documentos de pensamiento radical

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jueves, 11 de agosto de 2022

El procés: sentimientos versus razón. Conferencia de Pep Castells en Voces del Extremo: Poesía y Alegría. Moguer, 2022

 

Voces del Extremo 2022

Més enllà de la poesia, a Voces, hi ha sempre un espai de reflexió i debat social i polític, des de l’extrem. Enguany hi he participat amb unes aproximacions personals respecte de l’anomenat ‘procés’. Així, doncs, com m’havia suggerit Antonio Orihuela (l’ànima de Voces del Extremo) a principis d’any, quan vam coincidir al Centre de Documentació Històric Social, de l’Ateneu enciclopèdic, el dissabte 30 de juliol, a la casa natal de Juan Ramón Jiménez, vaig llegir El procés: sentimientos versus razón.

El procés: sentimientos versus razón

  1. Los acontecimientos
  2. Un debate libertario
  3. Mi visión poética (y pesimista).
  1. Los acontecimientos

En plena gran crisis económica (huelgas, manifestaciones, ocupaciones de tierras) en 1873 llega la proclamación de la primera república. Se establece un gobierno federal con 17 regiones soberanas “con autonomía completa para dotarse de Constitución y de sus propios órganos de gobierno”.

Están quienes quieren una república federal con cantones sin esperar la Constitución. Los que quieren una república federal pero también quieren esperar la redacción de una Constitución. Y están los que quieren una república unitaria. En medio de tal controversia se haría famosa la frase, en el pleno del Congreso, del presidente del gobierno, Estanislao Figueras: “Señores ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡Estoy hasta los cojones de todos nosotros¡”

El 12 de julio de 1873 Cartagena, con su ejército y su flota, se declara independiente. Legisla sobre el aborto, acuerda la jornada laboral de 8 horas, confisca los bienes de la Iglesia, prohíbe la enseñanza religiosa, se producen colectivizaciones e imprime moneda propia.

El ejército, dirigido por militares monárquicos, asedia la ciudad. El gobierno no quiere perder uno de sus puertos más prósperos. Cartagena es bombardeada. En esta situación el gobierno de Cartagena envía carta al presidente de los EEUU para solicitar formar parte de la Unión. Sin tiempo a recibir respuesta se produce la rendición el 12 de enero de 1874. 300 edificios destruidos, centenares de muertos y muchos líderes cantonalistas fugados en el barco Numancia que les traslada a Orán.

Entre 1987 y 1991 el partido cantonalista gobernó Cartagena con diez concejales.

(Pausa)

En 2018 en l’Ateneu Enciclopèdic Popular de Barcelona, preparamos una exposición sobre la huelga de La Canadiense, cuyo centenario era para 2019. Finalmente la titulamos 1919 de la vaga al locaut; porqué no queríamos caer en solo una visión épica del movimiento popular, dejando de lado que al mismo tiempo nacía muy fuerte una patronal, catalana y posteriormente española, dispuesta a todo, incluso a financiar sin escrúpulos el pistolerismo de los años 20. En los trabajos de preparación fui dándome cuenta que 1919 i 2019, al menos en Catalunya, no presentaban muchas diferencias para la interpretación histórica.

Entre 1918 y 1919 en plena crisis de la Restauración (hoy lo llamaríamos crisis del bipartidismo) podemos situar el primer movimiento catalanista, y la propuesta del primer estatuto de Autonomía. Hacía unos años, 1916, había aparecido el Manifiesto Per Catalunya i l’Espanya gran. En él se puede leer:

(…) No se hagan en Madrid ilusiones; la cuestión de Catalunya no se resolverá con violencias, ni con traiciones de antiguos patriotas, ni con habilidades políticas de gobernantes maestros en ganar elecciones encarcelando a los electores contrarios y distribuyendo con violencia de todas las leyes favores y amenazas. La única solución es una franca y completa autonomía. Establecerla, ir a la consagración federativa de la libertad de todos los pueblos peninsulares, es empezar la España grande. Seguir el camino emprendido es trabajar por una España débil, más dividida, más disminuida cada día.

Redactado por Prat de la Riba iba firmado por todos los diputados y senadores del partido, la Liga Regionalista. Fracasado el intento de debatir con los diputados españoles el manifiesto, Cambó dijo que había llegado la hora de Catalunya y organizó con su partido una campaña para conseguir la autonomía integral.

En julio de 1918 en Barcelona se celebra una Semana Municipal, donde se decide que todos los ayuntamientos se pronunciaran en un Plebiscito de la voluntad municipal de Catalunya. A principios de noviembre, con motivo del fin de la Guerra Mundial aumentan los mítines convocados por los nacionalistas radicales. Francesc Maciá, en este contexto, hace una intervención en el Congreso de Diputados a favor de la independencia. El Congreso se vació en cuánto se puso a hablar.

