Mientras los aplausos se van apagando,
en esta noche que desempolva viejas cajas al recuerdo
y con deseos de volver a lo esencial,
en el letargo caigo detenida,
dejando atrás días de bulla,
días de balcones vacíos
por el alma asmática de sus dueños,
de tantos minutos al teléfono, gratis y sin usar,
de antiguos amigos aparcados,
pues volvemos la cara al tiempo
y estamos en manos de cualquiera.
Mientras los aplausos se van apagando en los balcones,
nos han detenido la prisa, subsidio para no pensar,
pillaje a nuestros sueños,
hambre de piel, sed de fénix renacido,
y jaque mate al padre del rey.
Nos han detenido y estamos desnudos frente a la soledad
y aunque recibimos instrucciones contra el pánico,
mientras las mascarillas llegan,
cubrimos el rostro por la sombra todavía del estraperlo,
homologados a la nueva moda de eludir nuestra íntima pandemia,
en un último esfuerzo para no saltarnos el estado de alarma.
Cuando los aplausos cesen no temas,
también el triaje habrá acabado,
que decide frenéticamente si vives o mueres,
entonces las flores disecadas volverán a los cementerios
y a los libros de poemas que nos regalaron,
los estantes quedarán orlados por la intemperie,
las grúas a inmolar arroyos y montes,
los balcones quedarán vacíos,
volveremos a las prisas sanadoras
y la encrucijada inmemorial de nuevo
se abrirá ante nuestro verdadero destino.
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Balbina Prior. En: Voces del Extremo, poesía y empatía. Ed. Amargord, 2021
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