documentos de pensamiento radical

documentos de pensamiento radical

lunes, 31 de octubre de 2022

Árboles (Fragmentos)


 

 

delicadamente

nada más tengo que hacer

en todo el día

corto la alcachofa

 

 

¿qué pájaro es ese que canta mi silencio?

¿qué árbol me vuela entre sus alas?

¿son ellos o soy yo el que está atento?



bajo la luna

el caracol

pinta de plata

las uñas

del acebuche



el mirlo

bebe un buche de agua

cuando no miro

 

 


mientras acontece

la abubilla

las malas hierbas

limpian las hierbas

malas de mi cuerpo



sin pretenderlo

salirse del mundo

tras su vuelo

¡mariposa!




¿qué me estará

diciendo el jazmín

que me deja

desnudo sin quererlo

aturdido de belleza

a las puertas

de no sé qué

misterio?







sentado bajo el algarrobo

antes de beberse la luna

oh lugares vacíos!




ahí está

pequeña, morada y pálpito.

este huerto, esa luz

procura armonía

a la cocina de nuestro estómago.

tú berenjena, catedral de la tierra







por un instante

la luna

la aceituna y

el avión

penden del mismo árbol



llueve

y así como llueve

se despoja

de sus ropajes

: piedra desnuda

entre dos árboles



¿qué me estará

diciendo el pájaro

que me arranca

el sueño de los dedos

y me pone alas

en los ojos y

me deja sin volar

a las puertas

de todo vuelo?




el gorrión

sobre la caña

de la tomatera

transformado

en cigüeña



qué oficio hermoso este

: a media mañana

cojo a Beryl en brazos

y nos vamos a hablar

con los árboles



después del tractor

la tierra

ensortijada de garzas



lo que no ocurre

es lo que sucede

todo el tiempo

: cómo no quererte

si eres luz

que camina







árboles

al sol,

hojas

de oro.

cómo juega

la luz conmigo



árboles

: oscura llama inflamada,

lengua cierta de la noche,

cuerpo de mi cuerpo

cuando no soy y

me dejo

entra la invisible luz

de su silencio




trastornado por la belleza

debo sentarme

para seguir escuchando

oh mirlo!

en tu negrura

toda la luz de este mundo





¿cuánto dura la lentitud?

la poesía: estar preparado

para no sé qué





debo haber estado

más de una hora

detenido entre los árboles.

después, de lejos

he venido a buscarme

y he regresado,

cabizbajo,

como avergonzado

de estar de nuevo

entre los hombres



en las ramas

más altas

el sol escribe

crepúsculo

de otoño





no sé si los pájaros

están llenos de vacío

o el vacío lleno

de pájaros,

en cualquier caso

la montaña y yo

estamos volando



acabo de nadar

sobre la luna llena

en el pequeño estanque



todavía de noche

te vistes tan lentamente

en el silencio

de la sala,

la camiseta interior

con tirantes de seda

oh el sujetador negro,

en tu rostro de madre

aún el sueño y

la nana de la luna,

después, las medias

y el vestido

e igual que al campo

calzan las flores,

los zapatos.

amanece el miércoles

y comienza el sol

a desliar la oscuridad

de los rincones.

y yo, atónito,

mudo en el museo

del asombro,

no a alcanzo entender

lo insólito

de toda esa belleza






en flor

bajo el ciruelo

la niña y el pájaro

son la misma cosa

: desmigan el sol

comparten el canto







salgo de casa

y entro en la luna







Antonio Rigo (Palma de Mallorca, 1957)

Escribe poesía. Ha publicado los siguientes libros: Luces de posición, Mujer triple, Poemas del polígono industrial (versión inglesa Lucía Graves), Página par, Parpadea y me habré ido, Poemas del aeropuerto, Días de radio y niebla, Pan con aceite y otros poemas, Poemas del bosque y de la lluvia, Poemas de la otra orilla, Masticando adelfa (poesía reunida 1991-2011), Álbum blanco, Poemas de la nevera, Elogio de lo cotidiano (aula literaria Jesús Delgado Valhondo) y aparece en numerosas antologías (Feroces, Voces del extremo, Antología universal de poemas de los árboles y el bosque, La casa del poeta, Hey Jack Kerouac…)

Árboles (fragmento) es una pequeña parte del libro en el que está trabajando los últimos cuatro años.

