No
dónde brota el agua,
sino
dónde se la esconde,
dónde
se la envasa,
dónde
se factura.
No
cuánto germina,
sino
quiénes lo fumigan,
quiénes
lo vallan,
quiénes
lo comen.
No
cómo protegernos,
sino
cómo compartir,
cómo
cuidar,
cómo
amar.
documentos de pensamiento radical
No
dónde brota el agua,
sino
dónde se la esconde,
dónde
se la envasa,
dónde
se factura.
No
cuánto germina,
sino
quiénes lo fumigan,
quiénes
lo vallan,
quiénes
lo comen.
No
cómo protegernos,
sino
cómo compartir,
cómo
cuidar,
cómo
amar.
Careos*
Bayárcal, Puerto de la Ragua (entre Almería y Granada).
Parque Nacional de Sierra Nevada.
Bajo el cielo, careos.
Las líneas de los mapas no están en la montaña.
Permanecer inmóvil entre dos provincias,
al acecho. Nada, no hay fronteras.
Pisar nieve a dos mil metros
que será agua, acequias, río.
Ladera abajo te asaltan surgencias
que corren y traen el deshielo.
Descubrir la red, el vergel, los colores:
acequias de careo que ralentizan
el ciclo hidrológico.
Seguir los vestigios culturales entre Granada y Almería:
hay piedras moriscas, árboles andalusíes,
restos de alquerías, huertos que se irrigan.
Jugar al escondite.
Acechar la infiltración somera del agua
y la circulación lenta y natural bajo el suelo.
Seguir las venas que brotan en la tierra
o emergen en manantiales,
remanentes bajo celajerías.
Contemplar la sabiduría popular
que construye paisajes,
evita la pérdida, la evaporación en superficie
y abastece las zonas bajas en la estación seca.
Sima, mata, calaero, fuente,
flujo subterráneo, cultivos que brotan,
pastos verdes, balsas de riego.
Sembrar agua y ofrecérsela al verano.
Las líneas de los mapas no están en los paisajes.
Permanecer inmóvil entre dos provincias,
al acecho. Nada, no hay fronteras.
Solo existe un gran aljibe: la montaña
donde se oye el careo, del agua el susurro,
de nuestros antepasados la sabiduría
que se hereda, la voz del acequiero.
* Las acequias de careos están operativas desde el periodo musulmán en las Alpujarras, apenas han variado en ocho siglos. Son un sistema de recarga artificial de acuíferos y de gestión hídrica único en el mundo. Durante el invierno y la primavera, en las partes altas de la sierra se facilita la “carga” del agua de ríos y arroyos hacia estas acequias, y se conduce hacia unas zonas más o menos llanas donde se deja que se infiltre llenando fuentes, balsas, etc. Cada acequia tiene sus puntos de recarga llamados simas o cimas.
Lola Callejón. Azogues. Ed. Nazarí, 2025
Alzacola
Un atardecer en los alrededores de la torre de La Garita (Dalías).
Faldas de la Sierra de Gádor.
Esperas a que el silencio de la tarde llegue,
baje al trote ladera abajo e invada caminos.
Atardece entre chumbos,
hay cortijos sin techo, una atalaya andalusí
erguida sobre tomillos que huelen,
algarrobos aquí y allá, tres granados silvestres.
Hay balates de piedra sujetando paratas.
Arriba, te mira imponente la sierra de Gádor.
Un alzacola alza sus caudales plumas
en abanico: surge el movimiento,
el contorneo, mil bailes sin feria te asaltan.
Aparece el cante, los gorjeos aparecen,
como pencas se te antojan las guitarras verdes.
No es consciente la fragilidad de su silueta:
vendrán tiempos peores
y dejará de merodear alhucemillas,
iberoafricanismos aún resistentes
cuyas flores han perfumado, allá en un cajón,
los pañuelos de la memoria.
Has muerto de contenida emoción
por el encuentro.
Sabes los secretos:
el ave atraviesa el Sáhara dos veces al año,
sus delicadas plumas se exponen a halcones,
sabes que trae un camino pleno de aventuras
entre el desierto y el mediterráneo caliente.
Sabes de su dependencia ecológica,
sabes que le gustan nuestros paisajes,
los arbustos, los olivos, agua remansada
en manantiales, hierbas
sin agroquímicos donde atrapar insectos.
Has muerto de dolor.
El pájaro, al verte entre rocas, ha dicho:
—No encuentro ya consuelo,
la tierra yace especulada, sucia, herida,
ya no es mi territorio,
me faltan los refugios,
me faltan los artrópodos libres,
libres de venenos.
