documentos de pensamiento radical

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miércoles, 31 de mayo de 2023

EL PUEBLO



 

-el sombrerito ¡ése! ¡Maricón!

Juan Ramón Jiménez. Recuerdos

 

Había que tragar saliva

y echarle muchos cojones a la cosa

para salir por el pueblo todo vestido de negro

con aquellos abrigos grises

y gabardinas violetas, crudas, blancas

o ponerte, en verano, pantalón corto.

 

Eras Juan Ramón reviviendo

el episodio del sombrerito.

 

-el del luto, ¡ése! ¡Maricón!

 

Parece mentira, Moguer, cien años después

y en lo mismo.





Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Ed. Irrecuperables, 2023

martes, 30 de mayo de 2023

EN EL CAMINO




Uberto Stabile y yo,

en la calle Orizaba,

como un sueño cumplido,

 

buscando un fantasma, 

una intensidad que, en realidad, sucede 

cada vez que estamos juntos.

 

Todas las puertas están abiertas.

Todas las sombras están lejos.

Todas las rosas están por cortar.

 

Estamos en la calle Orizaba 154,

entre Zacatecas y Querétaro, 

en la Colonia Roma,

 

todas las puertas están abiertas

y llueve sobre nuestro corazón.

 

 

 

 


Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Ed. Irrecuperables, 2023

lunes, 29 de mayo de 2023

4 poemas de LAS RUINAS DEL CIELO de JUAN ANTONIO MORA


 

 

Siempre leo un libro

Me tiendo y leo

Y rosas de nadie

acuden a mi en centro


*


Estoy sólo en la cama

un pájaro loco

tardío en la mañana

se asoma a mi ventana

Y me despierta

No dormirè mâs


*


Un maestro de escuela : 

Mi padre...


*


Somos actores secundarios

en todo...




Juan Antonio Mora. Las ruinas del cielo. Ed. Corona del Sur, 2023

domingo, 28 de mayo de 2023

2 poemas de NILTON SANTIAGO

 


TODOS DESCENDEMOS DE LA MIRADA DE UN GORILA

 

“Envían a rehabilitación a un mono alcohólico en Rusia”

(Fuente: Reuters)

 

Como Cioran, no somos más que un puñado de intersticios,

oh gorila mío, dos soledades metódicas,

como dos colillas en un cenicero.

Es cierto, compartimos la melancolía de los pájaros congelados

la rara costumbre de amar sobre los árboles,

de llorar y defecar leyendo a Mallarmé

o de salir con dos copas de más de cada incendio interior.

También jugamos cada día con la pureza de ser impuros,

con la estrella que navega en nuestra sangre,

desviada de su curso,

cansada de balbucear luz sobre la sonrisa de los jubilados

y de las putas, esos bellos mamíferos exiliados.

Ya lo sabes, buscamos el mismo empleo

y lloramos al mismo animal desde el que cada día nos despertamos.

Oh, gorila mío, también tu mirada

es la ventana por donde Dios espía al mundo

ese otro mamífero fúnebre que nada sabe de nosotros.


 


PERSECUCIÓN Y PESCA DE ANCHOVETA CON REDES DE CERCO

 

«Según Heráclito, las almas huelen lo invisible»

–te dice el patrón,

antes de mandarte a limpiar las redes.

 

Juegas a que tus manos son picos de pelícano

y quitas –uno a uno– los pequeños peces que lloran

y fulguran desde tu interior.

 

También tú eres un cardumen solitario que huye,

aunque ni los marineros más viejos,

ni el cachalote que mendiga en la proa del barco

son capaces de oler o ver tu luz.

 

No eres más que otro niño pobre que se gana el pan.

 

Mientras limpias la red, recuerdas las palabras de tu madre:

«El alma disuelta de las anchovetas

yace en las bodegas de los barcos, mihijito».

 

La red está lista: recoges tus alas y avisas al patrón,

que ordena lanzarla al mar que florece.