 

Ilustración de Teresa Chacón

domingo, 30 de octubre de 2022

4 poemas de CARLOS MARTÍNEZ RENTERÍA


 

  

Siempre estamos en el tiempo


Todos jugamos el juego del tiempo
El tiempo de vida o de muerte

El tiempo de llorar o reír

Alargamos las horas para ser felices
Queremos que ya se acabe el sufrir
Aprendemos tarde que para vivir morimos

Hay
Que
Matar
Al tiempo

Un instante es todo en la vida
Un segundo nos salva de morir
Un segundo es el amor

En estos tiempos todo es más lento
Eso decimos
Se mueve igual que antes
que lejos se quedó el antes

Mucho antes que los sucios políticos
Que los reveladores filósofos
que los iluminados artistas
Que los salvajes amantes

Nos morimos y ya

Pero el tiempo existe
A veces, una mirada, un beso, una caricia,
Una idea, una emoción, rompen la inercia.

El tiempo también se rompe y se pone a reír o llorar.




Cuarentena

Frente a mi ventana hay un viejo poste de luz,
que en otro tiempo seguro fue un frondoso árbol. 

Hoy en lugar de ramas verdes sólo caos de cables eléctricos,
decadente saturación urbana.

El asfalto se derrite reflejando los rayos de un sol
que se desparrama sin piedad,
en medio del bochorno.

Una mariposa revolotea rompiendo el aburrimiento
de un día más de cuarentena.

Los árboles cada día son más verdes y se burlan
de aquellos que sólo miramos pasar el día
desde el otro lado de una ventana sin tiempo.




Poema pandémico

Como lava hirviente que escurre de los volcanes
el tiempo de la pandemia lo quema todo
con viscosa lentitud asfixiante
consume los sueños, las ganas y la vida.

El tiempo del encierro huele a muerte
no nos permite siquiera la traviesa “dicha
de perder el tiempo”, de llegar tarde
porque no hay a donde ir.

La gente cuenta los meses, los días, las horas y
no termina de contar, el tiempo
se diluye en la nada sin futuro, sin abrazos
sin bailes hasta el amanecer.

El tiempo taladra certezas
           el miedo nos hace otros
                        la ciencia no tiene respuestas
                                           los políticos siempre mienten

El virus va ganando batallas
            muchos héroes anónimos
                          exagerados lavamanos-pies-conciencias
                                            irresponsables sin tapabocas
Muchas las historias tristes
        No han faltado algunos milagros
                   Los contagios y los muertos, sólo números
                            Nada será igual después de la pandemia

            ¿Habrá un después?

                      ¿Algún día saldremos de nuevo a bailar?
 
                                            ¿Besaremos sin Cubrebocas?




El seductor del tiempo                                                                                      
                                                               Para Lawrence Ferlinghetti

Uno quiere decir la palabra exacta para regresar en el tiempo.
Que no hubieran pasado esas cosas que duelen tanto.
Eso que dijiste en otro tiempo, casi sin querer, debería seguir
                             [conquistando tu emoción.
Pero, hay que reinventar cada instante.
Si no lo seduces, al tiempo, pasa de largo y lo que fue, quien
                              [sabe dónde está.
La fantasía está ahí,
esperando que la descubras de nuevo. 
El tiempo se deja llevar, siempre y cuando el deseo sea
                         [caliente y mentirosamente verdadero. 
Qué complicado seguir volando,
cuando a veces ya te quieres quedar.
No hay descanso para el seductor del tiempo,
toda mañana, tarde y madrugada tiene que inventarse para
                                     [estar vivos.
Una mirada, una sonrisa, una palabra, las caricias que
                         [parecieran las mismas, deben ser
emocionadas, provocadoras y cachondas,
nuevas para no fenecer.
La imaginación, el pensar,
sorprendentes
como la vida,
como la muerte,
como el amor. 



