I
A
él, que jamás leyó un libro
le
consagraron centros de investigación
y
premios de poesía.
A
él, que no le gustó nunca estudiar
le
homenajearon con colegios, institutos
y
una universidad.
A
él, que jamás iría a uno público,
lo
llevaron a inaugurar hospitales.
II
Puede
que el pueblo, siempre agobiado
con
las cosas vulgares del comer,
pagar
la hipoteca y sacar los hijos adelante
no
lo supiera,
los
de abajo, siempre tan atareados
en
cosas tan reales
tienen
poco tiempo para pensar
y
dejan que la televisión piense por ellos,
aunque
luego llegan las confusiones:
España
con unidad,
religión
con catolicismo,
derecho
con amiguismo,
democracia
con plutocracia,
impunidad
con monarquía,
pero
los que lo agasajaban
no
se engañaron jamás con esto,
y
le compraban yates,
silenciaban
a la prensa,
hacían
desaparecer los cadáveres
y
lo convertían
en
uno de los tios más ricos de Europa.
Era
el gran campechano,
un
día, de él, tal vez solo queden
retratos
en Suiza.
Antonio Orihuela. Todos atrapados en la misma trampa. Ed. Garum, 2020
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