es ciento uno, ¿no?
dije mirando por la ventanilla del auto
mientras contaba los carteles de la ruta
al volver de las vacaciones.
Tenía cuatro años y todavía
no sabía escribir mi nombre.
Siempre fui buena para los números,
podía resolver ecuaciones
con variables que ya estaban dadas.
Cuando en el colegio me dijeron
Escribí tu primera historia
dije números, dame números.
Mi tía murió y murieron las navidades,
la cena en el patio,
la casa en Flores, algo de la familia.
Ante la primera pérdida
agarré una hoja
y empecé a escribir.
Nurit Kasztelan. Lógica de los accidentes. Ediciones Liliputienses. Cáceres, 2014
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