Carlos Martínez Rentería. Revista Alameda 39. nº 9. Cádiz. 2022
Ilustración de Teresa Chacón

sábado, 29 de octubre de 2022

8 poemas de LOS DONES de BEGOÑA ABAD DE LA PARTE





El don de las manos,

con las que me convierto en quiromante

cuando te acercas con las tuyas abiertas

y sin mediar palabra

comprendo que son el territorio por explorar

camino del paraíso.

 

 

 

 

 

El don de la rabia,

que me permitía escupir al otro

como si fuera culpable de mi ceguera,

hasta que alguien me quitó

con su saliva el barro de mis ojos

y comprendí.

 

 

 

 

El don de la insignificancia

de la que quise salir llenándome de adornos

de cosas que me señalaran, me titularan, me validaran

como merecedora de ser tenida en cuenta

por los tasadores de mercancía a la venta

en los atrios y en las plazas de poder,

hasta que comprendí que ya llevaba conmigo el aval

y me puse en la fila de los humanos

que intentan ser merecedores de ese nombre.


 

 

 

El don de la compasión,

que asoma primero con engaño infantil,

y recién nacido se alza ignorante

en un peldaño superior a los otros,

hasta que comprende que no hay compasión

 auténtica si no comienza por uno mismo

y desde ahí alarga su sombra a lo que le rodea

y aún más allá.

 

 


 

El don de la pasión,

que divide la vida en dos,

estar entre tus brazos o salir de ellos.

 

 

 

 

 

El don de la humildad,

que comienza al abrir los ojos cada mañana

y percibir que hemos respirado durante el sueño

mantenidos así por la Vida como niños a su cuidado.

 

 


 

El don de la divinidad,

que me habita como te habita a ti;

da igual en qué forma te disfraces,

te hará valioso y sólo te pedirá

que te vivas como tal y que recuerdes

que el otro forma parte del mismo prodigio

que nos es dado al nacer.




 

El don de la envidia,

como aguijón envenenado

que hay que reconocer con amorosa mirada

para descubrir agazapados

los miedos a nuestra insignificancia,

a nuestra necesidad insaciable de consuelo y de amor

y a esa finitud que nos atenaza y nos llena de ansiedad

por conseguirlo.

 



 Begoña Abad de la Parte. Los dones. Las hojas de Baobad. 

 

 

viernes, 28 de octubre de 2022

DERROTERO de ANTONIO SÁNCHEZ GÓMEZ




‘Derrotero’ (Sigilo 2022), es la primera novela del extremeño Antonio Sánchez; en la misma un grupo de defensores ambientales ecuatorianos deciden, ante la escasa operatividad de los cauces legales, explorar vías como el sabotaje contra la industria extractiva que está destruyendo la Amazonía. 

Con una prosa tan rotunda como ágil, se nos construye una novela que te atrapa desde las primera páginas con un fondo de verdad fruto del profundo conocimiento que el escritor tiene tanto del paisaje que describe como de la impunidad con que las grandes multinacionales extractivistas actúan en los países latinoamericanos. La novela no es solo un alegato de la acción directa de unos pequeños David, defensores de unos ecosistemas selváticos frágiles y degradados por la rapacidad de estos modernos Goliats que son las corporaciones petroleras, sino un viaje por un paisaje, el amazónico, donde el tópico infierno verde palidece ante el infierno que el expolio salvaje de los recursos del sur global está causando en los territorios afectados por sus ciegos zarpazos. 


Trazada a modo de novela de aventuras, lo que la hace aún más atractiva, nuestros protagonistas se internan en la selva en un viaje por el río Napo, un afluente del Amazonas ecuatoriano, en el que van conociendo, de primera mano, todo tipo de malas prácticas extractivas, hechos que a su vez, hieren su sensibilidad ecologista ante los desmanes que contemplan, al punto que deciden actuar para neutralizar estas actividades, con un objetivo claro, intentar frenar el desastre medioambiental que los rodea por todas partes.