Y siguió hablando entre vuelos breves:
—Los alzacolas desaparecemos
en silencio de los recuerdos,
de tu juventud primera
(igual que se esfuman los vestigios moriscos).
Celemín*
Bancales. Alrededores de la torre de La Garita (Dalías).
Faldas de la Sierra de Gádor.
Sobre la loma de pencas, los cirsios.
Sobre los cirsios, el jilguero.
Bajo el jilguero media fanega de la alquería:
seis celemines que lindan al norte
con el soto, al sur con el río,
al este con otras fincas conocidas,
con el regadío al oeste. Varios aljibes.
Celemines repartidos,
celemines por deudas subastados.
En el periodo de La Restauración,
cincuenta y cinco pesetas.
Colectivizados celemines, manos que trabajan.
Llegó la República y esparció
las tierras. Después fue la huida,
las cuevas que ocultan el miedo,
el silencio. Se echó a los montes el hambre
del pueblo: buscó almendras,
pan de higo, arrobas de esparto segado.
Y la Sierra de Gádor miraba de cerca
suelos devastados por la minería.
La roca madre ofrecía sus laderas
para la siembra de pinos.
Celemines que vieron
vegas fértiles, la vez del agua
que riega, las azadas,
los présules*, las habas, los encarpes
de racimos, los pastores y sus cenachos.
Celemines que ahora ven jirones
de polietilenos sobre la tierra.
Mañana, microplásticos
mal esparcidos en nuestras vidas.
* El celemín es una medida agraria que se utilizaba en algunas partes de España antes de que fuera obligatorio el sistema métrico decimal. En la Alpujarra almeriense ha perdurado hasta nuestros días. Referida a medida de superficie, equivale a 537m2. Una fanega de tierra corresponde a 12 celemines.
* Présules: forma local de denominar a los guisantes en Dalías y otros pueblos de Almería.
Lola Callejón. Azogues. Ed. Nazarí, 2025
Desde Fuente Nueva (Dalías).
Sierra de Gádor.
Ha quedado un rechizar permanente:
hará una tarde de chicharras en la vega.
Lejos destella una virga,
deja ver el arcoíris en el cielo.
Las higueras maduran en las ramblas,
el aljibe tiene ecos bajo piedras,
la culebra ha guiñado un ojo
desde negras profundidades,
emerge solitaria
para que la bebas y la desees.
Niños éramos entre los cortijos,
higos secos en lastras bajo el cielo,
piedra seca en los declives,
nidos de riblancas* en las repisas,
el miedo a los lagartos,
cuentos entre la lumbre,
manos que trabajan y se hunden,
atochas o espartos, parrales,
el trisar de golondrinas.
La memoria aquí trabaja, viva,
sobre el territorio que defendemos
de damnatios que lo borren.
* Riblanca: nombre local de la collalba negra (Oenanthe leucura) en Dalías y pueblos cercanos.
Lola Callejón. Azogues. Ed. Nazarí, 2025
Altas cumbres. Alrededores de la Laguna de La Caldera y
borreguiles bajo el Mulhacén. Parque Nacional de Sierra Nevada.
Bajo tus patas de caminar lento, la indiferencia hacia un mundo convulso y confianza en la coraza. Aunque pareces un guerrero, llevas un frágil escudo que no aguantaría la guerra ni un minuto: ni un minuto en Gaza o Cisjordania, ni un minuto en el Líbano, ni un minuto en Ucrania. Tu melanina, oscura y brillante, puede parar la radiación en las altas cumbres, pero no las avalanchas, el deshielo, los tumultos en las fronteras, los muertos en El Sahel, los refugiados de Uganda. ¿Acaso puede tu cubierta frenar a los que escapan sin epidermis que los protejan, a los Rohinyá huidos de Birmania, a los que huyen de anomalías en las isobaras o de comportamientos extraños en la meteorología? ¿Acaso detendría los mares, las barcazas que arriban a Lampedusa, a Canarias quizás, tu coraza?
Bajo tus patas hay dos mil o tres mil metros, el filo de nieves perpetuas, los piornos con espinas, los enebros rastreros que contemplan Sierra Nevada majestuosa; pero tu coraza (propia de un especialista de altas cumbres) no aguantaría cambios drásticos en las constantes del clima, no soportaría la destrucción de paisajes, la estación de esquí abarcando ríos que nacen, el turismo y la presión urbanística sobre territorios que te pertenecen.