El Tratado de Versalles dio alas a los nacionalistas de toda Europa. Se habían creado nuevos estados al finalizar la guerra. El 10 de noviembre, Layret a raíz de la abdicación del káiser alemán, pidió a la Mancomunidad una asamblea de ayuntamientos que solicitaran a la Sociedad de Naciones que intervinieran a favor de Catalunya. Estamos a finales de 1918 y, especialmente en Catalunya, se va calentando una confrontación social sin precedentes que estallará con la huelga de la Canadiense en unos meses. En una entrevista, el 15 de noviembre, entre Alfonso XIII y Cambó, según éste, el rey animó a lanzar la campaña autonomista con el fin de distraer a las masas de todo propósito revolucionario.

El 17 de noviembre Macià en una conferencia en los locales del CADCI mostró por primera vez la estelada, que había aparecido en la calle días antes. La CNT no se adhirió a la campaña autonomista pero aprovechó el ambiente para desde su prensa, Solidaridad Obrera, expresar que “queremos que Catalunya no sea una colonia que tienen los señores fabricantes de Barcelona… queremos que Catalunya sea un pueblo libre, consciente y bien administrado” (Salvador Seguí). Y Pestaña afirmaba que “no nos interesa el pleito de la autonomía, exceptuando la protesta del pueblo en la calle.. […] cuanto signifique revuelta, cristalización y hechos revolucionarios lo aceptamos”.

El 25 de noviembre los parlamentarios catalanes aprobaron el proyecto de bases. El 29 de noviembre el presidente de la Mancomunidad y los parlamentarios catalanes entregaban el texto en Madrid. Esta misma tarde Cambó, en una conferencia en la Real Academia de Jurisprudencia, defendió el proyecto insistiendo en que la autonomía de Catalunya no suponía la desmembración de España.

La simple posibilidad de la concesión del estatuto encendió un fuerte campaña anticatalanista, La iniciaron los periódicos de Madrid: El Liberal, El Heraldo de Madrid El Imparcial. También se organizó boicot a los productos catalanes, El 2 de diciembre varias diputaciones reunidas en Burgos respondieron a las pretensiones catalanas con el Mensaje de Castilla, donde defendían la unidad nacional, se oponían a la cooficialidad del catalán y se denunciaba la campaña separatista de la que se hace alarde en las provincias vascongadas. El día 9 de diciembre, el anterior al debate en el Congreso, unas cien mil personas recorrieron las calles de Madrid en defensa de la unidad de España y contra el estatuto catalán.

El día 10 el proyecto fue defendido por Cambó, y replicó un portavoz de los liberales aduciendo que era incompatible con la Constitución de 1876 y otorgaba a Catalunya privilegios tributarios. Después el diputado Gascón y Marín acusó el proyecto de pancatalanista, denuncia que también había hecho Alcalá Zamora. Y se opuso sobre todo al traspaso de la legislación civil y de la enseñanza. Finalmente Antonio Maura, que se opuso a la autonomía catalana, se dirigió a los diputados catalanes con estas palabras: “Nadie puede elegir madre, ni hermanos, ni casa paterna, ni pueblo natal, ni patria”.

En una carta Cambó le dice al rey que “el resultado de la sesión de ayer significa el fracaso de toda nuestra actuación en la política española y el abandono de toda esperanza.…” El 13 de diciembre se produjeron incidentes en Barcelona. Incidentes magnificados en la prensa de Madrid. El 14 fueron recibidos con manifestaciones los diputados que habían abandonado el Congreso. Algunos manifestantes apedrearon La Vanguardia que había criticado la retirada de los parlamentarios. El 18 de diciembre Cambó en un mitin gritó Monarquía? República? Catalunya!

El gobierno convocó una comisión extraparlamentaria para que redactara una propuesta de autonomía para Catalunya. Finalmente el Consejo de la Mancomunidad y los parlamentarios adjuntos aceptaron colaborar en el borrador. El 27 de diciembre se conocieron los miembros de la comisión, 33, de los que 18 eran favorables a la autonomía catalana. La comisión tuvo dificultades para reunirse regularmente por las discrepancias entre republicanos y dinásticos.

Los días 24 y 25 de enero de 1919 la Asamblea extraordinaria de la Mancomunidad y los parlamentarios catalanes aprobaron por unanimidad (también los dinásticos catalanes votaron a favor) el proyecto de Estatuto, ratificado el 26 por los alcaldes catalanes reunidos en el Palau de la Música (representaban el 99% de la población). Durante el proceso de discusión en Barcelona se sucedieron los conatos de manifestación de grupos nacionalistas. También intervinieron nacionalistas españoles agrediendo a quienes llevaban lazos con la bandera catalana. De tal manera que el gobierno decretó la suspensión de las garantías constitucionales.

