Gracias,
industria farmacéutica
por
darme la vida
y
quitármela tras cada toma.
Sois un
tubo de entrada de agua sucia
que se
corta cuando quiere.
Mientras
yo muero lentamente
entre
vuestras pastillas
para
calmar caballos.
Ya no sé
ni quien soy.
Me
habéis robado la identidad
y buceo
como un pez en la orilla
retorciéndose
y convulsionando entre las olas.
Soy
vuestro producto.
Una
muñeca de plástico
a
expensas de vuestras dosis.
Mi vida
depende de vuestra última
versión
de antidepresivos.
De benzodiacepinas
para dormir
y no
tirarme del séptimo.
Me
estáis robando el derecho
a morir
por
decisión propia.
¿Qué
estáis haciendo conmigo?
Yo era
una buena chica
y ahora
soy un atentado en la vida de todos.
Soy un
dummy de vuestra industria
que paga
religiosamente
en la
farmacia.
Recoged
vuestro pecunio.
Ladrones
de identidad,
cobrando
una vida que no quiere
ser
vivida.
Y
gracias, qué barato cuesta estar muerta
y seguir
viviendo.
Creo que
ya no me crece el pelo
ni las
uñas.
Serán
efectos secundarios
de
vuestro veneno.
Me
matáis lentamente
a golpe
de tarjeta
de la
seguridad social.
Soy
rentable.
Alargad
mis estertores.
Mantenedme
viva.
Convengo
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