Como
otros atributos de la supervivencia,
su
llegada periódica a tu cuenta
corriente
se confunde con el paso
del
tiempo, le concede
a
éste un valor preciso; de manera
que,
hecha abstracción de ciertas condiciones,
la
cifra renovada
equivale
a un número de días
y
con ellos se agota (a veces antes);
aunque
esto nada tenga
que
ver, dicen algunos, con la felicidad;
y
no ya porque un mundo sin dinero
pudiera
ser mejor, o porque sea
posible
renunciar a ciertas servidumbres,
igual
que renunciaste
a
la magia de ver cómo unas pocas
monedas
te bastaban, no hace mucho,
para
medir el pulso de la noche
en
un bar donde hacían
siempre
la vista gorda con las cuentas
–algo
así debió ser la juventud–,
rodeado
de amigos indistintos,
gregarios,
todavía no sujetos
a
esa incapacidad sobrevenida
de
compartir, más tarde, los vulgares
destinos
que nos aguardaban.
Poníamos
nuestras dos o tres monedas
en
común y sabíamos
que
la suma de todas era lo que costaba
ser
felices entonces, todos juntos.
JOSÉ
MANUEL BENÍTEZ ARIZA
(Malos
pensamientos,
1994)
También en la antología:
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago. Poesía y dinero. Antología poética desde el Arcipreste de Hita hasta la actualidad (Vaso Roto, 2019), realizada por José Carlos Rosales.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago. Poesía y dinero. Antología poética desde el Arcipreste de Hita hasta la actualidad (Vaso Roto, 2019), realizada por José Carlos Rosales.
El dinero, en cualquiera de sus formas, no es más que una capciosa, burda e impuesta cartilla de racionamiento.
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