(Aviso: estoy siguiendo esta historia en Wikipedia, que trata del tema aisladamente de la situación social. Está hirviendo la calle en Barcelona, en unos días estallará la huelga de la Canadiense. En estos días se ha cerrado el periódico Solidaridad Obrera y se ha detenido a Salvador Seguí, el Noi del Sucre).

Los parlamentarios catalanes volvieron a las Cortes para intentar que se aprobara el proyecto de Estatuto. Siguió un largo debate parlamentario sin que se lograran acercamientos importantes. Finalmente Romanones cerró la Cortes el 27 de febrero, el día que iba a votarse la propuesta de plebiscito catalán, con el pretexto del conflicto social que había estallado en Barcelona a raíz de la huelga de la Canadiense.

Cambó que había dicho que la Liga no volvería a participar en ningún gobierno formaría parte del mismo como ministro de Hacienda en 1921. Bertan i Musitu formaría parte del gobierno de Sánchez Guerra como ministro de justicia, en 1922.

En 1923 Primo de Rivera, con el beneplácito del rey culmina el golpe de estado.

El 14 de abril de 1931 Macià proclama la República catalana en el marco de una federación de Repúblicas Ibéricas, unas horas antes de que Alcalá-Zamora proclamara la república desde Madrid. Macià habría ido más allá de lo acordado en el Pacto de San Sebastián. Según Chris Ealham, “ponía a los republicanos de Madrid ante un auténtico dilema: no se podían permitir que el ejército tradicionalmente centralista, identificara el nacimiento de la República con el aparente desmembramiento del Estado. Por ello una delegación del gobierno viajó a Barcelona y persuadió a Macià de cambiar de rumbo. La efímera república Catalana apenas había durado tres días. Sorprendentemente Macià no obtuvo ninguna concesión real del gobierno central a cambio de su viraje, ni siquiera se aseguró la garantía de la devolución de la autonomía, que debían decidir los republicanos madrileños, más conservadores, en una fecha por determinar en un futuro político muy incierto”.

(Nota: Alguien dijo alguna vez que la historia se repite. Yo más bien la entiendo como un continuo)

Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, se había negado en dos ocasiones a tener ministro catalán, como le proponía Aznar. Frente al pacto del Majestic (Aznar compra el apoyo de CiU con el traspaso de Mossos, el aumento hasta el 15% del IRPF para las comunidades autónomas, etc.) Maragall hacía un lúcido diagnóstico: el 27 de febrero de 2001 publicó en El País el artículo Madrid se va. Dos años después, en julio de 2003, concluía con un nuevo artículo en las mismas páginas, diciendo Madrid se ha ido. En el primer artículo criticaba la política uniformadora, en relación a las infraestructuras. El Estado estaba favoreciendo a Madrid impidiendo que fuera el mercado el verdadero regulador. Él proponía tener en cuenta una “España que es libre y diversa, que está hecha de singularidades potentes y sensatas, capaces de entenderse y de respetar un proyecto común. Común, no impuesto”.

El procés no es pues una repetición o algo nuevo sino un continuo. El 30 de septiembre de 2005 el Parlament de Catalunya aprueba la propuesta de un nuevo estatuto de autonomía de Catalunya. El primero después de la guerra civil, el de 1979, se mostraba agotado ante los cambios sociales, nacionales e internacionales, de los últimos veinte años. En el ámbito académico durante unos años pareció tomar una cierta identidad la posibilidad de proponer un determinado federalismo, de carácter asimétrico. Pasqual Maragall, en el prólogo del libro de Rubert de Ventós, De la identidad a la independencia, planteaba la disyuntiva para el futuro entre federalismo e independencia. Pero el tema no consiguió ni tan siquiera la unanimidad entre las filas socialistas. La versión en castellano del libro debe seguir aún en las cajas de la editorial. Después de muchos años de Convergencia i Unió, los mllamados partidos de izquierda ( PSC., Iniciativa per Catalunya y ERC) con Pasqual Maragall, y una plataforma llamada Catalans pel canvi, consiguen llegar al Palau de la Generalitat;.

Zapatero dice desde el balcón de la Generalitat que respetará aquello que apruebe el Parlament de Catalunya.

El 2 de noviembre de 2005 la propuesta d’ Estatut es aceptada por el Congreso de los Diputados. El 30 de marzo de 2006, pasado ya el cepillo que hizo famoso Alfonso Guerra, el Congreso de los Diputados aprueba el Estatuto de Autonomía de Catalunya. El 18 de junio en un referéndum con muy baja participación resulta aprobado en Catalunya.

