Marzo 1958-2008
A
mi madre
Hace
ahora cincuenta años
en
una cama de casa
esperabas
que llegara
cincuenta
años después
velo
tu cama de hospital
esperando
que te vayas
yo
no recuerdo
cuánto
tardé en llegar
madre
pero
tu marcha
el
dolor alarga
¡Ay!
Si
pudiera entrar en tu vientre
y
que me llevaras contigo
cincuenta
años atrás
hasta
la cama de casa.
LA VOZ DE LAS PLAZAS
Nacerás
sin estructura
y
buscarás fuerza en los otros.
Construirás
comunas de luz
donde
murieron los sueños.
Dirás
asamblea
en
el lugar donde otros instalaron su efigie.
Por
una vez comerás de ese cuenco
para
contribuir a la dignidad de los tuyos.
Pronunciarás
la palabra política en la plaza,
sentirás
la contundencia de los sin futuro
entre
quienes deciden.
Buscarás
las reglas sin juego,
la
ternura en un decreto,
la
poesía en un desahucio,
la
vida en un edicto.
Porque
quieres comunicar,
dejar
constancia
y
ser amplificador de la bondad.
Marchar
por el camino
que
marcan las sonrisas,
hasta
agotar existencias.
Pues
así te sientes vivo
y
parte del porvenir de un pueblo
de
personas libres,
que
puesto a elegir, dijo:
¡De
perdidos al mar!
AÑO 2000
Aún
llevo dentro
el
niño que un día
de
finales de los sesenta
jugaba
con su compañero de pupitre
a
descubrir cuántos años
tendría
en el dos mil
y
al comprobar
que
serían cuarenta y dos
exclamaba
entre risas
¡Seremos
viejos!
Y
ya pasé los cincuenta
y
he dado vida
y
compartido muerte
y
me duele este poema
como
cada uno de los años
con
los que no supe qué hacer
MIEDO
Consciente
de que anduve
más
de la mitad del camino
tengo
miedo.
Antes
no notaba mis rodillas
ahora
sí y mi cuello
con
demasiada frecuencia anuncia lluvia.
Tengo
miedo
he
visto quedarse
demasiados
en el camino.
Tengo
miedo
y
pese a todo
no
quiero que nadie
abra
este nuevo día por mí.
DIGNIDAD
La
dignidad que busco viene de lejos
tal
vez forma parte de un código genético
nada
sencillo en un país de trepas.
Esa
dignidad, porque es compartida,
ha
de saber a lucha, alivio, ternura.
Y
es para ti adolescente, obrera, niño.
Hablo
de la dignidad que cierra ventanas
para
abrir puertas de par en par,
de
la que ralentiza carreras
para
ofrecer paseos de ribera.
La
dignidad que es poema, libro, canción,
la
dignidad que es modelo, clase, profesor,
la
dignidad que se templa al decir no,
la
que no habita los periódicos,
la
que no reconoce patrón,
la
que ni patria, ni rey, ni dios.
Descreído,
deslenguado, desnortado.
Y
si quiero ser el sur de mi sur.
Y
si busco no forzar y que nadie me fuerce.
Y
si intento ser merecedor de mi propia poesía.
Y
si he llegado al convencimiento
de
que nos manejaríamos mucho mejor
sin
políticos, ni policías.
Descreído,
deslenguado, detenido.
LA AFONÍA DE LAS PLAZAS
Desconcierto,
prisa, final de trayecto.
Volver
a comenzar.
Pueblo,
serás la medida de todos mis miedos,
el
ruido de los motores que no nos trasladan a parte alguna.
El
bien común donde se diluyen los egos,
en
el hipotético caso de ser solubles.
Cuando
la luz hace sombras
los
pasos son inseguros
y
el hombre mide exactamente
cada
tramo de claridad.
¿Tendremos
el valor de decir basta,
si
son los nuestros
quienes
malbaratan los sueños colectivos?
Fotografía de Bruno Béu
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