8
La
mariposa arcoíris quiso presumir más de lo prudente. Se internó, confiada, en
lugares oscuros, peligrosos. Hoy posa, ya sin vida, sobre una mesa de
escritorio de un abogado, dentro de una peana de metacrilato.
58
El
uniformólogo Santiago de la Bathutta tenía una obsesión: llegar a tener una
perfecta colección de uniformes de militares de la II Guerra Mundial, así como
las armas que usaron en la gran contienda. Sólo le faltaba el más difícil y
complicado uniforme: el alemán, así como el arma más usual de la Wehrmacht,
esto es, el Mauser Karabiner 98 Kurz, o K98. Después de muchos sinsabores,
encontró ambas piezas y montó un museo espectacular en su misma vivienda. Una
noche fue despertado por un enorme ruido, caracterizado por explosiones,
disparos, quejidos y un buen número de fogonazos. Se levantó medio desnudo,
abrió la puerta del cuarto-exposición, el cual se encontraba hecho un asco, y
perplejo vio que en el suelo se encontraban tirados todos los uniformes, la mayoría
de ellos con disparos en diferentes partes -incluso había grandes manchas de
sangre-. Puso todo en orden, limpió la gran sala y vendió todo a un conocido
chamarilero. Y es que las guerras con sus correspondientes muertos siempre
dejan un eco que traspasan el centro del corazón de los tiempos.
63
Los
dolientes se fueron retirando paulatinamente. El cadáver miró a su derecha e
izquierda, y al percatarse de que no había moros en la costa, incorporó medio
cuerpo de una forma mecánica, al tiempo que extraía del bolsillo un boleto.
Como tuvo buen cuidado en esconder el móvil en sus prendas fúnebres antes de
irse al cielo, lo sacó, manipuló en él durante unos minutos, y de pronto, dos
inmensos lagrimones surgieron de sus ojos al tiempo que decía: “¡A buena hora,
mangas verdes!”. Acto seguido, volvió a la postura cadavérica y se dejó llevar
por el río, de aguas ennegrecidas, de los sin nada.
4
La
gaviota, desde su atalaya, divisó un hermoso pez limón. Se tiró en picado para
apresarlo y se percató de que todo fue un espejismo. Desde entonces, se volvió
vegetariana.
9
La
paloma no se equivocó. Supo hallar el camino -a miles de kilómetros de
distancia- para copular con su palomo preferido. Consumado el acto, ya no quiso
volver a su origen. La paloma no se equivocó, sólo se enamoró.
12
Quiso
a toda costa demostrarse que era capaz de escribir un poema. Se compró un
manual de creación poética de mil páginas. Cien días después de la lectura, el
folio seguía en blanco.
13
Los
dos contendientes estaban frente a frente en la polvorienta calle. Los
pistoleros dispararon, y de los revólveres sólo surgió un lánguido chorro de
agua. No lo sabían: era el 28 de diciembre de 1883.
17
El
director se dirigió a los profesores que componían la orquesta; realizó tres
movimientos con su batuta y, tras dos más, los sesenta chimpancés comenzaron a
interpretar la bella suite: We are
already here.
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