(Repito: El Estatuto de Autonomía, que es una ley orgánica española, fue aprobado por el Parlament de Catalunya, por El Congreso de los Diputados español y en referéndum por los ciudadanos de Catalunya)

El PP presenta 7 recursos de inconstitucionalidad ante el TC. Había que evitar como fuera el reconocimiento de Catalunya como nación. El PP consideraba que se pasaba de un estado de las autonomías a una confederación asimétrica. Federico Trillo y Soraya Sáenz de Santamaría registraron las 400 páginas del recurso. Sabían muy bien qué implicaría la sentencia del TC: la evolución del Estado del 78 en una dirección u otra.

Enrique Múgica, defensor del pueblo y militante socialista presenta recurso ante el TC

Los gobiernos de las comunidades autónomas de Murcia, la Rioja, Aragón, Comunidad Valenciana i les Illes Balears presentan recursos ante el TC. Todas del PP.

El Tribunal Constitucional, que lleva tres años de prórroga, tarda cuatro años en fallar los recursos y cepilla aún más el Estatuto de Autonomía de Catalunya, hasta el extremo de anular algunos artículos que tienen la misma literalidad en otros estatutos de autonomía. Su sentencia es vista como la victoria del nacionalismo español, de la idea de España del PP, fundamentada en una lectura restrictiva i uniformizadora de la Constitución. Javier Pérez Royo, catedrático de derecho constitucional en Sevilla, definió la sentencia como un golpe de estado. No habían servido para nada los avisos: Montilla alertó en Madrid en noviembre de 2007 del peligro de la desafección de los catalanes respecto del Estado, mientras que una editorial conjunta de todos los diarios catalanes advertía de no herir la dignidad de los catalanes, el 26 de noviembre de 2009.

En La confabulación de los irresponsables, Jordi Amat apunta:

El problema era la posición en la cual había quedado el TC como consecuencia del recurso de los populares. Encaminándolo a dictaminar contra una ley aprobada siguiendo todos los procedimientos normativos, la relación entre ciudadanía y arquitectura institucional había sufrido un derrumbamiento parcial.

La estructura institucional quedaba tocada. El TC, de hecho, actuaba como una tercera cámara legislativa, revisando aquello que habían aprobado el Parlament de Catalunya, el Congreso de los Diputados español y los ciudadanos de Catalunya en referéndum.

La polarización extrema había encontrado un eje para la confrontación. Al PP le había servido para movilizar a su electorado (llegó a organizar recogida de firmas contra el estatuto) y le daba munición contra el gobierno socialista. En el otro polo, con el objetivo de cuestionar de forma integral al sistema, se iniciaba el relato soberanista que encontraba en esta situación un argumento potentísimo. Y en las calles de España se incubaba el 15 M.

Artur Mas ganaba con amplia mayoría (62 diputados) en las elecciones de finales de 2010. Pero el PP le apoyaría en sus políticas de austeridad. El procés no sucedía en el limbo. La crisis económica estaba agazapada y a partir de ahora se iría mezclando con el procés. El 15 M barcelonés ocupó la plaza Catalunya. El 15 de junio de 2011 los Mossos d’Esquadra desalojan la plaza violentamente. La indignación se traslada al Parlament, el día que debían votarse los presupuestos. Los diputados fueron increpados a su entrada a la sesión. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, tuvo que entrar a la sede parlamentaria en helicóptero. Artur Mas se hace independentista.

Empiezan a confundirse, especialmente desde el soberanismo, puntos de confluencia con los indignados.

En Catalunya, nace la Asamblea Nacional Catalana, que con la pretensión de recoger toda la indignación crea una alianza interesada. El abrazo entre la presidenta del Parlament i la presidenta de la ANC ( que un par de años más tarde sería ella misma presidenta del Parlament) representa esta alianza, que resulta una excepción a la lógica de la indignación: en Catalunya sutura las heridas de la gente con el gobierno de la Generalitat. Las movilizaciones miraran a partir de ahora casi exclusivamente hacia Madrid. La reivindicación nacionalista o independentista se tornará hegemónica por encima de las reivindicaciones sociales de los indignados. La ANC conseguirá convocar a millones de catalanes en los sucesivos 11 de septiembre.

Hasta llegar a 2017 donde la pasión y la epopeya sobrevuelan y contaminan el espacio social. La resurrección con otros nombres de una Convergencia ahora independentista se convierte en un competidor para la hegemonía en el espacio del soberanismo. Un PP viviendo en la ensoñación de que todo se arreglará por sí solo, con el tiempo, espera que todo ello aparte a los medios de sus casos de corrupción. Desde el objeto de esta exposición los acontecimientos, los que vinieron, son sobradamente conocidos y, en función de las fuentes de información, conocidos de muchas y diversas formas.

  1. Un debate libertario

Los acontecimientos de 2017, desde el “A por ellos”, televisado y reproducido interesadamente miles de veces, destaparon la dificultad del gobierno español (y de buena parte de la oposición al gobierno español) para afrontar democráticamente un terremoto político que desnudaba la estructura institucional de la Constitución de 1978.

El Parlament de Catalunya aprobaba textos legales que cuestionaban la dependencia de su autonomía a la Constitución española.

El PP usaba al Tribunal Constitucional y a la judicatura para rehuir su responsabilidad como gobierno, de tal manera que el TC se convertiria en una tercera cámara sin ninguna legitimidad.

El pacto territorial, el explícito y el tácito, se había roto con la sentencia del TC de 2010.

Definitivamente el texto constitucional se convertía, en lugar de un espacio de entendimiento y conciliación, en un arma de confrontación política; en un instrumento sometido a la fe, a la sagrada unidad de España, incuestionable, inmodificable….

La reacción, las respuestas, la contestación, lo que fuera que se diera en la calle en Catalunya, resucitaba en el ámbito libertario un debate que llevaba años adormecido, limitado a los textos de historia y a manifiestos más o menos marginales.

En 1987, Ricard de Vargas Golarons (antiguo militante del MIL) y otros independentistas publicaron Anarquisme i alliberament nacional. El libro se presenta “realizado por un colectivo de jóvenes libertarios, en el cual se asume plenamente el independentismo desde posiciones ácratas”. Los autores dicen entender la independencia como la autogestión de la sociedad catalana en todos sus niveles, partiendo de la federación de las unidades más pequeñas a las más grandes (individuo, pueblo, barrio, comarca, ciudad…) que ejerzan la autogestión y la democracia directa “en los Països Catalans”.

Recuerdan que Bakunin siempre defendió la idea de la revolución social íntimamente unida a la liberación nacional. Que Kropotkin sabía que la lucha antiimperialista se planteaba en términos de liberación nacional y de lucha de clases. Como se hará también en los últimos años, se revindicará para la independencia a Salvador Seguí, quien habría dicho en el Ateneo de Madrid, en 1919 que “a nosotros, los trabajadores, como que con una Catalunya independiente no perderíamos nada, al contrario, ganaríamos mucho, la independencia de nuestra tierra no nos da miedo”.

Esta sería la posición de la Federació Anarquista-Comunista Catalana, que en 1983 en su primera conferencia nacional, en su programa mínimo especificaba que iban a “luchar por la independencia y contra las trampas nacional-españolistas que quieren responsabilizarnos de la crisis institucional del Estado. (…) La FACC explicará y hará lo posible para ejercer un verdadero derecho a la autodeterminación nacional, hacia la independencia nacional”.

En 2019, en un Manifest dels Comitès Anarquistes en defensa de la República Catalana (reunidos en Horta de Valencia, el 25 de abril) se puede leer que “avalamos la declaración unilateral de independencia, surgida de la propia base social combativa del 1º de octubre de 2017…”

En 2020 Jordi Martí Font (militante de la CUP, anarcosindicalista de la CGT, estudioso del anarquismo) ha publicado en tres volúmenes El Llibre negre, que representa una inmensa recopilación de textos que darían fe de la relación entre el anarquismo y la reivindicación independentista en Catalunya, desde 1800 hasta hoy. Y también un libro con sus artículos publicados desde 2017 a 2020, Visca la terra i visca l’anarquia (de l’1 d’octubre al 2020) donde, después de afirmar que, solo por el texto de la pregunta, votaría NO a la independencia, dice (p.128):

“Pero ahora bien, que yo a nivel general no quiera estados no me impide ver que el mundo está organizado en estados y mientras no se extienda la revolución libertaria que nos ha de liberar de ellos, tener uno u otro también debe ser consecuencia de la decisión mayoritaria de la población que lo vayamos a sufrir y, al mismo tiempo, que nos vaya a otorgar algunas mejoras en nuestras vidas personales y colectivas” .

Las diversas versiones de CNT en Catalunya no representan, como tal CNT, y tampoco presentan una posición clara respecto al tema que tratamos. Ciertamente ha habido declaraciones y posicionamientos de militantes confederales tanto en un sentido como en otro de los que venimos mostrando. Resumiendo, pues, yo diría que se puede hablar de una considerable y notable aproximación, desde el ámbito libertario, al discurso independentista. Muchas veces sustentado en el argumento de la confrontación con el Estado español. Y, también, después de los años vividos después de 2017, hallando justificación en arremeter contra los dirigentes independentistas que han traicionado el “mandato del uno de octubre”, coincidiendo en ello con los anticapitalistas de la CUP. Al fin y al cabo la exconsellera Ponsatí ya ha dicho que iban de farol y, en TVE, en junio de este año, Clara Serra de la CUP ha dicho que “sabíamos que no había ningún plan hacia la independencia”.