 Antonio Sánchez es capaz, con su verbo ágil y su escritura desnuda, de dar consistencia y solidez no solo a unos protagonistas  perfectamente caracterizados por su habla local, su manera de comportarse, sus vivencias y su conciencia medioambiental, sino también de pintarnos un inmenso lienzo pleno de cromatismo, sonoridad, olor y humedad, transmitidas de forma contundente y veraz, al punto de hacernos uno más con ellos, partícipe también de esta aventura selvática y arriesgada que nos proporciona una valiosa información sobre unos hechos que pasan completamente inadvertidos para las sociedades ricas del norte y que debieran hacernos reflexionar sobre el verdadero costo de las energías fósiles que consumimos con total despreocupación de la maldición que significan para estas regiones expoliadas por las grandes  multinacionales.

Una apuesta editorial arriesgada y valiente que, como todo fragmento de verdad necesario, solo podremos encontrar en proyectos independientes como Sigilo, pues las grandes editoriales ya sabemos que están para otra cosa. 

Por todo ello, "Derrotero", es mucho más que una novela, es una  denuncia que viene a ocupar un lugar al que, las sociedades del primer mundo, desinformadas y desmovilizadas, hedonistas y egolátras, renunciaron hace tiempo, un lugar más allá de la literatura que nos habla de tomar conciencia de los costes reales del progreso y la necesidad, por el bien nuestro, por el bien de las comunidades indígenas y por el bien del planeta, que tenemos de desandar lo andado, de decrecer, de intentar parar la impredecible catástrofe ecológica en ciernes.



Antonio Sánchez. Derrotero. Ed. Sigilo, 2022



Antonio Sánchez Gómez. Jurista. En 2019 se estableció en Lago Agrio para trabajar con la Unión de afectados por Texaco en la redacción de la demanda que daría lugar a la sentencia que prohibió los mecheros petroleros en la Amazonía ecuatoriana.


jueves, 27 de octubre de 2022

fallo del premio de poesía crítica Álvaro Tejero Barrio

 

 

 

CRISTINA MORANO Y JORGE ALFONSO ORTIZ PARADA GANAN EX-AEQUO EL III PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA CRÍTICA ÁLVARO TEJERO BARRIO


Reunido el jurado de la III edición del Premio Internacional de Poesía Crítica Álvaro Tejero Barrio, compuesto por Martha Asunción Alonso, Jana Pacheco, María García-Casarrubios, Tania Matamoros, Julia Barrio, Pedro Gilthoniel, Marjan Gjorsheski, Paulino Tejero y Alberto García-Teresa, ha decidido, por unanimidad, reconocer como ganadoras ex-aequo las obras “En tanto que mujeres” y “Átila y otros números”.


Una vez abiertas las plicas, se ha comprobado que la autoría de “En tanto que mujeres” corresponde a Cristina Morano y, a su vez, “Átila y otros números” a Jorge Alfonso Ortiz Parada.

 

El premio está dotado con la edición del libro y 500 euros, aportados por una red cómplice formada por La Libre de Barrio, Fundación Viento Sur, Turlitava Teatro, La Esquina del Zorro / Desacorde Ediciones, La Vorágine-Cultura crítica y Asociación Umbrales, alimentada por el espíritu de suma y rebeldía del propio Álvaro Tejero Barrio.


En esta edición, se han recibido 226 poemarios, enviados por 40 mujeres y 158 varones desde 19 países distintos. Nos emociona que el impulso de Álvaro continúe empujando a tantas personas, a través de la poesía, a mirar críticamente el mundo y aspirar a transformarlo. Porque caminando juntas es más fácil caminar.


Cristina Morano (Madrid, 1967) ha publicado los poemarios Las rutas del nómada, La insolencia, El arte de agarrarse, El ritual de lo habitual y Cambio climático. Ha aparecido en antologías como Generación Blogger, Disidentes o Insumisas, entre otras. Ha sido traducida al inglés, al francés, al esperanto, al armenio y al sueco.