 

Al alba, la recogen como el pañuelo de Andrómeda,

pero ella, que ve a través de tu madre, no te ve:

tu pie de pelícano se ha enredado y caes           

                    despedido

                                                   al agua.

 

Tu luz ilumina los esqueletos de las ballenas

en el fondo del mar.

Uno de los peces que llora te mira,

ya disuelto, desde mi interior.

 

Crees que así es la muerte

hasta que te arrojan una cuerda que te golpea.

 

Te giras a cogerla y lo miras a los ojos,

las fauces del animal se abren tanto

que podría morder el Sol:

un enorme lobo de mar tragándose los peces

que caen de la red.

 

Te sacaron del agua, hecho un amasijo de nervios

y apenas podías hablar.

 

Tu alma vagó durante años en la bodega del barco,

buscándote como un sabueso

 

hasta que un día abriste los ojos

     y te hiciste mi padre.

 



 Nilton Santiago nació en Lima en 1979 aunque reside en Barcelona hace varios años.

En poesía ha publicado El libro de los espejos (Premio Copé de Plata de la XI Bienal de Poesía,

Lima 2003); La oscuridad de los gatos era nuestra oscuridad (Premio Internacional de Poesía

Joven Fundación Centro de Poesía José Hierro, Madrid 2012); El equipaje del ángel (XXVII

Premio Tiflos de Poesía, Visor Libros 2014), Las musas se han ido de copas (XV Premio Casa

de América de Poesía Americana, Visor Libros 2015) y, finalmente, Historia universal del

etcétera, con el que ha obtenido el Premio Internacional de Poesía Vicente Huidobro

(Valparaíso Editores 2019).

También autor del libro de crónicas Para retrasar los relojes de arena (Vallejo & Co., 2015) y

del proyecto “sin fin” Supercherías (Las hojas del Baobab, 2022), ha publicado las antologías A

otro perro con este hueso (Casa de Poesía, Costa Rica 2016) y 24 horas en la vida de una

libélula (Scalino, Sofía 2017).

sábado, 27 de mayo de 2023

2 poemas de FRENTE A LA VOZ DEL MUNDO de JOSÉ MARÍA GARCÍA LINARES


 

 

PERMANENCIA

 

Antes de la hoja en blanco

está la vida,

el rumor de lo sencillo,

las miserias cotidianas,

el hambre y el amor y la tristeza,

los mismos tras la hoja escrita.

 

Me llamas,

te discuto,

me lees esa receta

que lleva tanto tiempo y chocolate

y ladra Sancho a los misterios de la noche.

 

Antes de la hoja en blanco

estamos juntos.

Es viernes por la noche y llueve a cántaros

y no hay una palabra que defina

este olor a tierra enamorada

en los ovillos de lana y en los libros.

Arrecia la tormenta en los cristales.

¿Dónde irá a parar este momento?

¿Será verdad que nada permanece?

 

Antes de esa hoja en blanco

hay un amor y hay una vida

que no tienen cabida en un poema.

Lo que lees no es más que un resto,

la chispa que precede a la tiniebla.

Ni ‘yo’, ni ‘tú’, ni ‘viernes’, ni ‘tormenta’

podrán dar cuenta nunca de tu cuerpo

en la memoria iluminada de mi cuerpo.

 

Nunca te he mentido.

No veas artificio en estos versos.

Busco la manera de no desvanecerme,

de no dejar que el viento te deshaga

en mitad de un temporal de olvido y miedo,

aunque tú ya no seas tú

ni yo más que palabra malherida

en esta hoja escrita contra el tiempo.

 

Después de este poema

seguirán la vida

y el rumor de lo sencillo.

Seguirá el amor, la lluvia y las recetas,

los cuerpos de los dos

iluminando la tormenta.

 

¿Será verdad que nada permanece?