Aunque pareces un guerrero con lanza (ovopositor se llama), nunca vencerías en ninguna batalla, en ninguna contienda de este capitalismo salvaje.
Puedes permanecer junto al silencio limpio y desnudo de la montaña que crece, transitar entre Almería y Granada, ocultar tus no alas bajo tegminas resistentes, exhibir tu pronoto con orgullo, pasar desapercibido en el reducido territorio, hacer honores a la condición de endemismo rechoncho, único en un mundo agitado, exclusivo de la sierra (cada vez menos nevada). Puedes inocular los huevos con tu lanza de hembra, corretear entre violetas, besar las ramas de sabinas chatas, obtener el calor de esquistos micáceos y hacerte un referente frente al cambio climático; pero tu coraza, ¡ay, tu coraza!, ingenioso y práctico invento evolutivo, no aguantaría los desafíos del antropoceno. Ha resultado ser un mal negocio para especies restringidas en el espacio y en el tiempo del planeta. Especialista te llaman. ¡Ay, tu coraza!
De nombre Baetica, Baetica ustulata* (la chicharra de Sierra Nevada), no puedes ser culpable. Indiferencia hacia un mundo convulso. Confianza en la coraza.
* Baetica ustulata o Chicharra de Sierra Nevada es un Ortóptero endémico y exclusivo de Sierra Nevada (Granada y Almería). Se encuentra en las altas cumbres, entre los 2200 y 3450 msnm. Prefiere lugares de vegetación almohadillada o piornales. Tiene hábitos carroñeros, detritívoros y carnívoros. En su anatomía aparecen tres estructuras: la cabeza, el pronoto y el abdomen, todas rodeadas de un tegumento quitinoso.
La hembra presenta una especie de lanza caudal con la que pone los huevos. Se incluye en los listados de protección de la Directiva Hábitats de la Comunidad Europea y en el Convenio de Berna, también en las leyes andaluza y estatal sobre especies amenazadas. La UICN cataloga esta especie En Peligro. Es uno de los más importantes bioindicadores del cambio climático a nivel mundial y en las investigaciones que realiza el Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada.
Lola Callejón. Azogues. Ed. Nazarí, 2025
40
veo huellas de pájaros
desaparecidas
en los límites del arenal
costero
lo invisible se vuelve
visible en el sueño
hay melancolía abierta en
canal
en las huellas de los
ausentes
pronto caerá la tarde
enloquecerán las sombras
en los brazos del cansancio
Eladio Orta. Los perros ladran penas. Ed. Huerga & Fierro, 2025
41
apunta primo en el cuaderno:
solo veo pérdida en las
alforjas
solo veo pérdidas de
significados
en las pizarras ideológicas
del acomodo
solo veo pérdidas selladas
en las piedras ambulantes
del asfaltado camino y
en las alfombras azules
de la nostalgia
y
aun así / la sonrisa
abre ventanas y
a veces aparece camuflada
detrás de los labios
humedecidos
por el chorreo de la tajada
de sandía
a la espera del vuelo del
pájaro
desde la mano del niño
a la pila del pozo
apunta primo en el cuaderno:
solo veo moscas verdes
bailando dentro del cuadro
descuadrado en la pared
¡ay / mal andamos si
perdemos los olores
selectos de las flores del
aislamiento!
39
un pájaro de metal atraviesa
el sueño
al despertar las plumas
caídas del árbol
preñan de lombrices los
zapatos
vestidos de catástrofes desayunamos
Eladio Orta. Los perros ladran penas. Ed. Huerga & Fierro, 2025
36
los
grillos nos están avisando y
no
nos percatamos
los
grillos nos están tronando los oídos y
no
nos percatamos
los
grillos grillan las noches de febrero y
no
nos percatamos
los
grillos pavonean sus alas a orillas del desastre y
no
nos percatamos
andamos
sordos / ciegos y
grillados
andamos
tocando la zambomba
en
las puertas del disparate
andamos
contando los billetes
en
las máquinas registradoras del desastre
andamos
engordando los bolsillos
de
la mediocridad usurera
andamos
tocándole las palmas
al
devastador capitalismo
……
escribo
para
ser atravesado por un rayo
Eladio Orta. Los perros ladran penas. Ed. Huerga & Fierro, 2025
34
veo
gemidos de gargantas
martilleando
intermitentemente
el
hierro cadente
veo
afiladas serpientes silbando
arpegios
en los distritos ocultos
del
caño del orín
veo
cuchillos puntilleando
la
salmuera en los bordes
retorcidos
del solejero
la
transparencia invisible
ciega
identidades
ciega
vínculos complacientes
ciega
las carencias ocultas
de
los vendedores de humo
de todo por la poesía
todo por la poesía
por la poesía
la poesía
poesía
esía
sía
ía
a
¡ay / mal andamos si tomamos
a la poesía por bandera!
