Mi padre no podía deber nada,
preguntaba el precio de las cosas
y si no podía pagarlas
esperaba a reunir el dinero.
Vivíamos donde queríamos,
no en los lugares comunes
en los que ahora todo el mundo entra:
—el último Iphone
—una cocina con su propia isla, abierta al salón para
hablar mientras se guisa
—ese viaje con avión de por medio, con todo puesto
por delante, para que a los niños no les falte de
nada...
Mi padre no podía deber nada,
nos enseñó que deber es como tener dueño
y que de estar obligados a tener dueño,
no hay nadie como uno mismo.
Tirso Priscilo Vallecillos. Los feroces años 20. Ed. Huerga & Fierro. 2021
Me da todo sin pedirme nada a cambio, por eso siempre estaré en deuda con ella. Una deuda que crece exponencialmente cada día... afortunadamente.
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