 


 

UTILIDAD

 

Nos han arrebatado la quietud,

el vuelo de los ojos sobre el mar,

la tarde anaranjada en una taza de café,

el paso lento y delicioso del otoño,

las horas sin reloj

en el silencio sosegado de la vida.

 

No somos capaces de saber

en qué momento nos perdimos,

cuándo dejamos de ser

aquel ardor capaz de leer el mundo,

de aprehenderlo, de salvarlo,

y cuándo comenzamos

a mudar la piel de nuestros nombres,

a transformarnos en materia pura,

a despertar una mañana

convertidos en un número,

en la sombra entristecida de un deseo.

 

Pretendo resistir, pretendes respirar

pero caemos aplastados nuevamente

en la contradicción

de querer volar y temer el viento

y así la fuerza va apagándose,

el ímpetu se arruga,

la voz no es más que el eco del fracaso.

 

No sabemos con certeza

si esta vida y sus certezas son las nuestras,

si vendimos nuestros sueños una noche,

si nuestra libertad valía tan poco

que no nos mereció la pena dar batalla

y, sin embargo, es evidente

que accedimos a jugar

y que es el juego la derrota.

 

Los días se han tornado de cartón,

los amigos son perfiles muy lejanos,

la verdad es un discurso sospechoso,

fragmentario, como un verso en colisión

con un espejo a plazo fijo.

 

Han hecho de tu vida y de la mía

una vida a bajo coste.

Han hecho del azul del cielo

un dato pixelado (pues ni es cielo ni es azul),

de las palabras una trampa

para engañarnos con palabras,

de la memoria un libro con esquemas

y resúmenes infieles del dolor.

 

Los niños juegan en los escaparates

de presentes y futuras inversiones

y los viejos son sobrantes malolientes

sin posibilidad de reciclaje.

El tiempo tiene precio y el espacio

ha perdido su poética, enterrado

bajo el suelo financiero de países

que comercian con las armas y la paz,

y así cualquier brazo que toco es una cosa,

cualquier rostro que pienso es una cosa,

cualquier miedo que siento es una cosa.

 

Tan sólo cuando cierras y te acercas

y dejas el llavero en la bandeja

la vida se suaviza

y se descorcha la alegría,

vuelve la calma de la lluvia

a la pupila tibia de la noche

y las voces de los libros se derraman

por el universo

de nuestro sillón de orejas.

 

Sólo entonces es posible no pensar

para qué sirven los besos,

para qué sirven tus manos,

para qué sirven mis versos.

 



José María García Linares. Frente a la voz del mundo. Ed. Nazarí, 2023

viernes, 26 de mayo de 2023

4 poemas de FRENTE A LA VOZ DEL MUNDO de JOSÉ MARÍA GARCÍA LINARES

 


NUESTRO PRESENTE

 

Silenciosamente,

sin quejas, sin dolor en las palabras, con el fuego

en donde prende la desidia,

así bordas la penuria del invierno,

con la aguja del aguante, con ovillos del calor

de aquel verano para no dejar puntadas

a la escarcha.

 

Hace tiempo que no somos ese sueño electrizante

en el que bocas, manos y miradas

cantaban con colores un tesoro descubierto en el futuro,

un secreto con el que escribir el viento prisionero

en los cabellos sueltos de la edad fecunda.

 

Sentado en la butaca el tiempo se asemeja a la distancia,

a un cometa alucinado con recuerdos del origen

en busca de un planeta a quien contarle

que el Big Bang no era más que una lejana noche

entre dos cuerpos inocentes

que creyeron en bolsones, en partículas,

en dioses infinitos como el tiempo o el amor,

cuando aún no se han sentado en la butaca.

 

¿Recuerdas esa música azabache en el aroma de la lluvia

aquella madrugada en un sofá maltrecho

de tanto hacer posible el resplandor y la belleza?

¿Aquellos posos de café con que leímos la mañana,

tan lejos ya de soledades

y de paraísos de cartón-piedra?