Pero al mismo tiempo esta aproximación no puede silenciar ni rehuir la contradicción con el hecho de que sean unos determinados independentistas (no precisamente los que se reclaman anarquistas) quienes hayan hegemonizado el relato que, desgraciadamente, es más visible que la realidad de los hechos que dice explicar.

Y para terminar intentaré exponer mi visión poética (y pesimista) de la situación. Visión que comparte en gran medida el discurso del amigo Tomás Ibañez, al que me remitiré oportunamente. Y visión que expuse ya a finales de 2017 en un artículo, Anarquistas (muchos y diversos) e independencia, publicado en la obra colectiva Anarquismo frente a los nacionalismos, editada por Queimada en 2018.

  1. Mi visión poética (y pesimista).

En uno de los apartados del artículo en cuestión, que titulé Control de las palabras, el dominio del relato, decía que el significado de la palabra queda supeditado a la utilización que se haga de ella para la construcción, en cada momento, y para cada ideología, del relato de la narración. Y seguía intentando mostrar como el término nación era manoseado desde todas partes con distintos objetivos, y como se pretendía confundir o asimilar al término pueblo o al término estado. La referencia al pueblo que se hace desde instancias políticas definidas en el entorno de intereses concretos, se pretende una referencia a la suma de todos y cada uno de los (ciudadanos) nacionales. Por eso, el pueblo del PP es diferente al pueblo de Podemos y al pueblo de CiU o del PSOE.

Tampoco me resulta más aceptable la tendencia a hablar del pueblo de tal manera que este identificara (de una forma absurdamente genérica) a una parte de la ciudadanía ante unas supuestas élites (intelectuales, ricos, burgueses…). Esta expresión peca igualmente de generalización al dar por evidente la uniformidad de esta parte de la ciudadanía, como si el título de obrero o de pobre se convirtiera en una categoría uniformadora o identitaria.

Con estas confusiones, interesadas, los medios de comunicación se convierten en instrumentos letales en la confrontación política. Mi buen amigo Ramón Barnils, periodista e independentista,que fue director de Solidaridad Obrera en 1977,, dijo que los medios de comunicación serian los ejércitos del siglo XXI. El uso de las palabras sustituye a otras armas convencionales. Se trata de un instrumento de control social.

Titulé el siguiente apartado de la siguiente forma: La independencia de Cataluña contra los anarquistas. Y comenzaba con un texto de Xavier Diez, autor del interesante libro L’anarquisme, fet diferencial català, donde dice:

Las organizaciones que reivindican la herencia libertaria son pocas y fragmentadas, de todas maneras, si bien el cuerpo parece enterrado, el espíritu queda entre nosotros. (…) …hay que distinguir siempre entre lo que podría ser un anarquismo explícito, que a pesar de todo siempre ha sido numéricamente poco significativo y uno de implícito, presente desde diversas formas y fórmulas, como un sentimiento gaseoso, como una niebla que respiramos y que se manifiesta en las actitudes cotidianas y cataliza en determinadas circunstancias.

Ante la situación creada por todos los acontecimientos que ya he mencionado, los anarquistas deben enfrentarse a las siguientes preguntas: ¿Cómo definen los anarquistas la independencia de Catalunya? ¿Cómo identificar a los protagonistas y, especialmente, a sus beneficiarios? ¿Cómo compartir o no, con los independentistas su confrontación con el Estado español? Y, aceptado que el procés es uno de los síntomas de la decadencia o de la caducidad del sistema político del 78, ¿los anarquistas han de participar en él para acelerar la destrucción del sistema político, del Estado?

Si de alguna manera los anarquistas resultan sometidos a una agenda política en cuyo diseño no han participado, ésta (el procés, la independencia) puede volverse contra los anarquistas. En la perspectiva más teórica creo que las respuestas quedan limitadas por un par de objeciones:

  • Una: No habría, entre aquellos que se definen anarquistas, diferencia a la hora de asumir que el objetivo final (mi quimera) es la abolición del Estado. De todas maneras esta unanimidad zozobra cuando hay que dilucidar respecto del binomio Estado/Nación. Como dice Tomás Ibáñez, “ el hecho de denunciar la falacia de la nación no significa negar que las naciones existen y que el hecho nacional es incontrovertible”.
  • Y dos: Hay diferencias según definamos el independentismo catalán como un movimiento burgués o bien lo consideremos un movimiento popular. Bien entendido que popular no quiere decir necesariamente revolucionario. Pero aquí surge un conflicto intelectual en el caso que confirmemos que es un proceso interclasista. ¿Olvidamos temporalmente la confrontación diaria, cotidiana entre unos y otros, la lucha de clases?

Algunos anarquistas han querido hallar en las formas organizativas de una parte del independentismo similitudes considerables con aquellas que consideran propias del anarquismo en Catalunya. Quizás no represente gran esfuerzo comparar el movimiento de las plataformas por las hipotecas, que en Barcelona han conducido al sindicato de inquilinos, con la huelga de alquileres de 1931 en Barcelona. Se pueden buscar comparaciones entre los comités de defensa de la CNT de los años 30 con los Comités de Defensa de la República (CDR) que se han ido formando en barrios y pueblos de Catalunya.

Podría ser que desde una perspectiva libertaria fuera coherente un posicionamiento crítico al lado de aquellos que hoy, y bajo la bandera del independentismo, cuestionan el Estado (español). Podría justificarse desde dos puntos de vista:

  • Uno: La reivindicación independentista en Catalunya no se puede atribuir (o no solo) a la llamada burguesía catalana. Y, por diferentes razones, no está ligada exclusivamente, ni mucho menos, a una cuestión identitaria. En cualquier caso, ha puesto en cuestión la propia configuración de las estructuras del Estado, ahora y en concreto el español. Y, de carambola quizás, vistas las posiciones de la UE, ésta misma resultaría tocada. Ha puesto en evidencia los fundamentos, de barro, en que dice sustentarse. Por lo que respeta al TC ya he mencionado su papel anteriormente.
  • Y dos: Algunas de las formas de acción que aparecían (en 2018, 2019) en las expresiones reivindicativas en la calle contenían aspectos que suponían una superación de las formas dirigidas de la política anterior. Desde la calle se deben estimular comportamientos autogestionarios de la acción, que se aproximan al concepto de acción directa, defendible desde el campo libertario . (Antes he citado a Pestaña que en 1919 decía que “no nos interesa el pleito de la autonomía, exceptuando la protesta del pueblo en la calle… cuando signifique revuelta, cristalización y hechos revolucionarios lo aceptamos.) Es decir, si el impulso que requiere la reivindicación independentista nace de determinadas posiciones que proponen la abolición del Estado (¡de todos¡) o que cuestionan sustancialmente sus pilares (las estructuras territoriales, nación, Unión Europea; y sus instituciones, parlamentos, troicas económicas, etc.) los movimientos alternativos, libertarios, pueden abocar su praxis en estos escenarios y convertirlos en una etapa de un proceso más ambicioso que pretende aniquilar las estructuras estatales. Sin olvidar nunca con quién se comparte la calle, y siempre manifestando la diferencia en el objetivo.

Como buena parte de mi exposición es deudora del discurso, que comparto, de Tomás Ibáñez, me permito reproducir algunas citas de textos suyos:

El apego a la tierra natal ni se aprende ni se enseña, simplemente sucede en el roce diario sin que nadie deba incentivarlo ni exaltarlo, mientras que el patriotismo, inseparable del nacionalismo, debe ser elaborado, enseñado e inculcado mediante sofisticadas operaciones de producción simbólica de la realidad nacional.

La clásica diferenciación entre los nacionalismos opresores y los nacionalismos oprimidos es plenamente acertada, sin embargo, lo que ya no parece tan atinado es que con pretexto de que el anarquismo se opone a todas las formas de opresión, este deba hacer suya la causa de las naciones oprimidas involucrándose en las luchas de liberación nacional. Una cosa es apoyar de forma decidida las luchas contra la dominación nacional, y otra bien distinta apoyar las luchas de liberación nacional. No vayamos a sustituir una forma de dominación por otra, creando un nuevo estado.

La condición de posibilidad de una independencia que no suponga la creación de un nuevo Estado radica en que no se tome un territorio como objeto a independizar, sino una determinada configuración política. Son por lo tanto, criterios políticos (modos de vida, de intercambios, de proyectos…) y no criterios de ubicación territorial los que deben definir la entidad en busca de independencia, si esta no quiere acabar tomando la forma de un Estado.

Está claro que debemos luchar contra el nacionalismo español, y que uno de los yugos de los que nos tenemos que liberar es la opresión del Estado español. Pero no porque esta opresión nos constriña en tanto que miembros de una nación, de un país, de un pueblo, de un territorio, sino porque es un instrumento de dominación y queremos romperlo, pero sin darle la satisfacción de reproducir miméticamente sus propios principios basados en el “hecho nacional”.

Y acabo,

Juan Rodríguez Verdaguer quiere que Catalunya, sea un estado independiente.

Jordi Pàmies Garcia no quiere que Catalunya sea un estado independiente. Y cree que España debería modificar su constitución en un sentido federal.

