto del mundo, ed. cit.,
p. 497.
[18] Y de paso, si queda algo de
buena voluntad. pues que el pueblo de Juan Ramón Jiménez, Moguer, se hermane
con mi pueblo, Jilotlán de los Dolores. Y perdónenme vostedes lo igualao.
[19] “Carta a José Revueltas”, en Juan Ramón Jiménez,
Cartas. Antología, Madrid,
Espasa-Calpe (Colección Austral), 1992, p. 222. Edición de Francisco Garfias.
Maravillosa exposición de ideas y sentimientos, de profunda sencillez y calado en el corazón. Gracias Maestro Dante Medina
ResponderEliminarDante Medina, nuestro agente moguereño en jalisco!!
ResponderEliminarExcelente Maestro Dante Medina.
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