Por su parte, el mexicano Jorge Alfonso Ortiz Parada, de 37 años, no tiene aún ningún libro publicado. Vive en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, y ha cursado estudios de Arquitectura, Letras Hispánicas y Ciencias Sociales.

miércoles, 26 de octubre de 2022

ANATOMÍA POLÍTICA

Declaración de la Renta de la Duquesa de Alba en 2012, pagó: 950'97 euros.

Ese año, ocupaba la novena posición entre la personas más ricas de España.

 

El capitalismo ensalza el trabajo pero castiga a quienes trabajan. Nuestra sociedad enaltece la verdad, pero nada nos gusta más que las dulces mentiras con que arrullan nuestros sueños desde la televisión. Nuestros Estados glorifican la justicia, la paz y la solidaridad pero sus prácticas cotidianas se cimentan en la injusticia, el nepotismo, la violencia y el canibalismo. Solo los delincuentes que miran desde sus rascacielos, sus clubs y sus residencias privadas parecen enterados de esto. Ellos, que son maestros de la depredación, el terror, la prevaricación y la mentira, son los más interesados en que el bulo se mantenga, se propague y todos los días la timorata clase media se alimente de él. Los delincuentes del lumpen son los únicos que no se engañan con esto, pero les vale de poco, y aún en su torpeza y falta de medios, hacen lo que pueden por imitarles. Al crimen organizado de aquellos remedan con el atropello y el zarpazo ciego, a la venta de países y recursos naturales de aquellos parodian vendiendo de saldo el fruto de sus asaltos. Los de arriba montan empresas de seguridad que ofrecen mercenarios al servicio de cualquier dictadorzuelo que haya que sostener en el poder, los de abajo se hacen sicarios para hacer en plan minorista lo que a lo grande y en televisado es tarea de sociópatas con el pecho lleno de medallas y la cabeza llena de serrín. Los de arriba fabrican las armas con que se matarán los de abajo, el dinero por el que se matarán los de abajo y las chucherías por las que matarán los de abajo.

La diferencia solo es de escala, porque, en realidad, todos estamos presos, presos del miedo a perder lo que se tiene, presos de la ansiedad por no tener lo que se debería, presos de la desconfianza en el prójimo, presos de soledad, de aburrimiento, de impotencia, de resignación.

Todos estamos presos. Atados a la pata de la mesa en el colegio, a la pata de televisión en casa, a la pata de la máquina en el taller, a la pata de la hipoteca en el banco, a la pata del velador en el espacio público, y uno termina por convencerse de que la vida es cualquier cosa menos una prisión. La realidad solo sirve para ser temida o para ser comparada. Nuestra memoria es un apéndice de la memoria del poder, y como el poder es poco memorioso, apenas recordamos más que lo que el poder quiere recordar de sí mismo, el monólogo elogioso de su existencia, su eficiencia y su sacralización constitucionalista, aunque en el fondo sea la racionalidad política de los regímenes totalitarios lo que se esconde detrás de nuestras democracias.

Arrullados por esta racionalidad política, nos resulta mucho más fácil aceptar que debe haber impunidad para los de arriba y sanción para los de abajo, éxito para los de arriba y fracaso para los de abajo, premios para los de arriba y castigo para los de abajo, héroes por arriba y villanos por abajo, riqueza arriba y pobreza abajo y, sobre todo, que los de arriba son inocentes de su riqueza y los de abajo culpables de su pobreza. Abajo las vidas valen poco, y hay más interés en llenarles la cabeza que el vientre, de ahí el atiborrarlos de todo tipo de informaciones para asegurarse de que no se enteren de nada, de atragantarlos con todo tipo de violencias (una cada tres minutos en la televisión), para que la gran lección con que se vayan a dormir cada día es que vivimos en un mundo violento que los medios amplifican sin cesar.

Lo terrible es que los delincuentes de cuello blanco tienen la llave de nuestros sueños, de nuestros mitos y de nuestras emociones, las fabrican en serie a través del cine y la televisión, y despojados de la realidad, de la verdad, de los demás y de la palabra ardiente que en otros tiempos creció entre los despiertos, los libres y los rebeldes, el único lugar que a los de abajo les queda para vivir es el miedo.

