documentos de pensamiento radical

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lunes, 10 de abril de 2017

7 poemas de JOSÉ LUIS RÚA





Recuerda, cuando lleve puesto
el traje de ausencia,
el sudor de mi cuerpo dibujado en las paredes
o el viejo pantalón de pana
colgado silencioso, de su percha de madera
en el armario de siempre.

Recuerda entonces como era,
medio sordo a palabras necias,
egoísta de tu presencia,
ahorrador de tanto mimo como me dabas
y vigilante fiel de tu sueño cada noche.

Recuerda cuando la voz no suene
desde lo alto de la escalera,
ni canturree canciones que no sabía
sin apenas letra y escasa música.
Que fui tu sombra de colores
todas y cada una de las horas que vivimos
en esta tierra misteriosa,
en este mar medio prestado
y en este cielo repleto de nubes rojas,
de corazones blancos y hechizos sin terminar.

Recuérdame como era,
un leño ardiendo en el hogar.




***


De pie en el andén de la vida,
lleno el bolsillo de lágrimas,
al saber que esa mirada se disuelve en el infinito
como un terrón de azúcar, en el café de la mañana.


Quiero decirte adiós y no puedo
al verte subir las escalerillas de ese viejo tren
a punto de partir a ninguna parte
y sin regreso cierto posible.
Y tú te aferras al pasamanos, con las fuerzas
de quien piensa que quizás aún no es tiempo de idas,
tal vez de recoger la cosecha antes que la lluvia arrecie.


El silbato suena a tormenta,
el rugido del motor a juicio final
y los temblores del alma a ruptura del cuerpo con la tierra.
Madre, buen viaje y dale recuerdos al viento,
para que no deje de soplar hasta que salga de nuevo
ese último tren de lejanías. 


*** 


Sentado en este viejo café,
nacen poemas de aquella mi ciudad.
Noticias que me obligan a maldecir
y nadie me regala el tiempo
ni me protege de esta ácida lluvia.


Aquí y ahora,
indignado y solo
no rompo nubes a destiempo
ni entierro relojes por doquier,
tan solo, ventanas a la esperanza asomo.


Aquí y ahora
Te reto a ti, negociadora de utopías
maestra de soluciones etéreas
a sentarte a mi diestra
y escuchar palabras renqueantes
que te dedican las voces del extremo.


Aquí y ahora
en este viejo café
te recuerdo tan próxima como ausente,
y es que los tiempos pasan, como si pasar, fuera suficiente.


***


El amor que llegó del mar,
infinito, azul, sorpresivo,
unas veces plácido,
amante sin pretensiones,
y otras, tormentoso,
con traje suelto y al viento
vistoso como abrazo íntimo.


El amor que llegó del mar,
una mañana de primavera
aún mantiene firme el pulso,
serena la mirada y verde la retama, verde.
Pasados algunos años ya.
cuarenta calendarios en la pared apilados
y tú a mi lado, recién llegada
de nuevo, del mar
siempre, del mar.

***


Ahora, cuando llega la noche
pongo sobre las limpias sabanas
de seda y hierbas del campo,
mis pecados de siempre,
y un guiño improvisado.
No rezo, porque nunca creí
ni en mentiras de oro
ni en cenefas de mansedumbre.


Ahora, cuando llega la noche,
me abrazo a tu silueta
que se dibuja sin tu quererlo,
sobre mi pecho descubierto
y mis manos vacías.
Solo para decirte al oído,
muy señora mía,
le deseo felices sueños.

***


Un café,
el azúcar que corre por mis venas,
un vaso de agua con gas,
el alivio de un ventilador de techo
y ciento diez palabras sembradas lentamente
sobre el blanco de una hoja transparente.
Tu sonrisa me emborracha,
amargo el sabor de cada sorbo
pero mas amargo todavía, el sabor de las noticias
de los fracasos ya previstos y la libertad de los corruptos.


Un café
sorbo a sorbo.
Una esperanza talada a destiempo,
y al morir de nuevo el día,
una fruta de temporada, sin mayores ambiciones.

***


No vi esta vez plataformas gritando por la solución del problema.
No vi carreteras cortadas ni contenedores ardiendo
en las esquinas de la memoria,
por semejante brutalidad.
Tampoco escuché la indignación de los justos,
ni vi las lágrimas de otras veces
derramarse en las profundas aguas del Mediterráneo,
ni oraciones por tanto cuerpo sembrado
en la pleamar más irritante que conozco.
La hipocresía ondea una vez más
en lo más alto del mástil de la vida,
de todas y cada una de las plazas del mundo civilizado,
de todas sus calles y todos sus despachos.
Pero al llegar la noche, desgraciadamente,
todo va a seguir igual ................



José Luis Rúa. Estación término. Ed. Moreno Mejías, 2017

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