Mi bisabuelo fue maqui,
terminó la guerra y
a. No pudo
b. No supo
c. No quiso
dejar que la batalla,
siguiera librándose sola.
Se tiró a los caminos como quien
se lanza al acantilado
quizá porque en mi casa
espoleábamos a la libertad,
le lamíamos con fruición
los párpados, pestañas,
OJOS
hasta casi sacarlos de sus cuencas
y libábamos una esperanza
VERDE
como la retama de las paredes,
como los robles de mi pueblo,
como las agujas de los pinos.
Les pillaron en un camino de tierra,
bordeado de alambradas
y les ametrallaron
hasta que sus miembros
fueron estandarte libertario,
cordón umbilical vinculado a la tierra y al musgo,
intrincado e indecoroso,
enredado con el alambre, el aire y la muerte.
A mi bisabuelo su metralla le atravesó la pierna
saliéndole
por
el
mus/lo
que quedó cojo para siempre
para que arrastrase su pena
durante generaciones.
A mi bisabuelo su metralla le atravesó el cuello
saliéndole
por
el
o/jo
que quedó nublado para siempre
para que todos recordásemos
quiénes nos miraban a su través.
Luego le dejaron allí tirado, entre sangre
amiga, hermana, dándole por muerto,
así que él pensaba que era un fantasma,
o un ser a caballo entre los dos mundos.
Cuando, de niña, dormía en su casa
mi pavor a ese otro se acrecentaba
porque le oía gritar en sueños,
DES GA ÑI TÁN DO SE
palabras de fuego y humo
alaridos de pánico
que desgarraban
mis sueños,
la esperanza
y la noche.
Olvida la guerra, dicen
pero qué
grandísimos
H
I
J
O
S
de
puta.
Sara Vega Prida. Arde. InLimbo Ed. 2021
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