La chica con una trenza de medio lado,
coloca
los botes de tomate
con
el desorden de la fabricación en masa.
Luego
el cuervo altavoz
la
reclama en el puesto de cajera,
enlatando
en bolsas
el
pienso y luego insisto
de
barricadas de sueños que duran
el
instante de una calada de cigarro.
A
veces escribe rimas
en
una libreta de papelería de barrio
sin
tapas de cuero.
Una cajera de día, escribiendo poemas
para salvar guerras,
condenar
fracasos,
embalsamar
novios de porros y
calzoncillos
de Calvino Klein.
No
conoce a ningún miembro
de
jurado, y las uñas mordidas, raspas de páginas,
saben
a la fresa del esmalte de tres euros.
Le
ha mandado una solicitud a su ídolo,
la
escritora que parece una modelo rusa
con
la pose de una lámpara de flexo.
Pero,
jamás será aceptada.
En
este arrabal el apellido importa.
Los
botes de tomate en fila
igual
que una bolera, lacrimógenos
paquetes
de congelados, en sacos
con
peras que se atrincheran en la cinta
y
la inocencia de un Predictor
que
se ilumina en ambos lados.
Los
poemas más bellos de la tierra
son
los escritos con el sudor.
Lluïsa Lladó
Gracias, Lluïsa Lladó, por tan bello y terrenal poema.
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