“flores en lugar de
banderas”
jesús lizano
35
veo los retamales blancos
nieve perenne en los ojos
cal desparramada sobre la
alfombra
en noches de gemidos
relajantes
veo los hocicos de los
perros blancos
ladridos masticando yerbas
laxantes
en los descampados de la
caducidad
veo los cuadernos en blanco
sin garabatos en los
márgenes
sin brotes de higueras en el
pico
veo los campos con una
costra salitrosa
blanca / adueñándose de las
tierras de labor y
de los albores de los
retamales
veo suspiros entrecortados
de escarabajos
peloteros / atrapados en las
redes blancas
del picor de los
ansiolíticos
veo pájaros blancos
merodeando
los arriates inconscientes del sueño blanco
veo calles vaciadas de
movimientos
extraño paisaje de un mundo
que vive en su interior sin
vivirlo
involuntariamente forzado
por las hélices del
enchiqueramiento
se escucha el acorde de un
violín
hay voces dentro del miedo
las calles se inundan de
bozales
Eladio Orta. Los perros ladran penas. Ed. Huerga & Fierro, 2025
26
querida
poesía
mantente
alerta a los desvelos
son
tantas noches de sequía y
tanta
metamorfosis aritmética
del
velo / desparramada a conciencia
por
los balcones de la irreflexión
que
no me bajo del burro / primo
todo
fruto tiene su tiempo de maduración y
escribir
por encargo es sinónimo
de
agricultura intensiva
el
verso sale sin querer y
si
queriendo sale / mala cosa es
los
aplausos / primo / tapan carencias
ocultan murmullos de abejas
27
veo ristras de alfajores
colgados
en los tendederos invisibles
de las policromías
adyacentes
bailando la autoestima en
los salones
competitivos de las carreras
poéticas
veo ruidos de sables en los
corrillos febriles
amañando versos en las
cazuelas del hambre
el dolor anestésico de las
intuiciones
perpetua la sangre del gallo
en el plato
veo la curiosidad indemne de
los perros
husmeando los hilos finos
del desastre
detrás de las cortinas de la
impunidad
es tarde para reparar los
desperfectos
nos hemos dejado llevar
por los encantos de la desidia
28
veo caravanas de rostros
asustados
en los quicios interiores de
la superstición
veo al movimiento obrero
obnubilado
desubicado / desorientado
con la escala de valores en
alto consumo y
con ausencias de escrúpulos
en sus postulados
veo al movimiento obrero
sacándole
las tripas a la madre
naturaleza y
reutilizándolas en la
elaboración
de carne mechada en los
escaparates
virtuales de la
indigestión
(no te enteras / primo
ya casi no hay sindicatos
obreros
ahora se llaman sindicatos
de operarios)
solo veo movimientos
continuos o
discontinuos en las aceras
sumergidas
de la mitificación de la
abundancia
cuándo los sindicatos
obreros
van a reivindicar el derecho
a plantar anillos de árboles
protectores en los semáforos
del espacio interior
cuándo los partidos
políticos
de las izquierdas
parlamentarias
van a reivindicar en sus
programas
electorales la flor de la
austeridad
agua sin desembocadura
es agua muerta
¡ay / de las democracias
levantadas
sobre la superficie de fosas
comunes sin exhumar!
32
veo mucho turista infiltrado
en la farándula poética
mucha metamorfosis clínica
desatada en la locura
ombliguera
veo acomodo subiendo
escaleras
de prestigio en los
despachos
anfibios de la ilustrada
sequedad poética
veo poses tendiendo
lazos de mediocridad
en los circuitos adscritos
al compadreo
veo premios fluctuando
en el fondo ácido
de esculturales
escupideras de nácar
veo competiciones virtuales
ambulantes / tomando
las aristas de mi cuarto
veo espejismos nublados
por los cambios neuróticos
de los hocicos de los perros
adiestrados en los pasillos
caníbales
de los hospitales
privatizados
por las picaduras engañifas
veo la luz ciega del
sufrimiento
en los ojos acuosos del
abandono
veo sequedad empotrada en el
verso
ladrando temblores de
estrellas
tijeras cortándole las alas
a la levadura poética
libertaria
Eladio Orta. Los perros ladran penas. Ed. Huerga & Fierro, 2025