Es mi hora de
descanso,
interrumpo mi
monótona labor
para contemplar
el diario
desfile aéreo
que cada día
a la misma hora
emprenden
coloridos parasoles
y paraguas.
Me complace
observar
la ruta
aparentemente
errática
trazada por su
vuelo.
Google maps
me muestra
que no es así;
sombrillas y
paraguas
enfilan
siguiendo patrones
más o menos
regulares.
Mirando con
atención
me percato
de su
preferencia
por sobrevolar
áreas verdes y
despejadas
o desplazarse
con lentitud
por los barrios
más pobres
de la ciudad
donde todo es
harapo y sudor
mesas sin
mantel,
cuerpos
consumidos por
el hambre o las
drogas,
dónde aún se
respira
algo, un
poquitito
de cierta
agridulce felicidad.
El ordenado
desfile
evita pasar
encima
de sitios
contaminantes
malolientes,
asfixiantes
y de los grandes
palacios
gubernamentales
y
de las suntuosas
mansiones
pobladas por
parásitos,
sanguijuelas
que se
alimentan
del trabajo y el
hambre
de otros
sin darse nunca
por satisfechos.
Será porque de estos sitios
emanan hedores
de maldad y muerte,
no lo sé.
Seguramente las
sombrillas y paraguas
lo saben o lo
intuyen.
Sorprende que
otros habitantes
de estos lares
nunca vuelvan su
mirada
para contemplar
este singular vuelo,
posiblemente
porque les recuerdan
las ilusiones y
sueños que alguna vez tuvieron
y que levantaron
el vuelo
como los
coloridos parasoles
cuando un loco
amor
los arrastró en
su turbulencia.
Nada de que
arrepentirse
amigos
míos,
sólo vean hacia
el cielo
y
contemplen
una sola
vez
el diario vuelo
que emprenden
los grises
paraguas
y las coloridas
sombrillas.
Se acercarán un
poco
a la verdad
profunda e inalcanzable
de las cosas.
Let it be, let it be…
Manuel Martínez Morales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario