Solo de ti puedo dar fe
porque sólo tú te atreviste a desnudarme.
Recuerdo que primero me vaciaste de toda razón
poniendo alrededor incertidumbre
para que no olvidara buscar en tu mirada el refugio constante.
Recuerdo cómo caminaste siempre a mi paso,
silencioso cuando yo no te hablaba,
escuchando cuando todo eran dudas,
poniendo luz ante cada uno de mis pasos vacilantes,
sin impacientarte cada vez que me perdía.
Recuerdo vagamente mi ceguera
y tu mano hablándome sobre la piel,
tu tacto delicado sobre mis párpados
tantas veces como fue preciso.
Recuerdo mis oídos tapiados y tu susurro constante.
Recuerdo mi dolor más profundo
cuando no era nadie en mitad de un todo,
hasta que brotaron tus brazos en mi espalda
y, confiada ya, empecé a dejarme volar.
Recuerdo cuando supe que esta historia
no tendría final, como tampoco había tenido principio
y empecé a disolverme poco a poco,
en tu abrazo seguro y cálido, sin palabras ante tu belleza.
Begoña Abad. El lenguaje de las ballenas. Ed. Pregunta, 2020
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