Manel Pàmpols Gutiérrez considera que Catalunya tiene derecho a decidir cómo organizarse política y socialmente. Y dice que tal como está el sistema electoral español los diputados catalanes nunca tendrán suficiente mayoría para promover una reforma de la Constitución que facilite la expresión de este derecho.

Los tres coinciden en que las distintas opciones podrían dirimirse en un referéndum. Pero Miquel Illa Sánchez les ha dejado bien claro que la Constitución española, a la que todos ellos están sometidos, no lo permite. Aunque Pere Viver Sadurní, gran jurista, opina que esto depende de la rigidez o laxitud con que se lea esa Constitución, que es una cuestión de voluntad política y de negociación.

Nadie puede negar el sentimiento de todos aquellos que quieren un Estado propio para Catalunya. Nadie puede negar los sentimientos de aquellos que en Catalunya quieren que se mantenga la relación política y administrativa actual que da por hecho la pertenencia de sus ciudadanos al Estado español. Nadie puede negar el sentimiento de todos aquellos que defienden una estructura federal, amplia y abierta, o de un federalismo asimétrico como se defendió por algunos de los hoy teóricos de la independencia, para el estado español. Nadie puede negar los sentimientos de quienes creen que el estado español es un estado plurinacional. Nadie puede negar el sentimiento, mi sentimiento, que reconoce en el Estado, en todos los Estados, la expresión de la dominación.

Y ciertamente no voy a negar yo que los intereses políticos, partidistas, intentan manipular todos estos sentimientos. Y que determinada prensa existe por sus mandatos.

Como decía en septiembre de 2019 José Álvarez Junco, en un artículo de El País, “ésta es una cuestión de sentimientos. Y los sentimientos solo pueden ser respetados, no discutidos”.

No soy optimista. Un referéndum no tiene cabida en la lectura de la Constitución que, interesadamente, hacen PP y PSOE y VOX . Y por lo mismo, y por no tocar la monarquía, resulta imposible su reforma. Por otro lado se han ido creando muchos fantasmas en una y otra parte, construyendo un relato que, de hecho, resulta falso siempre en la lectura del otro, los otros. Todos los que cometieron el crimen de trasladar al ámbito de la política, y de éste al de la justicia, los sentimientos de los ciudadanos reivindicando derechos de las naciones, en una confrontación irresoluble, son incapaces de retornar el monstruo a la caverna. La cuestión del procés es un problema de España, de todos y cada uno de sus ciudadanos, porque ha desnudado al régimen del 78 y no tiene solución en este sistema político y con estos profesionales de la política.

Y todos deberemos dejar de usar los plurales (los catalanes, los españoles); que se usan con tanta facilidad como se usa, en catalán y en castellano, el ellos, y el a por ellos.

Seguiré deseando la desaparición del ESTADO, por eso no apoyaré la constitución de uno nuevo. Pero no callaré tampoco ante tanta miseria intelectual que alienta los sentimientos (en todas partes) contra la razón.

Bibliografía consultada:

Alvaro, Francesc-Marc (2019) Assaig general d’una revolta. Les claus del procés català. Editorial Pòrtic.

Amat, Jordi (2018, 3ª edició) La confabulació dels irresponsables. Editorial Anagrama

Burgaya, Josep (2020) Populismo y relato independentista en Catalunya. Editorial El Viejo Topo

Diez, Xavier (2013 L’anarquisme, fet diferencial català. Editorial Virus

Domènech, Xavier (2020) Un haz de nacionesEl Estado y la plurinacionalidad en España. Editorial Peninsula.

Ealham, Chris (2022) La lluita per Barcelona. Virus editorial.

Fisas Armengol, Vicenç (2021) Repensar el <<procés>> a través del diálogo. Editorial Icaria.

March, Oriol i Joan Serra (2021) Enemics íntims. Anatomia de la desconfiança entre Junts i ERC. Editorial Pòrtic.

Marin, Enric i Joan M. Treserras (2019) Obertura republicana. Catalunya, després del nacionalisme. Editorial Pòrtic.

Muñoz, Jordi (2020) Principi de realitat. Una proposta per a l’endemà del Procés. Editorial L’Avenç

Nadal i Farreras, Joaquim (2018) Catalunya, mirall trencat. Editorial Pòrtic

Sieberer, Anton (2020) Catalunya contra Castella. Editorial Pòrtic

Tardà, Joan (2021) En defensa pròpia. Editorial Pòrtic

VVAA (2018) Anarquismo frente a los nacionalismos. Editorial Queimada.

VVAA (1987) Anarquisme i alliberament nacional. Editorial El Llamp

VVAA (2019) Tota la veritat. La crònica definitiva dels dies decisius del Procés. Ara Llibres.

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