Aunque yo lo olvide todo
que mi palabra no olvide
pelear por su utilidad:
como cuando mi madre
poco antes de morir
agarró mi brazo
y me dijo al oído:
“de una casa sin alegría
hay que salir corriendo.”
No sé si recordaba que yo era su
hija.
No sé si sabía su propio nombre.
Por eso sé que sus palabras
eran la palabra de Dios.
En la orilla del tiempo he
acabado
como un náufrago. Pero, ay, la
belleza
de los peñascos que fueron escollos
de las tribus que me miran
incrédulas
de los reflejos que me hechizan
aún.
Los tesoros que vomitan los barcos
cuya capitana creí ser un día.
La desnudez que me irá vistiendo
de eterna reina de nada y nadie.
A las
siete menos cuarto
del día dos de febrero
la helada va mordiéndome un tobillo.
No ha amanecido por el horizonte.
del día dos de febrero
la helada va mordiéndome un tobillo.
No ha amanecido por el horizonte.
Calle
abajo una madre arrastra a su hijo
fruto verde arrancado de los sueños.
“Venga, cariño mío, se hace tarde.”
Tarde. Febrero. Siete menos cuarto.
fruto verde arrancado de los sueños.
“Venga, cariño mío, se hace tarde.”
Tarde. Febrero. Siete menos cuarto.
Aún no
hay suplemento salmón
ni las
Bolsas han abierto.
Sus
estadísticas no soportan la intemperie.
A estas
horas duerme la Macroeconomía.
Yo la he visto escondida en la legaña
de ese niño de tres o cuatro años.
Al parecer llegaba tarde al encuentro
con algo parecido a una conciencia.
Yo la he visto escondida en la legaña
de ese niño de tres o cuatro años.
Al parecer llegaba tarde al encuentro
con algo parecido a una conciencia.
Fotografía de Juan Sánchez Amorós
"Yo la he visto escondida en la legaña
ResponderEliminarde ese niño de tres o cuatro años".
¡Tremendo!