Para José María García Linares
La muerte de mi padre
me reclamará un poema.
Solo espero
que no sea hoy,
aún es él demasiado padre
y yo demasiado hijo.
Humean todavía brasas jóvenes,
permanece el vehículo accidentado
esperando una grúa, en la calzada;
los soldados no regresaron nunca a casa,
y un niño en su habitación se enfada,
ajeno a la cortedad de la vida.
Lágrimas en un viejo cenicero,
silencio de guerra fría
bajo la mesa que nos vio luchar.
Solo espero
que me duela,
que no finja el vacío que dejará
en un instante,
que no me llegue tan pronto
su marcha,
que bese su cuerpo inerte
sin asumir la gravedad de su ausencia;
que me acuchille su pérdida cuando lo pierda,
y no después.
Que no me asalte el dolor tan tarde
que apenas me queden recuerdos suyos
ni pueda imaginar cómo me mira ahora.
Que no sea demasiado tarde
para abrazar su cuerpo inmóvil,
para entregar las armas,
que no sea entonces
tan solo una foto
que no logre siquiera mirar.
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Debieran los padres
mutar a ancianos
antes de despedirse de sus hijos,
ser los niños que fueron sus vástagos
y que éstos alcancen a acunarlos
a modo de amorosa venganza,
de retorno de los días de colegio,
hijos llevándolos ahora a ellos de la mano
convertidos en banco de parque,
acudiendo por la noche cuando llamen,
acariciando su cara cuando se asusten.
No debieran morirse los padres
sin haber pasado por abuelos,
firmado el armisticio sin rencores
de modo que el olor del tiempo
no exaspere,
ni su falta de apetito.
Dos adultos reencontrándose,
dos niños –por finiguales
en miedos,
jugando juntos,
esperando la hora.
Hijos
perdonándolo todo,
pasando una página que era de hierro,
olvidando
hasta lo ingrato de su olvido,
los ceños fruncidos y las lágrimas.
Que mientras la espalda del padre
va cayendo
y menguando el aire que ocupaba,
pueda el hijo obviar la propia herida,
decirle “no pasa nada”,
sonreír sin la doblez de la batalla,
ir cantándole al oído,
besarle en la frente,
redimir al que lo aupaba
en la cabalgata de Reyes,
mientras se duerme en sus brazos
seguro de que valió la pena el viaje;
dibujando la sonrisa perdida,
cerrando los ojos
para siempre.
Antonio Revert. "Mobiliario básico", Ediciones En Huida, 2018.
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