Cerdo unionista, españolista, mentiroso independentista,
métete la bandera blanca por el culo,
de uno y de otro lado me llamaban.
Todas las Furias del firmamento
se enzarzaban y atizaban al pedir
la cordura, la palabra y la paz.
Los argumentos más belicosos y dementes
venían con infinitas faltas de ortografía.
Hay que independizarse, no lo dudes,
hay que independizarse cada mañana frente al
espejo,
no en éste que no te respeta y tanto te conoce
sino en el que invoca la urgencia de pensar caminando.
Recordé las palabras de José Luis Sampedro:
Sin libertad de pensamiento,
la libertad de expresión
no nos sirve de nada;
las del
filósofo Emilio Lledó:
¿Qué me importa a mí la
libertad de expresión
si no digo más que imbecilidades?
Hay que independizarse, sí,
de la ignorancia, la pereza intelectual y los
tópicos,
cada mañana frente al azogue.
Grita, exige la libertad más crítica
de tu cerebro y de tu corazón.
Nadie vendrá a salvarte excepto lo que quede
de la bestia no herida que respira en ti.
Nos sobran balas y nos falta tiza,
nos faltan sabios y serenidad.
A veces, como ahora, me arrumba el desaliento,
me abro en canal y me descorazono
cuando el oficio de belleza queda
eclipsado en un océano de analfabetismo
senti-mental,
y nuestros susurros, las palabras del río, apagados
por una turba ensordecida y ciega.
Cuando se lee poco se dispara mucho.
No es un problema de separatismo, amor mío,
sino de algo peor: educación.
Cuando se lee a Mairena es siempre todavía.
Infinitas faltas de ortografía.
Quizás no sea tarde de aprender a rezar.
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