Toda la
vida presintiendo la muerte,...
fogonazo
de luz de la imagen de mi cadáver
en mi
memoria de muerto futuro...
Carlos
Reymán.
No lo
busquéis, porque ya no existe.
El río de mi
infancia
ya es sólo
una metáfora
de aguas
cristalinas y remansos.
Un río
colmado de juncos y nenúfares
en cuyas
hojas, a la sombra de los álamos,
las ranas
aguardaban el vuelo fastuoso
de mosquitos
y libélulas
que les
sirvieran de alimento.
A veces, las
ranas eran engullidas
por
culebras, algunas de la cuales
también morían por el golpe certero
de una
piedra lanzada con un tirachinas.
Desde la
orilla, unos ojos infantiles
ávidos de
aventuras, observaban
ese
micro-cosmos donde vida y muerte
se sucedían
de manera natural.
El agua,
tras besar nuestros cuerpos desnudos
como un hilo
de plata liquida
huía del
remanso y en su transcurrir
hacia
caudales más generosos
besaba
pilares de puentes y acueductos.
Mirad ese
río en estos versos,
porque en
otro lugar ya no existe,
ahora, es tan sólo una cicatriz de cemento
que
atravesando la ciudad
hiere el
recuerdo.
Eladio Méndez. En: . En: Voces del Extremo: poesía y alegría. Ed. La Vorágine, 2022.
Fotografía de Elena Pedrosa de la serie El agua en Venus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario