En
Altamira empezó la eternidad
cuando
alguien pintó en sus paredes
los
bisontes que había visto
y
retenido en su mente.
Ahora
los bisontes de Altamira
son
más reales para nosotros
que
ningún bisonte vivo,
porque
el bisonte inventado
no
se separa ni un milímetro
del
bisonte de tu imaginación.
Los
bisontes de Altmira
no
reproducen bisontes,
sino
que nos hacen ver bisontes
que
solo existen como formas
que
el pensamiento descubre a la vista,
paisaje
interior donde lo escondido
es
el mismo escondite
gracias
a la mágica linterna de una mente
creadora
de objetos, fragmentos de identidad,
visiones,
sensaciones, reflexiones,
formas
que moldean la realidad desde lo visible
y
lo invisible.
Hay
otro lugar donde vivir,
hermoso,
bello y feliz,
lugar
donde la miseria
y
el sinsentido del mundo
son
redimidos por la belleza,
el
consuelo y la utopía,
pero
como no tiene cabida en este,
lo
llamamos arte, revolución, amor, poesía.
No
nos queda
sino
seguir excavando nuevas salidas al laberinto,
aunque
sabemos, en nuestro desconsuelo,
que
todas las salidas terminan en nosotros mismos
y
por eso no parecen tales,
y
seguimos pintando bisontes en Altamira.
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