S’an passe outre
et a grant destrece,
mains et genolz
et piez se blece,
mes tot le
rasoage et sainne
amors qui le
conduist et mainne.
Chrétien de Troyes. Lancelot ou le chevalier de la charrette
Dónde
quedó
la
vida tranquila
del
explorador de cangrejos huecos de las marismas del Tinto,
del
ciclista por las colinas doradas del Molino de Viento,
del
jugador de ping-pong en un estrecho cuarto por horas,
del
pescador de brillos en las cálidas noches del verano en Mazagón,
del
enamorado que se para ante una casa en la que ya no vive nadie.
Después
todo se aceleró,
estuve
en África, estuve en Asia, estuve en América,
dormí
a tu lado en las horas tibias y azules,
estuve
con los anarquistas, me dieron de comer
y
me acogieron en sus casas.
Estuve
en una pequeña roca en medio del Mediterráneo
que
los que no se ahogan llaman Lampedusa
y
donde nadie conoce la Sinfonía de las
Sirenas de Avraamov.
He
bajado de los altos de Chiapas con los bolsillos llenos de nubes,
he
caminado por el frondoso bosque de los cedros de Gouraud
pidiendo
a Khumbaba lo proteja de la civilización,
me
he confundido con la multitud en Chandni Chowk,
sentado
sobre un ladrillo rojo en la Durbar Marg de Katmandú,
he
hablado con las prostitutas del Parque Colón en Santo Domingo
y
con una agente de la U.S. Border Patrol en la frontera de San Diego.
He
viajado por las entrañas del D.F. y también dentro de ti,
he
cruzado el puente internacional Cordova-Las Américas de Ciudad Juárez
mientras
tú cruzabas el Puente de la Espada,
como
en la historia de Lanzarote sin Lago,
he
paseado rojo y negro por las Ramblas de Barcelona
y
también sobre tu cuerpo como la primera vez,
he
subido al Khardung La para comprobar que era más fácil
que
permanecer indemne en tu corazón,
he
buscado tu mano en el Sacre Coeur
y
en Times Square he llorado al ver cómo todo se convertía en arena.
He
entrado varias veces en la Tierra Prometida,
en
la calle Siete Revueltas de Sevilla,
en
el Callejón del Gato de Madrid,
en
la medina de Fez,
creí
en tus promesas, crucé la península, cruce México,
me
crucé contigo un día cuando ya no teníamos nada que decirnos,
me
tumbé en los verdes campos de la memoria de mi infancia en Moguer
y
después en el Vondelpark de Ámsterdam,
en
las playas de Mazunte y Guayacanes,
me
hice el muerto en el mar de Cortes, en Guaymas,
y
en una silla muy incómoda de la tercera planta del edificio
de
la Excelentísima Diputación Provincial de Huelva.
Leí
mucho, está bien leer, pero hay tanta tristeza en la letra impresa
que
he decidido regalar todos mis libros, prefiero limpiar la casa,
ver
crecer las flores, escuchar cómo rompen las olas contra las rocas.
Soy
un exiliado que mira los mil senderos
de
sus pantalones grises de franela,
soy
un neurótico que abre cientos de veces el frigorífico
para
comprobar que el queso sigue ahí,
soy
millonario, descubrí que todo canta
en
cuanto me olvido de mí, he sido una lágrima,
un
cazador recolector de afectos,
de
luminosas vidas que nunca fueron mías,
ahora,
porque amor aún gobierna y quiere,
estoy
aquí temblando,
por
si despegaras los labios
y
me hablaras,
aunque
sé que es imposible la pureza.
Antonio Orihuela.
Has conmovido el corazón de mi memoria.
ResponderEliminarUn abrazo, tan grande como ella misma.
Vaya otro de vuelta, gracias por tus comentarios!!
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