Como la mariposa hace del viento su caricia,

así hiciste de mí ola de mar, salitre hirviente,

lapa adherida a la elegancia de tus vientos…

 

Hace tiempo que no somos ese sueño,

pero, aunque a nuestro alrededor

haya pétalos marchitos

como un verso desahuciado por un banco,

tu raíz, que atraviesa mi raíz,

es tallo, rama, luz brotando en la llovizna,

verbo, nube de menta y primavera en nuestra casa.

 

Silenciosamente,

como la rosa florecida en la costumbre,

plantamos cara a los destellos del olvido,

al desgarrón de las semanas mal pagadas,

a la pérdida de luz en el amanecer de nuestros días.

 

Vivimos así, con este amor real, con este ser real

a punto de venirse abajo,

cosechando con las manos

un racimo digno, una esperanza

nacida en los resquicios imposibles

de los muros injustos con los que la mentira

dibuja el mundo de los privilegiados.

 

Puntada tras puntada, madeja tras madeja,

haciendo del abrazo báculo mesiánico,

hoja de ruta en las bursátiles tormentas,

porque aunque haga tanto tiempo y tanta historia,

aunque la escarcha aceche al amor en la ventana,

es con el recuerdo del calor de aquel verano

con lo que construimos el futuro,

el porvenir,

nuestro presente en resistencia.


 

LA CASA ENCANTADA

 

Celeste es la fachada,

como si el mar de mis diez años

se hubiese zambullido en estas piedras

hinchado de verano y alegría.

Así es el rostro

de la casa en que vivimos.

 

Cargado de geranios el balcón,

de lirios el zaguán

y el comedor de rosas.

Helechos y begonias en los patios,

orquídeas y violetas en la sala.

La vida se marchita, sí,

pero florece a cada rato

de la misma forma que tus manos

son capaces de abonar mis sombras

para que brote, aturquesado,

este amor de olas y viento.

 

Dicen que las casas encantadas

son muy tristes,

que las energías negativas

minan de terrores sus cimientos,

que se oyen voces quejumbrosas

y las sillas van de un lado para otro.

Quizás en otras casas,

quizás en otros miedos.

 

Mis fantasmas siempre son muy educados,

transitan en silencio los pasillos.

Tienen sus rutinas,

sus espacios y sus tiempos.

Uno de ellos cose la mañana

con ovillos transparentes

en noches de luna llena

y recorta en ocasiones

siluetas de muñecas olvidadas

vestidas con un traje hecho de nubes.

A veces pinta la nostalgia

con los óleos sempiternos de la ausencia.

 

Sentado en el sillón

otra presencia indaga los secretos de la vida.

Su etérea biblioteca

ocupa con sus sueños mi escritorio.

Prefiere en el otoño

hallar una vacuna contra el frío

y ayudar en primavera

a dar a luz a las luciérnagas,

sanar el pétreo desaliento cotidiano

con antídotos de ardor y mariposas.

 

De azúcar y vainilla es la quietud

de otro de los fantasmas, el que habita

en la templanza de la tarde anaranjada.

Su más allá de harina y de canela,

sus ángeles de hojaldre,

sus santos de merengue y hierbabuena

libando los almíbares del tiempo.

 

Siglo a siglo

aguarda a que otro espectro

se despierte de su siesta y dé comienzo

al relato enamorado de las cosas

en el cuarto de los niños,

a canciones infantiles

y leyendas que dormitan

en la gruta inaccesible de la historia.

Rodeado de ojos rosas

disfraza con principios y finales

el insoportable peso de lo eterno.

 

Así son los encantos de esta casa,

sus pétalos, sus voces, su lenguaje

de ovillos y pinceles, de antídotos y libros,

de azúcar y canciones

para morir y seguir viviendo,

para pasar y seguir estando.

Sin miedos,

sin terror,

en compañía.

