VIDA
Está
muriendo la muerte que todos mueren.
(Lawrence Ferlinguetti)
La vida
se ha empeñado en decirse a sí misma
«así es
la vida».
La vida
ha dejado de reconocerse mientras ocurre.
Se ha
aventurado a morir
sin
desvivirse demasiado.
Se
comporta de un modo extraño.
Unas
veces es y otras
la duda
razonable de los otros.
Va y
viene con holters y taquicardias.
Va
rápido con aquello
que debe
digerirse despacio
—«slow food» lo llaman—.
Un nuevo
estilo de vida.
Se llama
y siempre comunica.
La vida
se ha dejado a sí misma en visto.
La vida
no es «la vida».
Es la de
algunos, los que viven,
los que
hablan de una vida
que
acaba de empezar que, en definitiva,
acabará
antes de lo que imaginan.
La vida
es este poema
plagado
de moralinas baratas,
de vidas
a un euro invertidas en lo ajeno.
La vida
que transita sin vida.
Para
muchos la buena
es la de
los gatos con siete vidas.
Siete
reinicias y seis «games over».
La vida
no es capaz de adivinarse,
porque
nunca vive lo suficiente.
Muere
viva pocas veces,
y vive
el doble cerca de la muerte.
La vida
se queja de la vida,
lee
libros de «autovida»,
va a
terapia de «psicovida»
y viaja
para convertirse en «live».
Así es
la vida, compra su billete de ida
y luego
busca su billete de vuelta a la vida.
Es
recíproca por naturaleza,
es lo
que quiere, verse a sí misma no viviendo,
para
justificarse,
darse
palmaditas en su vida y vivir para contarlo.
—seguro que acabas de
tener un dejavù—
La vida
es esa que fuiste ayer,
solo una
llamada de emergencia,
esa que
nunca te devolverá el libro que prestaste,
esa que
te hace publicar autohilos.
La vida
es ese túnel al final de la luz,
la que
se hace pasar por ti para descubrirse;
esa que
pasa mientras
pierdes
el tiempo escribiendo,
la que
te resuelve problemas
antes de
que los formules,
la que
te cobra el alquiler por adelantado
como si
fueras a morir en otra vida.
No te
escondas.
La vida
sabe lo tuyo con tu vida;
la vida
es tu única vida extra,
la vida
es esa y todas esas,
es de lo
que no hay.
Esa que
no habla de otras vidas
porque
cree en su más allá;
porque
no sabe qué hacer con su vida.
Esa que
te sorprende caminando entre dinosaurios
y no te
pregunta por el origen de la vida.
Viene de
camino
y de
camino va al mismo tiempo.
La vida
se va siendo lo que no es,
porque
se niega a escribir unos versos
sobre su
muerte.
A estas
alturas de tu vida,
pensarás
que he repetido demasiadas veces
«la vida»
y ya va
siendo hora de que la vida piense
que tú
eres irrepetible.
Como
diría Groucho:
«Tengo la intención de
vivir
para siempre o morir
intentándolo».
HACER POR HACER
¿Qué por qué estaba yo con
esa mujer?
Porque me recuerda a ti. De hecho, me recuerda
a ti más que tú.
(Groucho Marx)
Me estoy
haciendo de ella.
Me estoy
haciendo de ruido y eco,
de
cuerpo y metáfora de todas las voces.
Me estoy
haciendo de interior y de isla,
de brisa
a ciegas,
de
rompeolas y hostias sin misa;
de
piedra y silencio solo a veces.
Y no sé
bien lo que estoy haciendo;
si la
arena o la roca,
si el
asfalto o el agua.
Me estoy
haciendo deriva sin prisa.
Azar
haciendo.
Contradicción
inútil.
Me sigo
haciendo fragmento
algo de
nada, ceniza, volátil.
Me estoy
haciendo recuerdo.
Y me
debo el sueño despierto,
la
pesadilla del muerto,
la
estampida del humo.
Me estoy
haciendo irrespirable y alérgico,
psicópata
del amuleto,
superstición
del miedo,
la cura
del tuerto.
He
decidido deshacerme, pero no puedo,
porque
aún me sigues haciendo.
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