I
De grapar letras sordas descontando
cuatro aciertos por cada respuesta.
De
proyectar matices vespertinos
en pleno eclipse de sol sin despedida.
De agitar blancos pañuelos
sin urgencia y sin auxilio.
De tanta sal que secó el mar
en mis heridas.
De metabolizar el ácido
en autofagia de latidos,
exocitosis de los restos del naufragio,
de lamentar la autolesión intolerable
[que si las entrañas fueran
de piel intercambiable
morirían en
mí,
átomo a átomo,
los hijos no nacidos.]
Y si no soy capaz de atornillar con
fuerza
girasoles y bisagras al quicio de la
puerta.
Y si al levantar los brazos no me rindo
y se derraman manzanas desde el cesto
gravemente desubicadas, en el limbo,
mientras flotan terquedades insolentes
y el tronco primigenio sigue enhiesto.
Y si la vida, lentamente, discurriera
empeñada en sacar los
pies del tiesto,
calculando imprevistos, descalabros,
imponderables, verbos incorruptos,
alzando el vuelo, a patadas, remontando,
cada vez más alto en el
columpio,
volviendo atrás otras treinta primaveras.
Y
si no estás...
Si no estás,
como nunca has estado,
daría igual que no existieras.
II
No vas a comprenderme
si te hablo del agua.
De la composición molecular
de las partículas
vivas,
inertes,
transparentes,
que se viven,
se beben,
se sienten.
De la asfixia que causa el nitrógeno.
No vas a creerme si te hablo de sirenas,
de pasados helénicos siendo piedra
del templo de Apolo.
Del sol causando sed en mis latidos.
Esta conversación no existe,
ni ha existido.
Mientras,
tú dejas balbucear a tu mirada
en un rápido refilón fugaz
que me escanea el cuerpo y no el alma.
¿Hacia dónde tiende ¿y?... si x?
¿Hacia dónde el infinito pierde interés
y se expande por el universo?
No vas a entenderme si te digo
que no quiero tu abrazo.
Ni tus palabras.
Ni ese roce casual bajo la mesa.
Tan sólo devorar despacio
la ausencia de ti mismo.
Porque es mi espejo.
Elena Pedrosa. En: Inexpugnable. Ed. Fantasma, 2022
Fotografía de la autora: El agua en Venus.
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