El hombre ha sido producido recientemente, decía Foucault. La identidad, los derechos, la conciencia, el cuerpo, la locura… no son más que las condiciones en las que el poder se produce, y entrar a diseccionarlas es realizar la anatomía política del orden burgués, donde constatar cómo se ejercita el poder sobre los cuerpos, cómo las técnicas disciplinarias los modelan no solo físicamente; también las actitudes, los comportamientos, las representaciones son formateadas con el fin de regular la vida de los sujetos a través de la escuela, el ejército, la fábrica, el centro comercial, el hospital, la prisión, la sexualidad, la infancia, los discursos, las vías de comunicación, los espacios públicos… todo se vuelve lugar para el examen, la fabricación de saberes y el ejercicio del poder que son claves para la buena marcha del orden social. Somos una sociedad tutelada, el poder nos dice constantemente que no somos de fiar, que hay que atarnos en corto, que el único estatuto que merecemos en sus democracias es el de la libertad vigilada, y ahí están su legión de psicoanalistas, psicólogos, pedagogos, asistentes sociales, conformadores de opinión y publicistas alimentando la gran máquina espectacular de la normalidad deseante y, por si todo esto falla, la policía.

Hasta el primer Marx, que aún tenía poco de marxista allá por 1844, escribió en el periódico Vorwaerts, del que era entonces colaborador, sus Acotaciones críticas al artículo El rey de Prusia y la reforma social, en el que reflexiona, siguiendo a Proudhon, cómo “ningún Estado puede proceder de otra forma; porque para suprimir la miseria debería suprimirse a sí mismo, puesto que la causa del mal reside en la esencia, en la naturaleza misma del Estado, y no es una forma determinada de él como supone mucha gente radical y revolucionaria que aspira a modificar esa forma por otra mejor”.

En efecto, el ejercicio del poder no reside en una clase, no está solo en el Estado y en sus aparatos, no está solo en la subordinación económica, en el modo de producción, en el conocimiento o la ideología que sustenta visiones del mundo, prácticas y discursos,  sino que atraviesa todo el cuerpo social como una red de araña donde coacción, seducción y vigilancia se confunden, y donde sería necesario analizar cada trama en su compleja red de interacciones, por eso el poder no puede ser reformado, por eso el poder solo puede ser destruido.

El problema de nuestro discurso de contrapoder no es que permanezca oculto, sino que nadie lo compra por demasiado evidente. No nos resistimos al poder por la sencilla razón de que el poder somos nosotros. Nuestros esfuerzos hoy no están encaminados a impedir la apropiación material de nuestro trabajo, al contrario, nuestros esfuerzos están encaminados a intentar que alguien se apropie de nuestro trabajo. Tampoco tenemos ningún interés en impedir la apropiación de nuestras mentes, al contrario, nuestros esfuerzos, lejos de intentar elaborar mecanismos culturales y conductuales con los que dar cauce a un pensar otro, a la insubordinación ideológica, están encaminados a ofrecernos desarmados y cautivos a la ideología dominante. Si el poder no nos parece amenazante es porque nos amenaza con nuestra propia máscara, si apenas sentimos su vigilancia es porque ya nos encargamos nosotros de suministrarle cualquier dato que necesite sobre nosotros, si lo que hay detrás de la máscara no le preocupa es porque detrás de la máscara no hay absolutamente nadie, porque la omnipresencia de la máscara hace desaparecer todo rastro de realidad enmascarada. Vivimos en el engaño, hemos hecho de lo falso nuestra forma de vida y de la mentira nuestro hogar. Hacemos no solo lo que se espera que hagamos sino que cualquier otro hacer, desde nuestra mentalidad consentidora, se nos hace inconcebible, con lo que alimentamos la situación más dulce para eternizar la dramaturgia del poder.

Esto no significa que no existan los dominadores, significa que todo el discurso de la dominación es sistemáticamente desviado hacia la naturalización de las condiciones de dominación en forma de valores dominantes, hegemonía del discurso y relaciones de poder que se aceptan y en las que se participa voluntariamente, y hasta con entusiasmo. Esto no significa que no haya látigo, significa que el látigo entra dentro de la lógica del deseo cuando lo que sobran son espaldas que azotar.

Pero porque la presión no se puede contener indefinidamente, también es cierto que fuera de escena, en las periferias de la dominación, hay aún lugares para el encuentro, el rito, el ágape, la conversación, la parodia, la sátira y algún sueño menor de venganza violenta junto con los restos de visiones utópicas. En estos refugios, hay quienes articulan no solo actos de lenguaje no hegemónico, disidente, subversivo, de resistencia y de oposición, sino que desde ellos, se puede dar carnalidad a una extensa gama de prácticas que van desde las intervenciones furtivas y espectaculares en el espacio público al sabotaje y al hurto, desde el trabajo mal hecho a los atentados contra la propiedad, desde la holgazanería a la insumisión. El disfraz, el engaño, el comportamiento evasivo, pueden ser métodos eficaces para retratar aquello que las élites dominantes tratan de esconder o disimular en el ejercicio de su poder y también pueden ser elementos que sirvan para que los dominados evalúen hasta qué punto sus intereses son realmente los intereses de los dominantes.

Como dominados, nuestra representación colectiva no puede sino aspirar a configurar una puesta en escena que confirme la imagen que los dominantes tienen de nosotros, pero haciendo que esa imagen sirva a nuestros intereses, no a los suyos. La cultura oficial está llena de deslumbrantes eufemismos, silencios y lugares comunes, por lo tanto, nos corresponde a nosotros construir nuestra propia historia, nuestra literatura, nuestra lengua, nuestra música, nuestro humor, nuestro propio conocimiento y nuestras propias soluciones al capitalismo.

Tenemos que encontrar, además, maneras de transmitir nuestro mensaje y de extender nuestras prácticas. Hay que aprovechar todas las inconsistencias y ambigüedades legales que podamos poner de nuestra parte, bordear el límite de lo que las autoridades están obligadas a tolerar o no pueden impedir que suceda.

Nos llamaran radicales, terroristas, delincuentes, con el fin de desviar la atención de nuestras exigencias políticas. Tratarán de dar una apariencia de unidad entre dominantes y dominados, pero los desacuerdos seguirán ahí, los conflictos entre el capital y la vida seguirán ahí. Si conseguimos hacerlos evidentes, insoportables, esa apariencia de unanimidad se resquebrajará, el conformismo cederá ante las desigualdades, el consentimiento cederá ante las injusticias, la resignación cederá ante la destrucción del mundo, y el sistema se desmoronará.

El orden social actual no es inevitable. La convivencia con el mal no es inevitable. Las desigualdades de poder, riqueza y clase no son naturales sino producto de la violencia política y de una ideología al servicio de esta. Las promesas del sistema para aquellos que creen en él no se cumplirán. Nos toca actuar hoy, siquiera por desesperación ante el colapso civilizatorio en ciernes, y porque nos va en ello nuestra continuidad en el planeta. Es cierto que resistir abiertamente es una temeridad absurda ante la severidad de las represalias. La lucha por alcanzar el mundo que queremos tiene que darse en otros términos, bajo formas casi inéditas, practicando una resistencia que minimice la oposición, ocultando nuestras actividades, borrando nuestras huellas y atacando cuando sea relativamente seguro hacerlo mientras no se abra el camino del desafío abierto, solidario y colectivo. Necesitamos generar los espacios sociales en donde pueda crecer este discurso de la resistencia, la disidencia y la autoafirmación. Lugares donde se pueda crear cultura autónoma, donde experimentar rituales, preparar fiestas, inventar nuevos lenguajes, cantar, soñar, disfrazarnos, jugar, contar historias, discutir planes y trabajar en común.



Antonio Orihuela. Puntos ciegos (los cuerpos y las razones que preferimos ignorar). Ed. Fantasma, 2021