Para Antonio Rivero Taravillo
Es el día de la patrona del pueblo
y la orquesta ameniza la noche;
mi hermano y yo tímidamente observamos
cómo se arrancan los paisanines con sus bailes
y recordamos cuánto disfrutaba nuestro padre
de las verbenas de feria.
De repente, comienza a llover.
Atravesadas por potentes focos de luz,
las gotas son luciérnagas suicidas
que estallan contra la existencia opaca
mientras el aire filtra en nuestros pulmones
melodías y acordes: todo está orquestado.
Mi hermano improvisa —con sus brazos
y su chaqueta Tommy Hilfinger— una cabaña
como las que levantábamos de pequeños.
Yo —que visto deportivo a lo Fidel o Maduro,
pero con un toque gay— digo: it's raining men.
Y él contesta: anda, cobíjate bajo mi chaqueta
que es como España: una, grande y libre.
Como siameses comenzamos a bailar,
parecemos dos niños vestidos de adultos.
Nuestro padre, orgulloso,
acaricia nuestras mejillas.
Nuestro padre es la lluvia.
Tirso Priscilo Vallecillos. Los feroces años 20. Ed. Huerga & Fierro. 2021
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