 

Así tú y yo cruzamos el estrecho

que une nuestro ayer con el mañana,

remando el firmamento del presente,

haciendo del hogar

soplo de paz,

sorbo de sed

y encantamiento.


 

QUIENES HAN NACIDO FRENTE AL MAR

 

Quienes han nacido frente al mar

saben del ocaso y sus olores,

de la piel tostada de lo efímero

y el gusto a sal en las axilas del tiempo.

No les gusta descubrir

el desierto en la mirada de las niñas

cuando salen del colegio

ni escuchar el alarido bravucón

de los ejecutivos cuando vuelven

del reino imprescindible de lo inútil.

 

Quienes han nacido frente al mar

saben que los cielos no protegen

ni a los dioses ni a sus sueños.

Los cielos, dicen, sólo esperan

el día en que se fundan con las olas

y dejen paso a un siglo nuevo

en donde el hombre sea la gota

que florezca en la memoria de las piedras.

 

Nosotros, que aprendimos con el mar

dónde están los límites de dios,

los surcos de la muerte en los relojes,

las trampas del dolor y la tristeza,

vivimos con el aire en las pupilas

porque no nos enseñaron a mirar de otra manera.

Nuestros colores son alados,

nuestras palabras amarillas y azul nuestros amores.

Aprendimos a querernos frente al mar,

en el deliro transparente de esa edad

en la que el mundo se deshace en las orillas

para volver a hacerse, a levantarse.

 

Nosotros, elegidos por el fuego de la tarde,

fuimos sombra y luz de las mareas

que surcaron a lo lejos

los cuerpos inocentes del olvido.

Era tu pecho entonces

la estación febril de los monzones

derramada en la garganta de los ángeles.

 

Nosotros, escogidos por la lluvia,

dejamos que el levante nos llevara

al recóndito escondite del gemido,

donde no hay tormenta que silencie

la fugaz deflagración de un cuerpo

como el nuestro, deshojado del temor

a las alturas del amor y el viento.

 

Nosotros, sí, nosotros

que hicimos de este mar anaranjado

una forma de aprender y comprender,

que vimos en el gesto de las rocas

el hálito infinito de la nada.

Nosotros, sí, nosotros

que nacimos frente al mar

y frente al mar dejamos

que escribiera el tiempo nuestros nombres

en la piel tostada del ocaso.


 

UN HOMBRE DE PROVECHO

 

Hay una gota de luz

resbalando por la historia de las rocas.

 

Siempre quise vivir

entre la brisa del mar

y el sueño azul de las gaviotas.

Tener a mi madre y a mi padre

en cada verso,

en las palabras ‘libertad’,

‘canción’ y ‘amor’ a mis hermanas

y a ti en cada murmullo del almendro,

en las mañanas sin miedo,

en el gesto delicado de la orquídea.

Hacer de los paseos por la orilla

una forma de aprehender el tiempo,

cuando el propio tiempo ya no significa,

enfermo y malherido de presente.

 

Busco en la tormenta la verdad,

leo en la llovizna la tristeza

de aquellos que creyeron la mentira

y siguen sin poder hacerle frente

al temporal que arrasa la mirada

y, aunque no encuentre, permanezco

mirándole a la cara al mundo.

Pocas cosas hay que me preocupen,

la paz, el sufrimiento, la esperanza,

el llanto de los niños, el olvido

de todo aquello que nos hace iguales.

Lo demás no me interesa,

por eso las palabras de mi vida,

los murmullos del almendro,

mi madre, las canciones, el amor

por las orillas del tiempo.

 

Hay una gota de azul

resbalando por los versos de la tarde.

 

Como ves

no soy un hombre de provecho.

Ni soy emprendedor

ni invierto en planes de pensiones

ni vendo el porvenir de la alegría.

 

Busco en la tormenta otra razón,

leo en la llovizna otra manera.

 


José María García Linares. Frente a la voz del mundo. Ed. Nazarí, 2023